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Ni falta que hace

Esto no es AmericaEDUARDO CRUZ ACILLONAJordi Puntí nunca deja de sorprenderme. Y lo digo tanto en el sentido literario como en el literal. En su momento, hablo de 2002, me cautivó su manera de narrar cuentos en Animales tristes. Tiempo después, hablo de 2010, me fascinó su manera de retratar personajes y toda una época en nuestro país subido en un camión en Maletas perdidas. Y lo vuelve a hacer ahora, hablo de 2018 aunque me refiera a 2017. Me explico:

Andaba yo ojeando su último libro, Todo Messi (Anagrama, 2018), y pensando que nuestro caótico experto en ensayo Rafa Castaño haría una gran reseña del libro, cuando en la biografía del autor descubro que en septiembre de 2017 ha publicado, también con Anagrama, un nuevo libro de relatos titulado Esto no es América. Cómo se me haya podido pasar semejante publicación durante tantos meses, con lo fiel seguidor que soy yo de este hombre, es algo que no puedo concebir ni perdonarme.

Tras los autorreproches, me queda la satisfacción de poder sumergirme en nueve relatos que llevan el sello de uno de nuestros mejores relatistas en catalán y castellano, con la venia de Quim Monzó y Sergi Pamiés, claro.

Se trata, como digo, de nueve cuentos que fueron en su día escritos por encargo (algunos se publicaron hace más de quince años) y que, sin embargo, una vez pasados por la revisión necesaria para su publicación conjunta, guardan un sentido de unidad que gira en torno a la soledad que acompaña a los diferentes personajes que protagonizan cada una de las historias. Personajes solitarios, buenos (en el sentido más amplio de la palabra), reales, cotidianos.

El propio Puntí apunta en la nota final una nueva coincidencia “no prevista: la música desempeña en ellos un papel destacado, que no siempre es meramente decorativo o atmosférico. Supongo que es inevitable: quiero decir que en la trama del libro se transparente mi curiosidad musical. Por eso, mientras preparaba la recopilación, me pareció que el título debía reflejar esta presencia constante y me decanté por Esto no es América. Escrita y grabada por David Bowie y Pat Metheny, «This Is Not America» es una canción que me gusta por la serenidad que transmite (…)”.

Conocido, pues, el origen y justificación del título, también podríamos afirmar que esta colección de cuentos no es América aunque en ellos se escuche la misma musicalidad, por seguir con el símil del párrafo anterior, que en algunos de los relatos de Paul Auster. No en vano, Puntí es traductor del norteamericano. Y algo parecido podríamos decir de Todo Messi y Daniel Pennac (otro de sus “traducidos”), pero esa ya es otra reseña distinta.

Al igual que Auster con Nueva York, Puntí escoge Barcelona como escenario recurrente de sus historias. Así, en “Vertical”, un hombre trata de no olvidar a su pareja trazando sobre las calles el dibujo de su nombre. A lo largo del paseo le vienen recuerdos de la época en que estuvieron juntos, antes de que ella muriera ahogada en su propio vómito. Si esta forma de narrar la historia no remite a la Trilogía de Nueva York de Paul Auster escribiendo sobre el mapa de las calles, que venga su gran amigo Vila-Matas y lo desmienta.

En “Intermitentes”, un hombre se hace pasar por viajante y nos narra una surtida y original variedad de historias que le suceden haciendo autostop, siempre en el mismo punto y con similar destino. Imposible no trasladar la mente a la América de Arthur Miller y de Cormac McCarthy.

Ese mismo perfil de personaje, un perdedor solitario, aparece en “Riñón”, “La madre de mi mejor amigo” o “Siete días en el barco del amor”. Y a pesar de parecer siempre el mismo, Puntí consigue que sus historias nos atrapen y nos sorprendan, buscando en los recovecos de la narración sorpresas e inesperados giros hasta la resolución de un final no siempre cerrado.

En otras ocasiones, el autor utiliza el recurso de hacer coincidir al protagonista con otro personaje, que es quien llevará el peso de la narración, colocando al primero en la misma posición de espectador que el propio lector, lo que ahonda en esa complicidad a la hora de leer y de sentirse partícipe de la historia, que es, exactamente, la mejor definición de “leer”. Así, en “Premio de consolación” un hombre saca a pasear a su perro y en el camino coincide con otro hombre que le cuenta una historia sobre su antigua novia, detonante de la acción que se desarrolla a continuación. Ahí están las coincidencias y cruces de historias marca de la casa austeriana. Lo mismo ocurre, por ejemplo, en “El milagro de los panes y los peces”, donde dos antiguos amigos se reencuentran en Barcelona y uno le cuenta su vida al otro, introduciendo, a la ya extensa galería de perdedores que transita por las páginas del libro, la curiosa figura del cooler, persona contratada en los casinos de Las Vegas (y de Barcelona, porque esto no es América) para cortar la buena racha de algunos clientes.

Por último, por si aún no estábamos del todo satisfechos con el alarde de originalidad que propone Puntí en estos cuentos, cierra el libro “La paciencia”, una especie de experimento narrativo, metaliterario, en el que un escritor es invitado en una ciudad alemana a compartir cena con otros nueve invitados a cambio de que de aquel encuentro escriba un relato. Lo que comienza en primera persona torna en tercera para dar paso como personaje al propio autor. Entre medias, Puntí nos regala una original y brillante reflexión sobre la figura del escritor: la diferencia entre cazadores y pescadores.

Como esto no es América, no tenemos a Paul Auster. Pero como esto es Literatura y esto es Barcelona, tenemos a Puntí (“Y a Messi”, añadiría él). Y no necesitamos más.

Esto no es América (Anagrama, 2017), de Jordi Puntí | 208 páginas | 16,90 euros

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