Pedro Sevilla
Renacimiento, 2009
ISBN: 978-84-8472-450-6
143 pág.
9 euros
Jesús Cotta
Lo bueno de reseñar poesía es que uno no tiene prisa por colocar la reseña, porque la poesía, si es buena, no pasa de moda, y el lector de poesía, si es bueno, acaba encontrándola.
Renacimiento, en su colección de las rayas, como ya la conocemos, ha tenido el gusto y el acierto de antologar los tres libros de Pedro Sevilla, además de algunos poemas inéditos. El prólogo, de Enrique García-Máiquez, es un guiño al autor y al lector y no deben ustedes saltárselo: un prólogo original para un libro que, más que un libro, es una lluvia de simpatía.
Como dice el también poeta José Julio Cabanillas, un poema es bueno no porque deslumbren sus imágenes, sino porque en él vibra una voz cautivadora y personalísima, a cuyo servicio están, si están, esas imágenes. Yo lo traduzco así: si en un poema breve dedicado a un amigo o a una madre Pedro Sevilla me revela el misterio o me hace llorar de pura emoción sin recurrir a la lacrimogenia ni a la penita pena, sino poniendo en mi mano su corazón con unas cuantas estrellas; si incluso puedo recordar el día y el sitio en que el poeta me hizo ese regalo de darme a oír por fin una música a las que antes estaba sordo; y si para colmo obra ese milagro sin alharacas ni culturalismos ni fuegos de artificio, sino con una sencillez de amigo que me desarma, como si lo que dice no se pudiera decir de manera más llana y elegante, puedo asegurar que me encuentro ante un poeta de cabo a rabo, un poeta que hace universal lo íntimo, eterno lo fugaz y bello lo cotidiano.
Pedro Sevilla, en fin, rescata las cosas de su insignificancia, que es, según María Zambrano, la vocación de la poesía, y así las salva para siempre. El título del libro no puede ser más afortunado.
Algunos poemas son auténticas poéticas, donde el poeta revela las razones por las que escribe. Invito al lector a descubrirlas: las más amables, entrañables y comprensibles que he encontrado jamás en una poética.
Muchos versos son fogonazos de luz que iluminan para siempre pensamientos que uno tardaría muchas parrafadas en expresar. La cebolla se fríe en la cocina “y cruje perfumando de honradez nuestra casa”. “Si escribo es porque tengo/ una deuda con tus ojos de lluvia”. El recuerdo “vendrá con más mentiras. Pero tú no lo creas”.
Recomendar su lectura es invitar a un feliz descubrimiento, porque se trata de un poemario lleno de luminosas y elegantes confesiones. ¿Acaso no es la poesía la única manera elegante de desnudarse?
Sea bienvenido, pues, este libro que rezuma, como su autor, nobleza.
Interesante pasearme por tu blog,un saludo.
Me algra mucho leer esta reseña. Creo que Pedro ha escrito tres o cuatro de los mejores poemas de su generación, y además, como dices, es una bellísima persona. Una cosa es eso y otra escribir bien, ya sé, pero en este caso ambas coinciden felizmente.
Alejandro, a ver si un día me dices cuáles son esos poemas. Quizá coincidan con los que a mí me impresionaron tanto.