JUAN CARLOS SIERRA | La mirada de la poesía más joven escrita en español se dirige últimamente hacia lo social. Un alto porcentaje de lo publicado por poetas menores de treinta años aborda el tema de la precariedad laboral y económica, la denuncia y/o la señala con su dedo acusador como uno de los principales males contemporáneos del sistema. No se trata, sin embargo, de una moda pasajera o de oportunismo comercial, sino de una necesidad, de una inquietud profunda que se materializa en versos sobre una realidad dramática, la lacerante injusticia que se ensaña con un gran número de jóvenes (y no tan jóvenes) en la, a pesar de las apariencias, España ultraliberal contemporánea.
En este ámbito lírico hay que enmarcar Los trabajos sin Hércules, poemario escrito por la madrileña de nacimiento (1993) pero existencialmente granadina Mayte Gómez Molina, premiado con el ‘Valencia Nova de Poesía en Castellano’ que otorga la Institució Alfons el Magànim y publicado por Hiperión. A partir de la mitología clásica que narra los doce trabajos de Hércules, utilizando el relato mitológico como el negativo de una extensa alegoría o como un espejo deformado por el presente, Mayte Gómez Molina coloca en su diana lírica la problemática de la precariedad entendida esencialmente, como es lógico, como trasunto de algo mucho mayor, como síntoma de la etapa actual del capitalismo, la denominada fase imperialista.
Pero antes de enredarse en todo esto a lo largo de las siete secciones bien medidas y coherentemente trabajadas en que se reparten los trabajos hercúleos y de cerrarlo todo en un enjundioso por aparentemente paradójico poema-epílogo, la poeta granadina se aventura para abrir Los trabajos sin Hércules con unos textos en cursiva a modo de formularios que representarían el trasiego burocrático y formal necesario para solicitar un trabajo, para ser rechazado como candidato a un empleo, para saber de la oferta y la demanda laborales,… todo con un lenguaje aséptico y neutro que asfixia la impotencia y la rabia del rechazado, que tapa o disimula la hipocresía del ‘empleador’ y que trata de dulcificar el régimen laboral precario. Además incluye Mayte Gómez Molina un poema inaugural sin título que es necesariamente anterior a la materia que se va a tratar, ya que estamos ante la pre-precariedad -“Hay un trabajo antes del trabajo,/ la ausencia de oficio es una jornada completa” (página 11)-, la explotación antes de la explotación, la nada anterior a ingresar en el mundo de la seudoesclavitud laboral, porque las redes del capitalismo salvaje se extienden más allá de lo que consideraríamos lo evidente, lo sabido. Para esto se escribe poesía precisamente, para esto están escritos en concreto los versos de Mayte Gómez Molina, para señalar acusadoramente, para poner de relieve lo que puede pasarnos desapercibido, para tomar conciencia revelando las trampas del sistema. Cuando el capitalismo no tiene contrapesos externos, cuando hasta los antiguos enemigos de la Guerra Fría se han convertido a la fe del capitalismo brutal -y de partido único-, parece que le toca a la poesía airear las vergüenzas del sistema. Y a eso se dedica Mayte Gómez Molina en este poema inaugural y, por supuesto, en el resto de Los trabajos de Hércules.
El sistema capitalista es pegajoso, nos empapa, se extiende como el aceite; tanto, que nos impregna sin que notemos su pastosidad; tanto, que “Hay personas que dicen “nosotros”/ cuando hablan de sus empresas” (página 21). Sí, es así de terrible. Entonces tiene que venir una chica de apenas treinta años para abrirnos los ojos ante este sentimiento de pertenencia atrofiado, aberrante y perverso. Además tendrá que recordarnos, entre otras cosas, que el darwinista ‘struggle for life’ es nuestra marca registrada como adultos; que nos hemos olvidado de la Naturaleza, de su belleza, de su aparente pero decisiva insignificancia; que el tiempo de la productividad -prácticamente todo el tiempo- es un rotundo fracaso; que “La vida adulta se articula/ sobre una premisa básica:/ Nos engañaron/ pero nos entretienen// La vida es vacío y una fina y deliciosa/ capa de praliné” (página 44); que “Una mentalidad industrial/ no puede aplicarse a todo// (…) Ahí afuera suenan los pájaros/ como llamadas que la gente no coge” (páginas 50-51); que la posteridad y el progreso lineal son mentira y es que “Todo lo rítmico/ produce esclavos” (página 57); que la identidad no se construye a partir de lo que dicta el sistema explotador capitalista, porque es algo anterior a su contaminación -”Tú no eres lo que haces/ Tú no vales lo que vendes/ A ti te acunaron al nacer sin tener nada/ Recuerda esas nanas que no había que ganarse” (página 65)-; en definitiva, que lo del futuro está muy crudo, que las expectativas andan en horas muy bajas y parece que a una no le van a permitir dejar de ser hija. Sin embargo, en el poema titulado ‘Epílogo’ -¡viva la contradicción de la que estamos hechos!- leemos: “… A mi amiga Ana/ que habrían ido a por ella barcos y reyes/ a llevale seda y oro y gemas y naranjas/ No le hacía falta un trabajo para merecer su existencia/ pero se lo han dado// y yo solo puedo celebrarlo” (página 72).
Este situarse en el lado correcto de la historia, con y sin mayúsculas, lo lleva a cabo poéticamente Mayte Gómez Molina con una variedad de registros llamativa, ya que sus versos recorren el camino que va desde el lenguaje más pegado a la realidad, es decir, el que se ajusta a la relación más inmediata y extendida entre significante y significado, hasta cierto cripticismo en el uso de imágenes o en la superposición como asincopada de estas en muchos de los poemas de Los trabajos sin Hércules. En este sentido, también en la línea de buena parte de la poesía más joven escrita en español, el simbolismo que conforma el libro de lanza cuando en cuando un reto al lector. Sea como fuere, ya se juegue más de cerca o con más distancia con las expectativas habituales o más comunes del lector, el poemario no pierde profundidad ni pulso ni intensidad, aunque sí que en este aspecto puede achacársele algo así como un desequilibrio estético o de tono, cierta incoherencia estilística quizá.
En cualquier caso, siempre será bienvenida la poesía hecha desde la necesidad, desde la honestidad, como lo es la de Mayte Gómez Molina. Tal y como está el patio, siempre serán de agradecer los versos escritos desde una voz generacional que subraya las fallas del sistema.
Los trabajos sin Hércules (Hiperión, 2022) | Mayte Gómez Molina | 80 páginas | 11,54 € | Premio Valencia Nova de Poesía en Castellano