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Picaresca postmoderna

9788415539582

 

El entenado

Juan José Saer

Rayo Verde, 2013. Colección “Rayos Globulares”

ISBN: 978-84-1553-958-2

192 páginas

16 €

 

 

 

José María Moraga

-Pero ¿quién descubrió a quién?

(Juan Luis Guerra)

“La construcción del sujeto” es uno de los temas de nuestro tiempo, ¿quiénes somos realmente? ¿Qué significa “ser alguien”? ¿Qué significa “significar”? Este viene siendo -desde hace varias décadas- uno de los santos griales inalcanzables de la Teoría, ese engendro híbrido entre crítica literaria, filosofía, psicología, historia y teoría de la literatura que dominó los estudios “de letras” tras la moda estructuralista. Al ser humano le es lícito interrogarse acerca de quién es o cómo llega a constituirse su identidad (sexual, nacional, social, de clase…) desde los más variopintos puntos de vista, y la autobiografía puede ser uno de los más fructíferos, aunque sea en la ficción, como en el caso que nos ocupa.

El entenado (original de 1983), del argentino Juan José Saer (1937-2005), es uno de esos clásicos “ocultos” que quedan sepultados por la inaccesibilidad editorial o vaya usted a saber por qué caprichos de la fortuna pero que, gracias a su oportuna recuperación a cargo de Rayo Verde, viene a reclamar un puesto entre sus hermanos canónicos de la novela hispanoamericana del ‘postboom’. El entenado indaga en problemas como la identidad propia y ajena, la construcción del sujeto, la percepción del universo, la memoria y -en general- cualquier quimérico intento por parte del ser humano de imponer significado y categorías a este alocado caos de sensaciones que llamamos vida.

Para lograr su propósito, Saer se valió de una astuta (aunque comercialmente arriesgada) triquiñuela: contar en primera persona la peripecia de un muchacho español del siglo XVI, grumete primero, cautivo de una tribu antropófaga y orgiástica del Río de la Plata después, después fraile, cómico de la legua y por último venerable impresor y cabeza de familia. Si todo lo anterior ha sonado a novela histórica es porque sobre el papel El entenado cuenta con todos los elementos para ser un ‘best-seller’ de época. ¿Expediciones a Indias del siglo XVI? ¿Teatro del Siglo de Oro? ¿Indios caníbales entregados al desenfreno venéreo? Con menos de eso Matilde Asensi o Pérez Reverte te facturan un éxito de ventas.

La sorpresa viene cuando, desde la primera página, el autor deja claro su olímpico desdén hacia cualquier pretensión de decoro o verosimilitud históricos, despachando la infancia del protagonista y su viaje a Indias en el primer par de páginas, algo que en una novela histórica ‘comme il faut’ no hubiera ocupado menos de cien o doscientas jugosas y exhaustivamente documentadas páginas de ambientación sobre Sevilla puerto de Indias, navegación y geografía, botánica y zoología del Nuevo Mundo. Por citar solo dos notables ejemplos reconstructivos de calidad, véanse Mason y Dixon de Thomas Pynchon o Parrot y Olivier en América de Peter Carey, donde además, sus respectivos autores se esfuerzan con denuedo en imitar en la voz de sus narradores el habla de la época en que se desarrollan. Segunda sorpresa: el lenguaje -y por ende la mentalidad- del narrador de El entenado (un anciano español del siglo XVI recordando su juventud) tampoco realiza el más mínimo esfuerzo por resultar verosímil. El hecho de que no encontremos ningún “vuesa merced” ni referencias a Dios o la Virgen y sí frecuentes argentinismos no se trata desde luego de un defecto o torpeza de Saer, sino que desde el minuto uno se comprende que lo importante en este libro no son el estilo ni la forma (o al menos, de la manera que espera un lector convencional) sino el fondo y el mensaje.

¿Es El entenado entonces un libro de ideas? Yo diría que sí, y que si renuncia a parecer una novela histórica me aventuro a elucubrar que lo hace con el fin de evitar detalles superfluos que nos distraigan, como lectores, del esquema de la obra. No es que una novela histórica bien ambientada, rica en lujo de detalles y orgullosa de una documentación exhaustiva no pueda tener calidad literaria o profundidad filosófica (ahí están el par de ejemplos citados o las obras de Umberto Eco para desmentirlo), pero en la mayoría de los casos el gusto por el detalle de época o el dato erudito (amén de una trama rocambolesca) acaban por ser los elementos más memorables del libro una vez que se cierra, y deslumbran al lector sin haberle hecho reflexionar.

En cierto modo, El entenado se asemeja más a otro subgénero, ahora en desuso pero plenamente vigente en la época en que se desarrolla. Me refiero a las novelas picarescas, esas vidas de mozos de varios amos, resueltos, imaginativos a fuerza de pasar hambre, que suelen acabar ascendiendo en la escala social merced a turbios manejos. No obstante, con ser la historia de una vida azarosa narrada en primera persona, la etiqueta “picaresca” solo puede aplicarse a El entenado en un sentido laxo (como se hace con Barry Lindon o las novelas de Henry Fielding), a no ser que se postmodifique (¡cuántos “posts” en este post, verdad?) con el adjetivo “postmoderna”. Picaresca postmoderna, o postcolonial, en definitiva, postestructuralista, es la que lleva al innominado narrador autodiegético a filosofar sobre su propia vida y memoria, sobre el sentido de su existencia y la de los indios que le hacen cautivo y la del ser humano en general, con un vocabulario y una cosmovisión más cercanos a Jacques Derrida que a Fray Bartolomé de las Casas.

En este sentido, he aquí la triquiñuela magistral de Juan José Saer, su acertadísima metáfora extendida: pese a tratar de los asuntos que trata, El entenado no tiene nada que ver con las crónicas o relaciones de Indias al uso. El hecho de coger a un joven español del XVI y plantificarlo en medio de una tribu caníbal cuya lengua y mentalidad desconoce por completo al principio es un recurso de alienación o extrañamiento equivalente a colocarnos a uno de nosotros en la corte del Emperador de Saturno (solo que, dado su origen, a Saer le apetecía escribir sobre el Río de la Plata, frecuente escenario de sus novelas). ¿Qué mejor excusa para indagar acerca del ser humano, sus relaciones, el sentido de la vida… que hacer de su protagonista una especie de antropólogo-por-cojones? El hecho mismo de que los indios (también innominados) maten y devoren a todos sus compañeros de expedición excepto a él sume al narrador en una ansiosa búsqueda de significados (empezando por cuál es su papel en la tribu) que supone la auténtica columna vertebral de El entenado.

Afortunada o desgraciadamente, nosotros los lectores del siglo XXI (aventajados alumnos de Derrida, Lacan y toda esa caterva) sabemos que al centro del significado jamás se llega, que solo podemos ir saltando en su busca de isla en isla, difiriendo, difiriendo, algo que nunca llega: exactamente igual que un muchachito entre salvajes.

admin

Un comentario

  1. Estimado José María:

    Me alegra que aparezca por aquí Juan José Saer y una obra tan sobresaliente con El entenado. Me gusta tu análisis sobre el lenguaje y el enfoque de Saer al escribir esta obra.
    Leí este libro hace 2 0 3 años y tengo un gran recuerdo de él. No sé si has leído más libros de Saer, pero en principio éste se aleja un poco de su universo habitual, un número de personajes (Tomatis, hermanos Garay…) que dan vueltas alrededor de La ciudad (Santa Fe) o la evocan desde el exilio de París. Un universo muy compacto sobre la identidad, la percepción de la realidad, la política, el exilio… El entenado, junto a Las nubes y La ocasión serían las novelas históricas de Saer. Quizás me gustan más las de los personajes habituales, pero es desde luego un autor muy a tener en cuenta. Lo raro es que no sea más reconocido.
    Una gran idea la de Rayo Verde con este rescate. Esperemos que siga con toda su obra.

    Saludos

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