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Pay the Devil

9788416420315JOSÉ M. LÓPEZ | ¿Qué es Toma interior? Un libro de letras de canciones de Van Morrison en edición bilingüe. Vaya obviedad. Pues no tanto. Porque la estructura del mismo, donde aparece cada tema seguido, sin la más mínima información del disco o la fecha de aparición, me hizo caer en el error, en un principio, de afrontarlo casi como si de una antología poética se tratara. Así que me sentaba en mi sillón y leía “poema” tras “poema” en el más concentrado de los silencios. Pero, claro, ahí faltaba algo. Entonces, mientras repasaba la letra de “So Quiet in Here”, me puse los auriculares y el “Spoti” a todo meter, y aquello cobró sentido; entonces el sillón, la cama y las paredes de mi habitación se pusieron a tararear el tema y a moverse a su ritmo. Siguiendo esa misma estrategia me leí el libro entero. Y recuperé la cordura. Porque lo que aquí encontramos son letras de CANCIONES; canciones con un enorme poder lírico y de sugerencia, pero canciones, con sus estribillos y sus ritmos distintos a los de la poesía, subordinados a una musicalidad externa impuesta por la arquitectura instrumental.

Eso con respecto a cómo leer este libro. En cuanto a las letras de Morrison, pues en esta selección de temas realizada por él mismo encontramos todas las inquietudes que han acompañado su trayectoria, desde la alocada vida bohemia y de vagabundo de sus inicios con los Them (“The Story of Them”), a esa sempiterna nostalgia que atraviesa cada una de sus canciones. Nostalgia por un tiempo pasado idílico (“Got to Back”), por el paraíso bucólico que supone su Irlanda natal (“Irish Heartbeat”- grabado originalmente con The Chieftains-), o por el ansia de esa paz que solo se encuentra en las cosas cotidianas y sencillas (“So Quiet in Here”). También encontramos entre estas líneas al Morrison recto y moral, que condena inquisitivamente los pecados que envilecen al hombre de hoy en día, como el dinero o la hipocresía. Un Morrison que ve como ejemplo de persona digna al jornalero sencillo que realiza su trabajo de sol a sol, como el limpiacristales de la soberbia “Cleaning Windows”. Pero, al final, todas esas taras de la sociedad terminan provocándole hastío y fatiga, y este ‘spleen’ ante una vida que no comprende o le aburre le obliga a componer temas como “Meaning of Loneliness” o “Stranded”, tardíos, y marcados, quizás, por el peso de los años y la inexorable proximidad de la muerte.  

Frente a estos malditos órdagos con que la vida le reta, también encontramos aquí al Morrison que, a pesar de su pose de duro, admite que el amor es la fuerza más irrefrenable de la naturaleza (“Listen to the Lion”, “Warm Love”) y que hasta un irlandés hierático como él lo necesita como el oxígeno (“When That Evening Sun Goes Down”). Este tema tiene versos que transmiten tal grado de atontamiento amoroso, que el León de Belfast parece convertirse en un pequeño minino mimoso:

Keep you, Darling, from all fear

I wanna hold you oh so near

Nibble on your little ear

Libre de toda amenaza, querida,

Qué fuerte te estrecharé

Mordisqueando tu orejita

Pero, sin lugar a dudas, el tópico que más aflora a lo largo de la trayectoria lírica del irlandés es el fervor religioso. La búsqueda de Jesús en sus temas es una constante, pudiendo encontrárselo en lugares tan lejanos como una esquina de un callejón neoyorquino o un prado de Galway. No importa dónde, pero a lo largo de ese camino místico (“Into the Mystic”), esta presencia divina es la fuerza que le ayuda a sobreponerse (“See Me Through, Part Two), o la única que puede sanarle cuando está enfermo (“Did Ye Get Healed?”). Estas inquietudes espirituales dan como resultado ritmos cercanos al gospel, o temas encuadrados en un original e inconfundible ‘mystic soul’.  

Aun reconociendo que tanto tema místico me carga un poco, tengo que admitir que Van Morrison me parece uno de los mejores ‘songwriters’ del siglo pasado. Quizás por detrás de titanes como Bob Dylan o Lou Reed, pero a la altura de gigantes como John Lennon, David Bowie, Jim Morrison, Bruce Springsteen, Neil Young… bueno, la lista es larga. Opinen.  Y es que el de Belfast maneja un amplio abanico de registros líricos, desde el ‘slang’ propio de sus temas más macarras, pasando por el tono íntimo de sus canciones de amor, y terminando en la elevada cadencia ascética que la experiencia religiosa le requiere. Sí, Van Morrison escribe canciones, pero es un auténtico poeta en lo que se refiere al manejo del lenguaje, realizando auténticos malabares con las enumeraciones sorprendentes, los hallazgos metafóricos o la revelación rítmica. Y todo empapado de un lirismo distante, de una emoción contenida tan irlandesa. La traducción de Miquel Izquierdo no solo no desentona, sino que contribuye en gran medida a transmitir esta cadencia poética que cada canción transmite globalmente, aun sacrificando significados terminológicos parciales o recursos formales y musicales particulares que quebrarían este sentido general del texto.

¿Que qué es este libro? Pues puede que para algunos signifique una definitiva toma de contacto con las galerías del alma de uno de los poetas populares más grandes del siglo veinte; o puede, que, además de eso, sea, como lo es para mí, una magnífica excusa para recordar muchas de las mejores canciones de uno de los mejores músicos de ese mismo siglo. Un tipo con el que tenemos el lujo de poder contar hoy día, ya que sigue sacando discos y dando bolos por ahí a sus setenta y un palos; y no arrastrándose por el escenario, como otros, sino en plena forma, manteniendo la ética, la ilusión y el nivel de aquel que denominaron la mejor voz blanca de la historia del  rock. Me pregunto qué le lleva a seguir, a su edad, manteniendo este compromiso vital con la música. La respuesta está en sus canciones:

Have to pay the devil for my music

Keep on rolling from town to town

(“Pay the Devil”)

Debo pagar una deuda por la música

Seguir deambulando de ciudad en ciudad

(“Deuda pagada”)

Bueno, y para acabar, lo que todos estabais esperando:

Toma interior (Malpaso, 2016), de Van Morrison | 360 páginas | 25,50 € | Traducción de Miquel Izquierdo | Prólogo de Ian Rankin | Edición a cargo de Eamonn Hughes

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