LUIS ANTONIO SIERRA | En este tiempo que nos ha tocado vivir nos hemos familiarizado con el significado del término shock – o estrés – postraumático. Con esta expresión nos pasa un poco como con el cuento de Pedro y el lobo, es decir, que de tanto usarla al final nos insensibilizamos respecto a su auténtico significado y sus consecuencias más directas. Además, para los que ya frisamos en los cincuenta, esta locución también nos es relativamente novedosa ya que en nuestra más tierna infancia – y adolescencia –, cuando no éramos del todo conscientes de lo que teníamos a nuestro alrededor, las secuelas de un trauma se calificaban de forma mucho más rudimentaria y, quizás también, sin darle la dimensión real que estas experiencias tienen para la gente que las sufre. Por si alguien no se hace una idea de esto, de cuáles pueden ser las consecuencias para aquellas personas que están ahora mismo bajo los inmisericordes bombardeos de la aviación rusa, o para los palestinos que sufren día sí y día también los ataques sionistas, o – más cerca de casa – para aquellas mujeres que viven bajo el yugo de un maltratador, no sería mala idea leerse Los años que no de Lidia Caro.
Como ya hemos dicho en alguna ocasión, una de las funciones de la literatura que a este reseñista le parece más importante es la de darnos a conocer el mundo para poder entenderlo y ser capaces de llegar a empatizar entre quienes lo habitamos. Pues Los años que no, aparte de su indudable calidad literaria, cumple con este requisito y nos sitúa delante de una experiencia – por llamarla de alguna forma – que desgraciadamente no dejan de padecer muchísimas mujeres en todo el mundo. Probablemente no somos conscientes de la auténtica dimensión de los abusos sexuales que se dan en nuestras tremendamente patriarcales sociedades; probablemente, solo seamos conocedores de este problema, y consecuentemente nos escandalice, cuando los medios de comunicación sacan a la palestra violaciones que hayan podido incluso haber terminado con la vida de la mujer atacada; pero son más, muchas más, las que no salen en las noticias, las que transitan los abusos entre sentimientos de culpa, incomprensión o hasta incredulidad por parte de allegados e instituciones. Estos traumas se pueden superar – o no – y dependerá de cada una, de sus fuerzas, o de la ayuda que pueda recabar y/o aceptar. De todas formas, y como nos cuenta Lidia Caro, siempre quedará la cicatriz tras cerrar la herida; la marca, el estigma que puede permanecer para siempre. A lo largo del camino que se recorre hasta llegar a ese punto, o sea, esos “años que no” que la autora nos cuenta, una puede perder el norte y llegar a hacer cosas de las que luego no sentirse especialmente orgullosa, sobre todo, aquellas relacionadas con el maltrato al cuerpo, a una misma y que provienen probablemente de ese sentimiento de culpa que mencionábamos unas líneas más arriba y que en ocasiones solo puede ser mitigado con castigos tanto físicos como mentales.
Todo esto – y algunas cosas más – es Los años que no, un libro tremendamente crudo, pero al mismo tiempo liberador, una novela funcional, un manual de instrucciones para aprender a sobrellevar experiencias como las que sufrió la narradora, aunque ella misma insista en no pretender ser modelo de nada. Pero una cosa es la intención y otra la realidad, y seguramente habrá quienes encuentren en esta novela una explicación, una ayuda, un soporte.
Los años que no (Editorial Barrett, 2021) | Lidia Caro | 236 páginas | 18,90 euros