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Outsider sin quererlo

El hijo del futbolista

Coradino Vega

Caballo de Troya, 2010

ISBN: 978-84-96594-38-8

144 páginas

12,90 €

Daniel Ruiz García

Un lugar común en esto de la crítica literaria tiene que ver con valorar las óperas primas con cierto prisma condescendiente, como si las primeras obras siempre fueran un contenedor de talento aún poco domesticado con impericias en todo caso disculpables por mor de la edad o la falta de oficio. “Para ser la primera no está mal” viene a ser siempre el diagnóstico final, con el que el debutante acaba por sentirse satisfecho, incapaz a su vez de quitarse de encima el complejo de culpa por su inevitable condición de neófito.

Los tópicos están para romperlos. Y eso es precisamente lo que hace Coradino Vega con El hijo del futbolista. Una primera novela que sorprende desde la primera página por su voz y sobre todo por su inteligencia para armar un artefacto narrativo al que no hay por dónde descubrirle las costuras.

Coradino Vega pertenece a la generación de los nacidos en los años 70, y cuya adolescencia transcurrió en los inicios de unos 90 marcados consecutivamente por el boom nacional derivado de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla en el 92 y por la crisis política y económica que aconteció poco después. Una generación influida por el discurso audiovisual y por la irrupción de los nuevos medios como ninguna hasta la fecha. Las primeras hornadas de ciudadanos nacidos en democracia, que sobre el papel han tendido sobre todo a propuestas literarias bien con un sentido marcadamente lúdico y escapista o bien con una fuerte vocación experimental, profundizando en la incorporación de los nuevos lenguajes y las nuevas realidades de eco postmoderno a la literatura. Tanto en uno como otro caso, se ha virado hacia una disolución del concepto de la literatura como instrumento revelador de realidades, como una herramienta de interpretación del mundo, algo que definitivamente parece haber caído en desprestigio entre los autores más jóvenes, debido probablemente a cierto empacho o a la consideración de que cualquier literatura de aire comprometido es una literatura menor.

En este sentido, Coradino Vega surge como una verdadera rara avis en la joven narrativa española. Cuando la mayoría anda embarcada en debates trasnochados sobre la verdadera etimología de la novela y sobre los límites de la ficción, o cuando otros muchos se afanan en revisitar géneros como el de la novela negra o la novela gótica o la ciencia ficción recurriendo sin prejuicios al pastiche envuelto en forma de homenaje, Coradino ha escrito un libro comprometido. Un libro que cuenta una historia humana, cercana, familiar, sobre un trasfondo marcadamente social. Un libro real, sobre personas de carne y hueso, donde hay un posicionamiento moral, una toma de partido, una asunción de responsabilidad.

La historia transcurre en un pueblo localizado en el corazón de las minas de Río Tinto, en Huelva. Un pueblo que soporta el lastre de un pasado colonial, en el que «los ingleses», a través de la compañía responsable de la explotación minera, hicieron y deshicieron hasta esquilmar todos los recursos, marcando para siempre la vida de muchas familias y favoreciendo una compleja red de relaciones en las que aún prevalece el resentimiento y cierta “conspiración de silencio” social, en la que los herederos de la antigua oligarquía impuesta aún gozan de visibilidad. En medio de este escenario, un joven estudiante, hijo de un futbolista que renunció definitivamente a la gloria balompédica en beneficio de su dedicación a la familia, afronta la preparación de los exámenes que poco más tarde le llevarán a elegir una carrera universitaria. Un momento de cambio, de previsible ruptura, en el que el personaje se ve abocado a avanzar en medio de la presión familiar, la presión de su entorno y sus propias relaciones con profesores, amigos y pareja.

Lo más estimable de esta novela está en lo que cuenta, pero yo me quedo más bien con cómo lo cuenta. Desdiciendo esa tendencia habitual a “decirlo todo” que caracteriza a cualquiera que se lanza a escribir una novela por primera vez, Coradino Vega utiliza con magisterio un estilo contenido, sobrio, preciso. Un estilo que convierte en invisible los hilos, las junturas, y que se lee con la limpieza con que se contempla un amanecer diáfano. Nada resulta forzado en el estilo de Coradino, todo está donde debe estar, y ni por asomo nos llevamos la impresión de que ese trabajo de aparente sencillez es fruto de un agotador esfuerzo de pulido. Pero debe haberlo habido, de eso no hay duda, porque al igual que en una canción en que todos los acordes funcionan con armonía para que la melodía resulte agradable, en este libro la cadencia, el ritmo, el fraseo resulta sospechosamente sencillo. Demasiado para que resulte fruto de la exclusiva inspiración, y no de un trabajo de esfuerzo artesano. De oficio.

Apelando a una buena historia bien contada, una historia humana y real, creo que Coradino ha conseguido algo que no se proponía. Convertirse en cierta manera en un outsider dentro de su generación, mucho más tendente al aspaviento, al griterío, al reclamo visual. Habrá que estar atentos a la próxima. Los mimbres, desde luego, son excelentes.

admin

7 comentarios

  1. Esta también me la apunto, que tiene muy buena pinta… De hecho, por lo que escribes sobre Coradino Vega me ha venido a la mente el escrito zaragozano Miguel Serrano Larraz… Si no lo has leído, te lo recomiendo enérgicamente…´su colección de relatos «Órbita» me dejó patidifuso…

  2. Ya te leí la reseña en tu blog. Tenía una pinta estupenda, desde luego. Este de hoy es muy recomendable, píllatelo si puedes.

    Gracias por tu interés, Fran. Eres uno de los lectores más fieles de «Estado crítico».

  3. La reflexión que haces en el primer párrafo me parece sumamente interesante. y necesaria. Pasa también en otros ámbitos como el cine: se suele saludar la llegada de nuevos talentos con mucho ruido y al tiempo con una condescendencia manifiesta, para después dejar caer en el olvido a las antiguas promesas y promocionar a las nuevas, generando un círculo (mediático) vicioso del que un autor no consagrado ni primerizo suele ser incapaz de salir

  4. Dos cosas: bien por Coradino Vega y no irse a Nueva York y quedarse donde pertenece (metafóricamente). Esto (un poco) entronca con lo que os conté sobre Paseador de perros. Yo también me apunto esta novela.
    Y los nacidos en los 70… estamos prontos a dejar de ser «jóvenes escritores». Vamos, que no.

  5. Pepe, yo creo que tiene que ver con la cuestión de «lo nuevo, lo joven» como reclamo de venta, una cosa que en literatura, y en literatura castellana, siempre ha funcionado bastante, desde los tiempos de la concesión del Nadal a la joven Laforet.

    Carolink, no sé a quién le leí o le escuché que se estaba produciendo algo bastante curioso en la literatura española, y era que la media de edad de los autores que publicaban su primera obra se había retrasado una década, de manera que ya es muy raro, como no lo era hace 10, 20 años, encontrar a autores que publiquen en el friso de la veintena. Nuestros nuevos escritores jóvenes se mueven ya en los treinta. Esta observación plantea un debate interesante, que es bastante recurrente entre los jurados de premios literarios consagrados a aspirantes jóvenes, donde la calidad suele ser un bien bastante escaso. ¿Precisa la novela de madurez, de años? Creo que está comprobado que la poesía no, pero ¿y la novela?

  6. Daniel, de nuevo, otra excelente crítica.Enhorabuena.

    Una cuestión: ¿podríamos decir q Vega juega en el mismo equipo que Julián Rodríguez?

    Saludos

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