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Palpando palabras

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Escritos en la corteza de los árboles

Julia Uceda

Fundación José Manuel Lara, 2013. Colección «Vandalia»

ISBN: 978-84-96152-75-1

89 páginas

11,50 €

 

 

Rafael Suárez Plácido

Nunca he sido partidario de los prólogos en los libros nuevos de poesía. Casi siempre me parecen un recurso publicitario, un texto laudatorio de un amigo o, en todo caso, la bendición no merecida de un autor o crítico más relevante que el mismo libro. Casi siempre son mentiras. Repito: me refiero a “los libros nuevos”. Obviamente, quedan excluidas las reediciones, las antologías o las colecciones de poesías completas que, normalmente sí los justifican. ¿Por qué esta aclaración? Porque este es un libro excepcional, en varios sentidos. Ahora me refiero a que el breve ensayo “¿Somos quienes quisimos ser?” con el que Julia Uceda inicia Escritos en la corteza de los árboles es no sólo pertinente, sino maravilloso y muy esclarecedor. Se trata de un texto con tintes autobiográficos y metapoéticos, que nos va a ayudar a aclarar algunos interrogantes que podría plantear no solo este libro, sino toda la obra poética de la autora. Su motivación tiene que ver con la idea de que “la página es un pozo blanco en el que lo que cae se transforma y modifica desde el oscuro punto que lo impulsa”. Los poemas de Julia Uceda se bastan y se sobran por sí mismos para ser valorados, pero el conocimiento de lo que los rodea los hace aun más imprescindibles. No todos los poetas, ni todos sus libros, podrían resistir este tipo de ensayos. Más bien ocurre al contrario, es muy difícil ser consecuente con uno mismo. Julia Uceda distingue entre dos tipos de poesía: la  que siempre repite lo que ya se conoce, lo que se ha dicho otras veces, y la que trata de buscar algo nuevo. Esta última, la más difícil de encontrar, la más subversiva, la que encontramos en estos Escritos y en gran parte de la obra anterior de la poeta sevillana, es la que sí puede plantearse este tipo de apuntes hermenéuticos, que no la hacen ni mejor ni peor, pero ayudan a desentrañar esos “símbolos o mitos personales que oscurecen el poema”.

Leemos también en dicho ensayo que le incomodaba cuando algún crítico la llamaba “pensadora”. Ella se considera poeta y piensa que “la escritura poética se apoya en algo tan elusivo como las emociones.” Y sí, es cierto, pero al tratar de traducir esas emociones y de buscarles un motivo, la labor del poeta se confunde con la del pensador. Bastantes son los grandes poetas que han elaborado en su obra un pensamiento propio, no siempre demasiado bien estructurado, no siempre encontrando las respuestas, pero sí acercando al lector a ellas y facilitándole el camino de su propia vida. Además, el pensamiento, desde sus orígenes más arcaicos, se confunde con la poesía y, en los últimos siglos, digamos que desde su citado Nietzsche o desde la obra de algunos ilustrados franceses, ha vuelto a ese carácter fragmentario e impresionista que comparten algunos poetas. Yo he gozado leyendo “¿Somos como quisimos ser?” casi tanto como el resto del libro, como la parte más propiamente poética de Escritos en la sombra de los árboles.

El libro se estructura en torno a una pregunta que la autora reconoce como la pregunta primigenia, en el sentido de que fue la primera pregunta que recuerda haber hecho a los adultos cuando era una niña y, al quedar sin respuesta, la pregunta sobre la que ha girado toda su obra: “¿dónde estaba yo antes de estar aquí?” El “yo”, el “estar” y el “aquí”, además del concepto mismo de preguntarse, de la necesidad de encontrar respuestas, son los materiales básicos que encontramos en el libro.

El “yo” es esa niña que mira con curiosidad el mundo que la rodea, la misma niña que aparece en las fotos que conserva y en los recuerdos que no la abandonan, que siempre han estado ahí. ¿Había algo antes? No puedo evitar recordar la pregunta en la que se funda el pensamiento heideggariano: ¿por qué hay algo en lugar de no haber nada? Hay un poema muy breve que muestra ese interés y esa dificultad: “Conocer”. No me resisto a citarlo: “Recogió las palabras de su boca / y después las palpó. Aun así no supo / qué le quiso decir que nunca más diría.” Entiendo que este libro es un intento de saber lo que no supo y que palpar las palabras es esa labor que hace el poeta con el lenguaje.

En varios poemas del libro Julia Uceda poetiza sueños que ha tenido. De hecho, el autor más citado es C. G. Jung y esto se relaciona con la idea de que los sueños son otra fuente de conocimiento esencial de nosotros mismos. No siempre entendemos lo que significan, pero hay momentos en que tenemos que recurrir a ellos si queremos conocer a ese “yo”.

En la pregunta citada, relaciono ese “estar” con el tiempo. Julia Uceda reconoce que la poesía tiene que dar noticia de su tiempo. Cada libro suyo está motivado por los acontecimientos que ha vivido: la república, de la que tiene fotos antiguas y vagos recuerdos, y que puede funcionar como un paraíso perdido especialmente por las personas que lo han evitado, la dictadura, que influyó y de qué manera en toda su generación, la del cincuenta, y de forma muy particular en ella misma por circunstancias personales, y la transición y sus desencantos. Referencias a personajes de esas épocas hay pocas en el libro. La más significativa es la de Hirohito, en el poema más extenso del libro, “Álbum”, que es quizás también el más hermoso: son varias estampas aparentemente inconexas de distintos momentos de los últimos doscientos años. Pero aun así se pregunta, cuando escucha a alguien que habla sobre ella: “¿Cómo saber en qué tiempo he vivido?

El “aquí” es clave en el libro. Lo ha sido en toda su poesía y, por tanto, en toda su biografía. El poeta tiene que dar noticia de su sitio. Y si no es un sitio, sino varios o ninguno, también. El “aquí” presente son casas semivacías, que le evocan otros “aquí” semejantes del pasado. En su jardín tiene un haya que le aportó el título de su libro anterior y, en este caso, también se trata de otro tipo de conversaciones con la naturaleza que habita. La autora ha pasado la vida viajando. “No desprecio nada, pero mi lugar es mi casa, esté donde esté.” Ha vivido en Sevilla, en Irlanda, en Estados Unidos y, actualmente, en Galicia. Empezó a tomar conciencia que quién era, o de quién no era, en París. Quizás por ello se pregunta: “esa mujer sentada, ¿a dónde va?”, “¿Desde dónde vino? ¿De qué sitio inhóspito, de qué espacio vano reúne fragmentos de otro pensar?” Las preguntas no suponen respuesta, de no ser así, no las haría. “Es posible que no haya llegado todavía.

La pregunta es clave en la poesía de Julia Uceda. Se pregunta por ese lugar en el que estuvo antes de estar aquí, o por el sonido que sonaba. Ese sonido es lo que ella quiere trasladar a su poesía. La dificultad para responder a las preguntas clave que nos harían comprendernos mejor es lo que motiva su poesía, es lo que motiva que sigamos considerándola una voz esencial en este tiempo. Porque aunque a ella no le basten, esas preguntas nos ayudan a ser algo mejores. Decir que Escritos en la corteza de los árboles, libro con el que la colección Vandalia, de la Fundación José Manuel Lara, continúa publicando todos sus libros de poesía, es uno de los mejores libros nuevos de un autor español que se han publicado este año en nuestro país quizá sea decir muy poco.

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