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Normalidades trastornadas

ANA BELÉN MARTÍNEZ | Rachel Cusk cuenta el fin de su matrimonio y separación en Despojos. Un libro auténtico en el que la escritora canadiense descorre las cortinas y abre de par en par sus ventanas interiores. El concepto del amor conyugal, el arquetipo de familia a seguir, lo planeado hasta entonces, estalla por los aires y los pedazos de carne caen sobre el capó de un coche en marcha junto a una casa en llamas. La normalidad revienta y sus pedazos abrasan. La normalidad, ¿qué es la normalidad? Rachel Cusk la define como el delicado equilibrio que alcanza la vida cuando no hay trastornos. La normalidad es capaz de no resistirse a nada y de sobrevivir a casi todo, añade. ¿Pero qué sucede cuando la normalidad arrastra consigo el trastorno como una masa pegajosa, cuando lo acomoda, incluso cuando lo lleva implícito en el propio ADN? Al fin y al cabo cada uno vive la «normalidad» como cantaba Sinatra: a su manera. 

María Bastarós (Zaragoza, 1987) nos asoma a una serie de normalidades trastornadas en No era esto a lo que veníamos, un peculiar libro de relatos publicado por la editorial Candaya. Por las ventanas abiertas de la escritora aragonesa, historiadora de arte y autora de otros libros como Historia de España contada para niñas, desfilan personajes identificados con el título: No era esto a lo que veníamos. En algún momento de las narraciones, como sucede en la vida, los protagonistas se enfrentan a inclementes golpes de realidad, violentas sacudidas fuera de lugar y esperanzas insatisfechas. Bastarós afila al máximo el lápiz para arañar con destreza personajes aparentemente corrientes, para luego retorcerlos al límite en unas existencias que se desenvuelven bajo el ala de la maternidad —en sus distintas posiciones y perfiles—, la precariedad laboral, la perturbación capitalista, los peligros y las consecuencias catastróficas del amor romántico, los maltratos familiares o la pederastia más inesperada. 

La mayoría de los protagonistas de los relatos de No era esto a lo que veníamos son femeninos. Una niña huérfana, que no acepta la muerte de su padre y prepara una cita para que mamá vuelva a cenar con papá. Una mujer con dos demonios en casa y el amante en la gasolinera. Parejas idílicas en adosados pijos bajo la energía de un eclipse solar. Una embarazadísima trabajadora de un centro comercial en plena campaña navideña. La doctoranda enamorada del profesor y mentor pichabrava de universidad. La adolescente que se escapa y atraviesa un desierto para encontrarse con otros más perdidos que ella… Mujeres, adolescentes y niñas todas ellas habitantes de realidades con pulsos alterados. 

De los trece relatos que componen el libro, nueve de ellos están escritos en presente y en tercera persona, alternando formas entre el cuento clásico y el cuento moderno, o lo que es lo mismo, entre el modo tradicional y las escenas de vida —como las llama la cuentista argentina Valeria Correa Fiz—. Cada narrador cuida el detalle bajo una panorámica basada en la observación inteligente y aguda, alejada de sentimentalismos. Los finales suelen provocar una sonrisa —no siempre feliz— pese a la bestialidad, o no, de lo que ocurre ante el corte sin anestesia.

Los relatos de Bastarós están vivos. Su potencia reside en la habilidad para introducir al lector en la oscuridad cotidiana, en el atisbo de lo impronunciable, en la fealdad del mundo desde lugares y personajes insospechados. Sus historias escuecen, corroen y dañan como una rata hambrienta que se cuela dentro de nuestra ropa, aunque sin salpicar ni mostrar sangre. Leyendo a Bastarós se experimenta una sensación aproximada a la que se siente al leer a autoras como Mariana Enríquez o María Fernanda Ampuero: sin frenos hacia el abismo. Se sale con vida de los relatos de Bastarós, con vida pero tocada. Sobre todo tras leer Los que mantienen el fuego, el último relato y el único protagonizado por un personaje masculino y que apunta a la pederastia desde donde no se suele mirar: la empatía. Maravilloso, que diría la Pantoja. 

No era esto a lo que veníamos (Candaya, 2021) | María Bastarós | 224 páginas | 17 euros

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