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Purpurina completa

9788416677221ANTONIO RIVERO TARAVILLOEsta monumental edición de la poesía del cubano José Lezama Lima (1910-1976) ha sido elogiada ya por diferentes críticos y suplementos, y hasta ha ocupado destacados puestos en las listas de los títulos más recomendables del 2016, a los cuarenta años del fallecimiento del autor. Sin restarle valor como documento literario y filológico, como referencia ya obligada de la bibliografía del escritor cubano y como volumen excelentemente editado (atractiva cubierta, buen papel, cosido, hermosas guardas, elegante tipografía), lo diré ya en este párrafo inicial por si algún posible lector quiere pasar a otra cosa: en mi opinión, Lezama no fue un gran poeta. Sus poemas caen en una verborragia aguda en la que la opulencia, las asociaciones caprichosas de palabras (más que libres, al tuntún) y una neobarroca superficialidad por la que se patina sin vislumbrar su fondo, rara vez deparan un instante de emoción y muy contados deslumbramientos una vez apartado el oropel, que resulta ser casi todo. La almendra de Lezama está en su epidermis. Además, y esto es lo más chocante, cuando quiere usar estructuras tradicionales Lezama tiene una métrica que se desboca a menudo y rompe el isosilabismo más del lado de la desmaña que de la innovación, lo que no parece recomendable en los moldes cerrados, no tanto por el cómputo sino por la víctima de ello: el ritmo. Dice mucho, en definitiva, para no decir nada, y esto, además, de la forma que, por desgracia, no es la mejor. Su poesía es la de un hombre de letras en la que el cultivo, por más que maneje muchas simientes adquiridas en los almacenes de Góngora y de Mallarmé, resulta casi siempre estéril.

La mayoría de los poemas escritos por Lezama, con la salvedad de sonetos y décimas, que suele integrar en series, son extensos, como sus libros, que –menos el primerizo Muerte de Narciso (1937)– exceden con creces lo que suele ser habitual en el género. Las más de 1.000 páginas del volumen incluyen solo seis títulos publicados en vida o, ya póstumamente, muy poco después de la muerte de Lezama: además del ya mencionado, son Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960) y Fragmentos a su imán (1977). Se añaden Sobre el crepúsculo y monstruos del agua e Inicio y escape más varios puñados de poemas no recogidos en libro. La torrencialidad priva a los poemas de esa característica propia de la poesía lírica: la densidad, la esencialidad, la concentración; no habiendo poda, todo se va por las ramas, en las que claro que cantan pájaros, pero el lector –que no es Sigurd en la mitología nórdica– no consigue descifrar su lenguaje. Es cierto que con el tiempo, y con la llegada del castrismo al poder, con el que lo pasó mal el autor, algo de ese regusto barroco cede y se purga, ganando la obra algo en comunicación, pero en general se trata de una poesía hueca, de una facundia tan innecesaria como cargante bajo la espesa capa de purpurina que por otra parte atiende a una sublimación de una sexualidad no aceptada, lo que añade más velos y circunloquios mareantes. Podría aducir numerosísimos ejemplos. En la pág. 362, abierta al azar, este: “El germen desde la cresta del alba, entre las aturdidas / risitas del instante y la discutidora, escarchada francachela / del ancestro, comienza como los pájaros de largas patas, semejantes al bambú que recibe los gritos de los flamencos / y crece monocorde peinado por la brisa de Deucalión.”

Se libran de esa indigestión palabrera algunas composiciones más íntimas como “La madre” o “Mi esposa María Luisa”. De los poemas dedicados a Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz o María Zambrano apenas se salvan, sin embargo, los nombres de estos. En poesía, la imaginación no basta, como no bastan los sentimientos ni la exhibición léxica o, en otros casos, una orientación filosófica o un credo. Que Lezama sea el muy importante autor de la novela Paradiso, que escribiera importantes ensayos y le gustara la poesía y estuviera dotado (y dorado) para ella no basta a redimir este volumen que, desde luego, merece un plausible lugar en las bibliotecas públicas y universitarias, no tanto así en las de los buenos lectores de poesía, a los que quizá no encandile este traje nuevo del Emperador caribeño.

Poesía completa (Sexto Piso, 2016) de José Lezama Lima | 1.082 páginas | 34,90 € | Compilación, posfacio y notas de César López  

admin

7 comentarios

  1. Extraordinaria reseña, Antonio.
    Estoy de acuerdo y sobre esos excesos de la opulencia sin tasa les advertí a mis alumnos en el primer taller de este cuatrimestre, así que leeremos tu crítica para ilustrar mis palabras. Lezama fue un gran lector y estudioso del castellano, no cabe duda, pero su época fue el manierismo desbocado de las posvanguardias, que tanto afectó a las letras hispanas de América. Leí su novela «Paradiso» de joven y me fascinó, pero nunca pude con sus poemas. En La Habana, hace unos 20 años, los integrantes de un grupo de lectura me regalaron el volumen completo -una de esas preciosas primeras ediciones- con verdadera unción y ahí quedó, en el mausoleo de mi biblioteca, como un monumento a lo que pudo ser y no fue.
    Saludos

  2. Me congratula la coincidencia y te agradezco que la dejes aquí expresada. Uno trata de tener criterio libre, eso es todo ( y nada menos).

  3. Concuerdo plenamente. Abrí un libro de Lezama Lima a la ingenua edad de 22 años, tras ejercicios de musculación para poder sostener su peso, y el primer poema me pareció impactante, original. El segundo me pareció brillante, increíble. El tercero me dejó por los suelos de rendida admiración. El cuarto me hacía sospechar de que aquello iba a continuar así a lo largo de 1.000 páginas de reloj. El quinto me suscitó ansiedad. Cuando el sexto confirmó las sospechas, cerré el libro y lo devolví a la biblioteca. No he vuelto a abrir ninguno de Lezama Lima y no lo echo en falta.

    • Tú es que eres muy mal lector, Ilya. ¿No te has dado cuenta? 😉

  4. Señor Antonio, usted debe ser un gran poeta al «reducir» -que no resumir- de una manera tan precisa lo que es o debe ser la poesía. Solo me resta recomendarle -en un ejercicio de arrogancia parecido al suyo- que no se debe criticar lo que no se comprende.

  5. Totalmente de acuerdo. Leí en dos tomitos de Aguilar la PC de Lezama Lima y aún recuerdo un verso, «truchimán de rosa hipostila», que cualquiera sabe lo que quería decir. Como tantos otros de sus versos. Y casi otro tanto podría decirse de su Paradiso. Buena crítica: algunos escritores que se quieren intocables cuando se los lee se…desmoronan, de puro apolillados.

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