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‘One-hit wonder’

mal-dadas

Mal dadas

James Ross

Sajalín, 2013. Colección «Al margen»

ISBN: 978-84-940627-3-5

355 páginas

21,50 €

Traducción de Carlos Mayor

Epílogo de George V. Higgins

 

 

Fran G. Matute

Aun siendo un término utilizado, sobre todo, en el mundo de la música también existen ‘one-hit wonders’ en las letras. Mal dadas (1940) de James Ross es un claro ejemplo de ello. Pero, curiosamente, aquí la etiqueta le viene impuesta porque ésta es la única novela que publicó su autor y el “éxito” hay que atribuírselo, entiendo, más a una cuestión de prestigio que al número de ventas computables: no es moco de pavo que tu primera y única novela sea alabada por Raymond Chandler y Flannery O’Connor.

Sacar a colación el entusiasmo de Chandler y O’Connor por Mal dadas tiene su sentido, más allá del posible reclamo publicitario. A Ross se le ha catalogado como “el inventor del ‘noir’ sureño” y si damos por buena esta afirmación la verdad es que no pudo tener mejores padrinos. En Mal dadas (extraña pero efectiva traducción del original They Don’t Dance Much) las dificultades económicas provocadas por la Gran Depresión y los efectos de la Prohibición son el verdadero protagonista y, al igual que en la narrativa de Erskine Caldwell, en sus páginas queda perfectamente reflejada la idiosincrasia del sureño en su particular relación con el medio rural. Y como en Pacto de sangre (1936) de James M. Cain, el mal no nace en la obra de Ross de mentes criminales organizadas sino que el delito es cometido por ciudadanos de a pie. Los criminales ya no son ladrones profesionales, asesinos a sueldo o gángsters sino que la violencia se ejerce entre iguales. Los impulsos más bajos del ser humano serán puestos a prueba en esta novela que retrata el macabro plan ejecutado por dos almas codiciosas y sin escrúpulos contra uno de sus vecinos.

Quizás sea casualidad pero Mal dadas me parece que ofrece bastantes paralelismos con otra obra rescatada recientemente por la editorial Sajalín: El callejón de las almas perdidas (1946) de William Lindsay Gresham. Otro ‘one-hit wonder’ de la década de los cuarenta que lidia también con las bajezas del ser humano y que nos pone de manifiesto, al igual que hace la novela de James Ross, que el dinero y el sexo mueven el mundo. Pero a pesar de la más que interesante recreación que hace Ross de la vida en las carreteras secundarias de Carolina de Norte y de la sugerente y efectiva trama que monta alrededor del supuesto botín escondido en casa de uno de los vecinos de Corinth -lugar en el que transcurre Mal dadas-, tengo que confesar que la lectura de esta novela se me ha hecho en ocasiones cuesta arriba por su excesiva, para mi gusto, tendencia al detallismo descriptivo y también porque, como apunta George V. Higgins en el epílogo, la prosa que gasta bien podría haber sido un poco más áspera, más maliciosa.

Pecadillos de principiante al margen, lo cierto es que Sajalín lo ha vuelto a hacer. Se ha sacado de la manga un título tan ignoto como interesante. Ha puesto de nuevo en el mapa a un escritor potente que, según se cuenta, dejó al morir una segunda novela que todavía permanece inexplicablemente inédita. Y así, a base de “maravillas de un solo éxito”, picoteando de aquí y de allá, está Sajalín construyéndose un impecable álbum de ‘Greatest Hits’.

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