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Normalidad soviética

LUIS ANTONIO SIERRA | Cuando decido leer un libro, no suelo dejarme llevar por su estética, su portada o su formato exterior. De hecho, mi elección – aparte de la crítica, los consejos de mi librero y amigo, o de mis propios intereses – viene muchas veces también condicionada por el tamaño de la letra y el interlineado más que por ese aspecto externo. Tengo que estar muy motivado para leer un libro con una letra especialmente pequeña o un interlineado muy estrecho y he de reconocer que esto, además, viene fundamentalmente condicionado por los años, que no perdonan – y la presbicia tampoco. Aún así, es verdad que hay libros que no entran por los ojos, lo cual puede que tenga que ver, entre otras cosas, con el empeño que ponen (o no) las editoriales en hacer sus publicaciones atractivas a la vista, o con la confianza que el editor pone en la calidad del material que nos presenta independientemente de su envoltorio. Yo creo, sinceramente, que, aun no siendo portada y formato una cuestión de vida o muerte, quienes se dedican a estas cosas solo deberían tener una cosa presente: que el continente no repela la posibilidad de hincarle el diente al contenido. Y para muestra, un botón: el tremendamente interesante ensayo de James Lovelock, Novaceno, publicado en España por Paidós, cuya cubierta repele; si dependiera de ella para su elección, no lo habría leído ni por casualidad. Menos mal que tengo gente alrededor que con buen criterio me lo recomendó y lo pude disfrutar a pesar de su aspecto exterior.

Sin embargo, la mayoría de las editoriales – diría yo – se curran muchísimo el diseño de las portadas y le dan muchísimas vueltas a qué poner en ellas. Lo sé por experiencia propia ya que la elección de las cubiertas de dos de mis libros, Irlanda del Norte, historia del conflicto e Irlanda, una nación en busca de su identidad, llevó a mi editor y amigo, Ramiro Domínguez, a dar muchas vueltas, a buscar distintas posibilidades, a bucear en fondos fotográficos, hasta que dio con un diseño y unas fotos que, está mal que yo lo diga, son prácticamente insuperables.

La editorial Automática – como otras que me vienen a la cabeza como Capitán Swing, Hoja de Lata, Candaya, Tres Hermanas, o la propia Sílex, por mencionar algunas – es ejemplo de trabajo concienzudo del diseño de sus frontales y suele concentrar en una sola imagen el carácter de la narración, de su autor, de los personajes que habitan el libro. Esto es lo que me llamó la atención de la cubierta de Una carpa bajo el cielo, de Liudmila Ulítskaya, si bien no fue decisiva para que me sumergiese en su lectura. Como mencionaba antes, las expectativas, los consejos pesan más que la imagen. De cualquier manera, sí que este diseño de Cinta Fosch se convierte en una muy ecléctica manera de contar una historia; una historia donde hay tres personajes principales, Iliá, Misha y Sania, los tres relacionados con la creación artística en fotografía, literatura y música, y enmarcados en un contexto histórico muy concreto, esa carpa que representa la Unión Soviética desde la muerte de Stalin hasta la desintegración del país. Esa portada también nos habla de silencios, de secretos y de ese gran hermano presente de una forma u otra en la vida de los ciudadanos y ciudadanas de la URSS.

Evidentemente, el libro de Ulítskaya es más de lo que se puede desprender de su cubierta. De hecho, viene, por ejemplo, a corroborar ciertas imágenes y estereotipos que teníamos en Occidente sobre esa época, aunque también arroja luz sobre aspectos que habitualmente han pasado de largo en el mundo capitalista porque, fundamentalmente, no interesaba incidir en ellos. Me refiero a comportamientos y actitudes muy similares a los existentes en las sociedades capitalistas como la realidad de una clara división de clases en la sociedad soviética, o las diferencias de estatus socioeconómico de los poderosos respecto al resto de la población; me refiero a las mismas vergüenzas de las que nos quejamos por aquí y de las que se suponía que eran ajenas en el paraíso comunista. La puesta en práctica del socialismo no dio los resultados esperados, si bien no es excusa para desistir en el empeño.

Una carpa bajo el cielo son muchas historias, pero es, principalmente, una reflexión sobre la libertad, sobre el silencio (la censura y la autocensura), sobre significarse o no, sobre la valentía, sobre la aceptación. Hay muchas lecturas en este libro cuya cubierta nos anima, nos seduce, nos invita a introducirnos en ellas y disfrutar del libro más ambicioso escrito por Ulítskaya en toda su carrera literaria.

Una carpa bajo el cielo. (Automática, 2023) | Liudmila Ulítskaya |Traducción de Yulia Dobrovólskaya y José María Muñoz Rovira | 750 páginas| 32 euros.

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