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Parresía

Lejos de Kakania

JUAN CARLOS SIERRA | Mi amiga Chelo sin quererlo se está convirtiendo en personaje de ficción literaria; quizá no en uno de esos protagonistas que lo abarcan todo, sino más bien en un secundario detrás de otros secundarios más, que es en realidad lo que se ajusta fielmente a su personalidad más que discreta. En los dos últimos años ya ha aparecido en dos libros muy distantes y distintos: Las voces de Carol (2018) de Clara Peñalver y Lejos de Kakania (2019), la última novela de Carlos Pardo. En el primer libro podemos afirmar que la material real, es decir, Chelo y sus circunstancias, le sirven a Clara Peñalver para construir un personaje de ficción puro y duro; en el segundo, se supone que aparece tal cual la Chelo real y sus circunstancias de finales del siglo XX; a saber: estudiante de Informática en Granada, amiga de Paz, la por aquel entonces novia del autor del libro que reseñamos, y según leemos en Lejos de Kakania con un asunto sentimental pendiente con Rafael Espejo, que siguió pendiente hasta al menos el final del tiempo que recorre este libro (páginas 222 y 279). Si nos ceñimos a los hechos y a las fuentes, esto es, a lo que mi amiga Chelo recuerda de aquellos días y de aquellas relaciones –salvando eso sí las traiciones y las ficciones de la memoria-, podemos afirmar que lo que se cuenta en Lejos de Kakania a propósito de ella no es cierto o no se ajusta milimétricamente a la realidad de su relación fugaz con el poeta Rafa Espejo, ni a sus filias y sus fobias de entonces ni a su virginidad o ausencia de ella.

¿Y todo esto a cuento de qué? ¿Vamos a hacer una enmienda a la totalidad de la novela de Carlos Pardo, una novela de esas que ahora se denominan de autoficción o novela personal (Serge Doubrowsky dixit) o novela autobiográfica o metaficción o…, porque se ha deslizado por el sendero de la inexactitud, de la falta a la verdad objetiva en un detalle más allá de lo anecdótico, casi insignificante? No, no se trata de eso, sino  de analizar hasta donde da de sí esta reseña y el género en el que se enmarca Lejos de Kakania sus contradicciones, sus paradojas, sus conversaciones con otros géneros,… Porque, además y por encima de todo, un género como el elegido por Carlos Pardo para Lejos de Kakania, que de alguna manera forma una trilogía genérica con sus dos novelas anteriores –Vida de Pablo y El viaje a pie de Johann Sebastian-, no se sustenta, aunque suene algo chocante, en la fidelidad respecto a la vida que cuenta, en su mímesis perfecta, sino en la verdad que pretende transmitir; la realidad autobiográfica en este sentido no es más que un recurso, una herramienta, igual que se podría haber optado por la ficción más tradicional o más pura. Porque una novela –o un poema, el género pretendidamente más confesional/autobiográfico- no es más que una mentira que cuenta una verdad.

Esta teoría o visión sobre la novela -¿una suerte de justificación ante errores como el de mi amiga Chelo?- aparece explícitamente en Lejos de Kakania de la mano del autor/narrador exactamente en la página 478, ya cerca del final: “La verdad de un libro no radica tan sólo en la veracidad de los hechos que se cuentan en él, sino en otro nivel menos consciente: las intenciones de uno cuando lo escribe. E incluso puede considerarse que el libro es más verdadero que la vida, o doblemente verdadero, pues la escritura obliga a elegir una distancia moral…”.

No conozco cuáles han sido exactamente las intenciones de Carlos Pardo al escribir esta novela y si las concebidas a priori se han cumplido una vez puesto el punto y final –quizá eso dependa más bien del lector, no obstante-. En cualquier caso, sí creo que la verdad de Lejos de Kakania se encuentra en la libertad absoluta y ‘parresiástica’ (concepto aportado por Foucault explicado en la página 481 de la novela) de tratar el tema de la amistad con todos sus vericuetos, miserias incluidas. Carlos Pardo podría haberlo hecho inventando desde cero un relato, pero ha preferido hacerlo desde el yo narrador y su relación con Virgilio, nombre supuesto tras el que está el autor de Adiós a la época de los grandes caracteres u O futuro, identidad por otra parte fácilmente reconocible para cualquiera que esté al tanto de la poesía española contemporánea.

Se trata de una indagación radicalmente sincera, descarnada; arriesgada, por tanto, y quizá catártica; una narración armada estructuralmente de forma circular, bien cerrada, bien resuelta, unitaria a pesar de la naturaleza digresiva de la narración en su conjunto. La vida sucede alrededor de los dos personajes protagonistas, que paródicamente se llaman o se reconocen en los nombres de Raktar y Takarito, alrededor de sus conversaciones y de sus silencios. La vida sucede a izquierda y a derecha como un zumbido, como un exceso de ruido, como un runrún de relaciones, de lecturas, de citas,…; de digresiones, en definitiva, que distraen por momentos o convergen, depende del caso, en la línea central aunque sinuosa de la narración.

A un relato de esta naturaleza también le viene bien un poco de dispersión genérica y ese humor entre irónico y paródico marca de la casa literaria de Carlos Pardo. Una dosis suficientemente clara al respecto la recibimos en la tercera parte de la novela, la titulada ‘Kakania’, que no es más –o ni más ni menos- que un larguísimo poema narrativo del viaje de Raktar y Takarito al corazón de Europa, a la Europa del Imperio Austrohúngaro –con sus aires entre decadentes y berlanguianos-, que rompe radicalmente el transcurso narrativo de la novela, igual que sucedía en El viaje a pie de Johann Sebastian con su parte homónima.

Estos ingredientes hacen de Lejos de Kakania  una novela de novelas, una obra difícil de abarcar –y menos en una reseña como esta-, una narración caleidoscópica y fragmentaria –como la vida misma-, absolutamente reconocible en su estilo, en su voz, una voz poético-narrativa singular la de Carlos Pardo, a pesar de que, entre otras muchas cosas, el autor reniegue de ese concepto a lo largo de la obra que nos ocupa.

No sé si mi amiga Chelo, en caso de que lea esta reseña y la novela de Calos Pardo, estará muy de acuerdo con lo que se cuenta en estas líneas y en Lejos de Kakania. No obstante, me imagino que podrá compartir un par de principios: primero, que ha saltado otra vez sin querer de personaje de novela a personaje de reseña crítica, si es que eso es posible, y ,en segundo lugar, que todo es cuestión de perspectivas, que no hay una verdad, sino varias, que la ficción tiene sus atajos, esos que ella como buena lectora que es conoce, y que esta reseña también tiene su punto de ficción, porque su verdad está, parafraseando al autor de Lejos de Kakania, en la intención desde la que se escribe, que no siempre va a coincidir con la interpretación de quien lee.

 

Lejos de Kakania (Periférica, 2019) | Carlos Pardo | 482 páginas | 22,90 euros

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