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Que salten las ranas pusilánimes

CAROLINA EXTREMERA | Les voy a dar un consejo. Un consejo que, desgraciadamente, no siempre soy capaz de aplicarme a mí misma: cállense. No lo digan. No lo compartan. No manifiesten su ira en las redes sociales.

Ese artículo que han leído y tanto les ha indignado, ese libro escrito por una mujer que tanto les enfada, esa canción de reggaeton cuya letra les ofende hasta lo más profundo, ese político que se ha pronunciado en términos que ustedes encuentran intolerables, todas esas cosas que están deseando que sus amigos vean para que les den la razón y se irriten, también crecen cada vez que se habla de ellas. Un ejemplo: el cuento Cat Person, traducido aquí como Una persona con gatos, que publicó Kristen Roupenian en The New Yorker en diciembre de 2017.

El cuento trata sobre Margot, una universitaria que se acuesta con un hombre, Robert, al que no desea en absoluto, pero se ve impelida a mantener una relación sexual porque no sabe cómo decir que no. En ningún momento se da a entender que Robert la obligue. De hecho, no lo hace, pero ella hace algo que en realidad no desea. Y ahí está lo complejo del tema que hizo que se disparase la polémica. Cientos de mujeres se sintieron identificadas con la situación, cientos de hombres se sintieron ofendidos por los pensamientos crueles que tiene la protagonista hacia Robert. Y el cuento se hizo viral, se convirtió en la pieza de ficción más leída de la revista en toda su historia y generó un debate, en el que casi todas las partes olvidaron que se trataba de ficción, mucho más grande de lo que la calidad del cuento merecía. Porque el cuento está bien, pero no es una obra maestra. Roupenian, bien aconsejada, no se pronunció hasta más de un año y medio después, cuando ya había obtenido un contrato millonario para publicar su primer libro.

Así que ya lo saben: si demuestran ustedes su cólera, harán famoso a su enemigo y le conseguirán dinero, votos o miles de reproducciones en YouTube.

Cuando el libro se publicó y llegó a las manos de sus lectores, se encontraron con algo que no era exactamente lo que creían. Porque resulta que el hecho de que uno de los cuentos se viralizara en pleno auge del MeToo no significaba que Roupenian hubiera escrito una colección de relatos realistas sobre situaciones con las que cualquier mujer puede identificarse. Qué va. Roupenian había escrito un libro siniestro a ratos, oscuro siempre, terrorífico a veces, con toques de fantasía sobrenatural en ciertos momentos y en el que las mujeres no siempre son las que sufren, sino también las que infligen el sufrimiento de forma tremendamente cruel.

Por eso escoge Chico malo para comenzar, porque sabe que ese relato espantará al lector que esperaba otra cosa. Empezar por otros más suaves habría sido un error, porque podría parecer que nos está tratando de ir introduciendo suavemente, como a la famosa rana, en agua hirviendo. Haciéndolo de golpe, se asegura de que las ranas que no puedan soportarlo salten rápido: un relato en el que una pareja convierte a un amigo común en esclavo sexual y que termina como termina este  no es para pusilánimes.

Hay otros relatos menos duros, aunque siniestros, como Un buen tío, donde un hombre que solo puede llegar al orgasmo si imagina que apuñala a sus parejas nos cuenta cómo llegó a esa situación. Otro, El espejo, el cubo y el fémur viejo es un cuento de hadas muy oscuro, en el que una princesa narcisista solo puede amarse a sí misma. Mi favorito es Sardinas en lata, donde una niña utiliza la magia negra en la celebración de su cumpleaños. También hay magia en Cicatrices: una mujer consigue un libro gracias al cual conjura a un hombre ideal y no se puede decir que lo trate precisamente bien. El corredor nocturno nos muestra a un profesor que quiere hacer una buena obra en un país en desarrollo que es maltratado sistemáticamente por las niñas de la escuela. En Deseos suicidas, un hombre en depresión tiene una cita de Tinder en la que la mujer con la que queda le pide que la golpee y en El signo de la caja de cerillas una mujer es víctima de una enfermedad que no sabemos si es real o no, y eso es precisamente lo que más angustia nos provoca. La protagonista de Una chica de las muerden, es una chica que literalmente fantasea con morder a alguien en una vuelta de tuerca curiosa al tema del acoso sexual. Un tipo con gatos ocupa el sexto lugar en el orden del libro, probablemente para distanciar la obra completa del efecto que tuvo ese cuento.  Como he dicho antes, es bueno, pero no es el mejor.

Aunque mis preferidos sean los que contienen elementos fantásticos, hay uno realista que es también magnífico y que yo habría publicado en The New Yorker antes que Cat Person: El chico de la piscina. En él, un grupo de chicas contrata al actor de películas porno que les obsesionaba cuando eran adolescentes para una despedida de soltera. Es sutil, profundo y lleno de matices. Por supuesto, no habría generado esa polémica y, por tanto, puede decirse que yo habría cometido un error como editora publicando este porque no habría vendido tantas revistas.

A veces sentía que toda su existencia se basaba en la idea de que perseguir el placer era menos importante que evitar el dolor. Tal vez el problema de la edad adulta consistiera en que se dedicaba demasiada atención a sopesar las consecuencias de los actos propios, de modo que lo que quedaba era una vida que despreciabas. ¿Y si Ellie mordía a Corey Allen? ¿Y si lo hacía? ¿Qué pasaría?

 Lo estás deseando (Editorial Anagrama, 2019) |Kristen Roupenian|Traducción de Lucía Barahona| 288 págs. | 19.90€

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