Escritores a la greña. Envidias, enemistades y trifulcas literarias
Julián Moreiro
Edaf, 2014
ISBN: 978-84-414-3498-1
264 páginas
18 €
Rafael Roblas Caride
Antes de que nadie se llame a engaño, quiero advertir a todo aquel despistado que se haya topado de improviso con esta reseña que la afirmación que le da título no me pertenece. Tampoco responde a mi opinión ni coincide con mis preferencias literarias o ideológicas. Fue Alejo Carpentier el que se expresó de tal modo (textualmente “Neruda era un cabrón, pero no se puede decir”) en la obra Los milagros de Cuba, de Ramón Chao. Interesante, ¿verdad?
Otra muestra de mala leche literaria. Entrevista a Valle-Inclán sobre el teatro. El repórter, no se sabe si inocentemente, cumple con su obligación y pregunta: “¿De qué forma se arreglaría la crisis teatral, don Ramón?”. La retranca del gallego no se hace esperar: “¡Psh! ¡Fusilando a los Quintero!”.
Y otra maldad más, en este caso extraída de las Antimemorias de Bryce Echenique y referida al más célebre de los microcuentistas hispanoamericanos: “El escritor guatemalteco Augusto Monterroso es tan chiquito, pero tan chiquito, que de él dicen sus amigos, en México, que no le cabe la menor duda”.
Pues, si las anteriores citas han despertado la morbosa curiosidad del lector, le recomiendo que corra hasta su librería más próxima y se haga con un ejemplar de este divertidísimo volumen de anécdotas y casos reales que Julián Moreiro ha compilado bajo el sugerente epígrafe de Escritores a la greña. Envidias, enemistades y trifulcas literarias. En él encontrará una inmensa sucesión de literatos que aparecen retratados a través de sus excesos verbales y de sus enfrentamientos fratricidas, motivos extraliterarios que también delimitan el contorno real del creador -de su ingeniosidad y de sus modales- y perfectamente complementarios con las obras que de ellos se conservan.
Así, se remonta Moreiro hasta el fin del siglo XIX -sería igualmente interesante dejar constancia de estas disputas en otras épocas anteriores-, para aterrizar entre modernistas y noventayochistas, ahondando en biografías particulares y dedicando capítulos a Valle-Inclán, Darío, Baroja y Azorín. Posteriormente, se repasa el periodo de de Entreguerras, con las Vanguardias y el 27 como protagonistas (Juan Ramón, Buñuel-Lorca-Alberti, Cernuda, Diego, Borges y Neruda-Huidobro-Rokha), para concluir el recorrido en la contemporaneidad (Cela, Octavio Paz-Elena Garro, Umbral, Vargas Llosa, Javier Marías, Bolaño, Laforet, Bryce o el caso Fortes-García Montero). Por último, y como colofón, el autor incluye un “inventario de impertinencias” que, a manera de apéndice, ordena alfabéticamente un completísimo y desternillante repertorio de citas y textos “cuyos autores se muestran descorteses, insolentes o groseros con otros”.
Pero, a diferencia de anteriores libros análogos que profundizaron en la frivolidad y en el tópico, Escritores a la greña destaca por su exhaustividad, fruto sin duda alguna del pleno dominio que tiene el autor sobre la historia literaria en lengua española; no en vano Moreiro es filólogo, ha ejercido como docente durante más de treinta y cinco años y ha abordado ediciones y estudios en torno a Ana María Matute, Camilo J. Cela, Carmen Martín Gaite o Mihura, entre otros.
De esta manera, puede entenderse que su trabajo no sólo persiga arrancar la sonrisa de esa “inmensa mayoría” de lectores que se acercarán al libro de manera casual bajo reclamo de su título, sino que, de idéntico modo, también servirá como asidero a todo aquel especialista que se proponga analizar la trayectoria literaria de alguno de los autores aquí citados, y que podrá rescatar de este Escritores a la greña la cita estilística más descarnada para alimentar así su propio aparato crítico y dar picante a su guiso. Porque,… ¿quién podría resistirse a la tentación y no utilizar en una monografía sobre Guillermo Cabrera Infante este cruel veredicto emitido por el poeta Antonio Martínez Sarrión?: “Construye su castellano de la siguiente manera: “Fue después que descubrió la literatura como devoción y se hizo…”, etcétera. ¡Qué despilfarro de fues y ques inútiles, en tiempos de sequía tan pertinaz!”. O, por otro lado, ¿quién reservaría en su tesis doctoral la siguiente opinión del falangista Eugenio Montes -recogida por Jaime Capmany en El jardín de las víboras– resumiendo la poética celiana?: “¿Sabe usted cómo escribe Cela? […] Pues Cela pone en la cuartilla, por ejemplo: “La Catira se levantó aquella mañana de mal humor”. La frase le parece suave, y corrige: “La puta de la Catira se levantó aquella mañana de mala leche”. Aquello todavía no le llena del todo, y añade: “La puta cabrona de la Catira se levantó aquella mañana de mala leche”. Pues no se conforma, sobrescribe y concluye: “La puta cabrona de la Catira se levantó aquella mañana de mala hostia”.
Resumiendo y para concluir, este Escritores a la greña supone un gran acierto y puede definirse cursimente como un soplo de aire nuevo que hoy refresca los anaqueles de las librerías. El deseo particular de este modesto reseñista es que ojalá el relato de estas trifulcas llegue a los oídos de nuestra muchachada logsiana, incitándola también a conocer algo de la historia de nuestras letras. A lo mejor, los más jóvenes se olvidan de esas discusiones televisivas a grito pelado y encuentran más interesantes estos enfrentamientos verbales que Julián Moreiro ha recopilado para deleite y disfrute de todos. Mientras tanto sólo me queda aconsejarlo. Léanlo ahora que llega el verano y, eso sí, procuren no intoxicarse con el veneno que destilan algunos de nuestros más insignes literatos. Por último, recuerden el mensaje y transmítanlo: la literatura puede ser hasta divertida.