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Podré soportarlo. Sonreiré

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El amor tranquilo no es amor, tampoco la serenidad en calma se puede considerar serenidad. Todo es movimiento y dialéctica; todo tiene un precio. De verdad lo digo.

CAROLINA EXTREMERA | La dedicatoria que aparece al comienzo de Cartas póstumas desde Montmartre dice así: “A Tutu, ya muerto y a mí misma, que moriré pronto”. La autora tenía veinticinco años cuando acabó esta novela en 1995. Poco después de cumplir los veintiséis en el mismo año, se suicidó apuñalándose en el corazón en el piso que alquilaba en París. Su libro se publicó de forma póstuma y tiene mucho de autobiográfico: la mayoría de los personajes que aparecen él son reales y la batalla interna que se narra en él, esa crónica del descenso al infierno de un alma desgarrada por la pasión y el dolor, también lo es.

            Qiu Miaojin se fue a vivir a París para completar sus estudios de psicología. Dentro de la literatura en lengua china ya era conocida por haber publicado algunos relatos y una novela, Notas de un cocodrilo, inédita todavía en español. Sus diarios se publicaron en chino en dos volúmenes en 2007 y en 2014 el director chino Evans Chang Yiu – Shing realizó un documental sobre ella. Aunque inicialmente el proyecto era incidir en su obra y evitar el sensacionalismo, lo cierto es que se rodaron entrevistas llenas de llanto y una escena bastante extraña en la que un cocodrilo, el alter ego de Miaojin en la película, acaricia una estatua masculina mientras habla de su incapacidad para desear a un hombre. Independientemente del resultado, fue este documental el que reavivó el interés de occidente por la autora. En Taiwan ya estaba considerada un símbolo muy importante de la lucha por la visibilización de la comunidad LGTB, ya que su obra hablaba abiertamente de sus deseos por mujeres en un momento, el final del siglo XX, en el que la homosexualidad estaba totalmente silenciada en el ámbito chino y taiwanés y cualquier alusión a ella en el arte, máxime si es tan explícita como en este caso, se podía considerar un acto político.

            Cartas póstumas desde Montmartre es una novela espistolar donde Zoe, el alter ego de Miaojin, escribe cartas que decide que va a enviar en treinta sobres distintos a su amada Xu, el objeto de su pasión obsesiva. En ellas, entremezcla una disección milimétrica de sus sentimientos con descripciones sobre su vida en París y reflexiones sobre cuestiones culturales como el cine de Tarkovsky o de Theo Angelopoulos o la literatura de Osamu Dazai y Mishima – suicidas ambos – o sobre cuestiones sociales como las elecciones francesas de 1995. Las cartas se pueden leer en cualquier orden, como indica la autora, pero Gallo Nero ha optado por reproducirlas en orden cronológico y así la historia se va desvelando poco a poco. Aunque parezcan fragmentos deslavazados, al final componen una historia completa llena de detalles que configuran el retrato de una joven atormentada, luchando contra la depresión y contra sus propios sentimientos contradictorios. En sus propias palabras: “No constituirá una gran obra, pero sí un descubrimiento hondo y denso en algún pequeño departamento de la vida de una persona joven. Será además una obra pura”.

La primera carta comienza con la muerte de Tutu, un conejito que Xu y Zoe habían comprado y que era la mascota de ambas, pero que queda al cuidado de Zoe tras la marcha de Xu. Este hecho aparentemente fortuito desencadena una avalancha de sentimientos que necesitan ser expresados: “El motivo no es otro que la muerte de Tutu, que me ha conducido por lugares recónditos en los que he comprendido lo mucho que necesito y puedo amarte”. La relación de ambas se va reconstruyendo fragmento a fragmento a partir de un inicio en el que se ve que se han separado. El deseo de Zoe parece ser el de recuperar a Xu, pero a veces le escribe llena de ira y reproches, otras tremendamente dolida por el trato recibido y, finalmente, también reconociendo todos sus errores. El relato es absolutamente contradictorio porque retrata la pasión de una persona desequilibrada, extrema. Zoe puede considerarse una acosadora de manual que incluso reconoce haber llegado a la violencia física. Con la tiranía de los que se saben enfermos, suplica y acusa a partes iguales, provocando en el lector un gran enfado por su actitud y una piedad y ternura enormes casi de forma simultánea a causa de su juventud y desconocimiento. Los momentos en los que está eufórica o percibe intensamente lo que la rodea son luminosos y de una belleza que parece un oasis dentro de un infierno: “Sus cabellos empapados, de dorado, caoba y castaño, reflejaban la luz del crepúsculo… Me parecieron preciosas. París era bello y la vida también, y me sentí muy cerca de ellas, de la ciudad, de la vida. Éramos cuatro niñas del paraíso sin nacionalidad, despojadas de currículum, lejos de casa y abandonadas por nuestros amantes”. Sin embargo, lo que más revuelo causó en el momento de su publicación no fue tanto el carácter violento de la protagonista como su promiscuidad sexual. Zoe aborda encuentros sexuales con mujeres tanto asiáticas como europeas y reconoce abiertamente la pasión que le provocan que es incapaz de sentir con ningún hombre. El deseo sexual es una parte muy importante de la obra, tanto que Zoe llega a decir que es lo más relevante de su vida. Hay muchas reflexiones y teorías al respecto mezcladas con sus propias experiencias.

Cartas póstumas desde Montmartre fue para mí una lectura intensa y también tierna, como puede ser tierna una lectura adulta de Las desventuras del joven Werther. Precisamente, cuando leí el clásico de Goethe tenía veintiséis años y recuerdo que me irritó bastante toda la actitud infantil y absurda del protagonista que me resultaba hasta cómica.  Ahora, tantos años después y a pesar de haber encontrado también cierta comicidad en los sentimientos de Zoe, he sido incapaz de no compadecer a esta joven llena de desesperación, vehemencia y exaltación.

Morí con el desastre de marzo. Perdí el miedo a morir. Comparado con la imagen original del amor que quiero recuperar y con la belleza y el brillo de la vida que quiero concluir, el sufrimiento carnal no significa nada. Podré soportarlo. Sonreiré. 

Cartas póstumas desde Montmartre (Gallo Nero, 2018)|Qiu Miaojin| 180 páginas | 18€ | Traducción de Belén Cuadra 

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