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Negro despanzurrado


Noir
Robert Coover
Galaxia Gutenberg, 2012
ISBN: 978-84-8109-9-683
152 páginas
18 €
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
 
José Martínez Ros
Robert Coover (1932) es un postmodernista ejemplar. Durante su ya larga carrera literaria, se ha dedicado básicamente a recoger diversos géneros literarios -los cuentos de hadas tradicionales en Azotando a la doncella o El hurgón mágico o la novela política en Public Burning, en la que Eisenhower sodomizaba a Richard Nixon– para parodiarlos, despanzurrarlos, abrirlos en canal, exponiendo sus trucos y clichés a los ojos de un horrorizado o divertido lector.

Compañero de generación de John Barth o Donald Barthelme, es la clase de escritor que no se conforma -o no quiere- con escribir una buena historia del mejor modo posible, sino que tiene la malévola necesidad de susurrarte todo el rato: todo esto no dejan de ser un montón de palabras, un juego, una jodida ficción, una tendencia muy en boga desde los sesenta, resultado probablemente de un exceso de lectura de Barthes, Derrida y otros teóricos y farsantes de los que nadie, tal vez con justicia, se acuerda ahora y que la aguda crítica (y otras muchas cosas) Camille Paglia condenaba memorablemente a revolverse durante toda la eternidad en su propio fango textual… Por fortuna, hubo otro tipo de escritor postmodernista: aquel que utilizó el cuestionamiento de los géneros literarios y de las formas narrativas para revolucionarlos y demostrarnos que no todas las historias están contadas y que la imaginación siempre podrá alcanzar lugares que nadie había visitado antes: para contarnos, en suma, historias que no habíamos oído de un modo que desafiaba cualquier expectativa: como Thomas Pynchon, Don DeLillo o William Gaddis. Pero estamos hablando de Robert Coover.

En su venerable ancianidad, el escritor norteamericano continúa siendo un implacable parodista, como muestra esta curiosa Noir en la que juega con el género policíaco con bastante gracia. Crea una ciudad corrupta y oscura, New London, llena de personajes estrafalarios, que por momentos recuerda a la Sin City de Frank Miller, y allí suelta a Phil M. Noir, un detective privado que se muestra incapaz de seguir la más mínima pista ya que dedica todo su tiempo a beber whisky, devorar comida grasienta, reunirse con misteriosas ‘femmes fatales’ y, sobre todo, recibir monumentales palizas por diversos motivos. Hay un comisario de policía muy duro decididito a acabar con el detective, hay una bella viuda que contrata sus servicios y le enseña su opulento escote, hay una astuta secretaria empeñada en que utilice su ropa interior… Pero no intenten encontrar una mínima coherencia argumental: lo que nos ofrece Robert Coover es un pequeño carrusel de golpes de efecto, una fantasmagoría negra como el alma de Phil M. Noir. Concluyendo, este Noir es una lectura curiosa, en especial si quieren echarse unas risas a costa de los tópicos del género, para pero si lo que buscan es una novela policíaca al uso (o incluso una novela, simplemente, al uso), huyan, huyan de ella.

admin

2 comentarios

  1. «Barthes, Derrida y otros teóricos y farsantes de los que nadie, tal vez con justicia, se acuerda ahora»

    Vaya Vd. eligiendo padrinos, Sr. Martínez Ros…nos veremos al amanecer con pistolas.

  2. Hagan lo que quieran, pero por favor, antes de matarse, aclárennos una pregunta: ¿por qué todos los posmodernos se llaman Barth, Barthes o Barthelme? ¿Forma el apellido parte de la condición posmoderna?

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