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París, bajos fondos


Gigolá

Laure Charpentier

Cabaret Voltaire, 2011

ISBN: 978-84-937643-6-4

288 páginas

19,95 €

Traducción de Lydia Vázquez Jiménez

Fran G. Matute

Para la mayoría, París fue y será siempre la ciudad romántica por excelencia. Pero no hay que olvidar que la capital francesa también tiene todas las papeletas para ser considerada el templo mundial del estupro y el latrocinio. El francés es reconocido unánimemente como el lenguaje del amor y la poesía, pero no deja de resultar curioso que de las pocas frases afrancesadas con proyección universal la mayoría hagan referencia a los instintos más bajunos del ser humano (‘ménage à trois’, ‘voulez-vous coucher avec moi (ce soir)?’…). Existe el París versallesco y el París, bajos fondos, que tan bien retrató Jacques Becker en su película.

Y es precisamente a ese París de la prostitución y del Moulin Rouge, al que se remite Laure Charpentier en su Gigolá (1972), intensa obra de iniciación, que transcurre durante la década de los 60, y que noveliza la vida de su autora, hoy día reconocida feminista que durante su juventud se escondió por los bulevares bajo el nombre de «Gigolá», una ‘garçonne’ lesbiana y proxeneta, que sintió esos bajos fondos parisinos a los que hacíamos antes referencia como pocas.

Como si estuviéramos ante la versión femenina del Pimp (1969) de Iceberg Slim, Charpentier nos cuenta sin reparos las manipulaciones de su personaje-alter ego, primero en el papel de conquistadora de una acaudalada viuda sin nada que perder y luego como conquistada por una doctora temerosa de vivir. Entre ambas se debate esta intensa historia de amor -¿por qué no llamar a las cosas por su nombre?- que no tiene miedo de tirar del realismo sucio cuando el párrafo lo requiere (no puedo dejar de comentar la «fascinante» narración de la penetración, bastón en mano, procurada a una anciana, escena que le ganó a la novela, comprensiblemente por otra parte, la censura de la época).

Escrita con pulcritud, gusto por el detalle (las ropas, joyas y demás estilismos se describen con el mismo mimo que los encuentros sexuales, sensuales y grotescos a partes iguales) y vocación novelística, Charpentier se siente cómoda jugando con este material tan escabroso, del mismo modo que hace con sus protegidas en la novela, sin llegar, en ningún momento, a rozar, a pesar de la dureza de algunos pasajes, el mal gusto ni la chabacanería.

Transgresora y dignamente reconocida como una obra pionera en el género, Gigolá es de esas novelas cuya publicación debe aplaudirse en todo caso. Servidor, que comenzó su lectura casi por encargo, reconoce en estas líneas que ha terminado subyugado con la historia y con un personaje y una estética que podríamos decir que está hoy más de moda que nunca, gracias a la reciente versión filmica de esta obra (dirigida por la propia Laure Charpentier) y a otras referencias cinematográficas como Tournée (2010) de Mathieu Amalric, que de alguna forma retratan con nostalgia la época del verdadero ‘burlesque’.

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