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Que si el Karmelo C. Iribarren del sur

JUAN CARLOS SIERRA | De Andrés Ortiz Tafur (Linares, 1972) se dicen muchas cosas en los mentideros literarios: que si es el Thoreau español –Sergio del Molino scripsit-, que si no se le da mal eso de tocar la guitarra y componer canciones, que si de noche todos los gatos son pardos y él puede convertirse en uno de los mejores monarcas gatunos noctívagos, que si ha tocado todos los palos literarios pero aún no hay huevos con una novela, que si, aun así, es un destacado escritor todoterreno, como los coches que se hacían en la difunta fábrica de Santana de su pueblo natal,… En fin, tantas cosas se dicen por ahí que vaya uno a saber qué es verdad y qué ficción. En cualquier caso, lo cierto es que al contrario que aquella mítica industria linarense, Andrés Ortiz Tafur sigue aferrado con pulso firme a su taller de juntar palabras, del que acaba de salir su nuevo artefacto literario, un segundo poemario llamado Traigo noche en los zapatos, título homónimo del último poema del libro, a la manera de Eduardo Jordá, que suele titular sus libros de poemas con el nombre elegido para los versos de cierre.

Este último poema al que nos referimos se eleva por encima del libro y lo preside o, mejor dicho, recopila en sí coherentemente el espíritu del conjunto del poemario. Porque, como el Sabina más canalla, valga la redundancia, Ortiz Tafur no piensa enterrarse en vida ni renunciar a lo que le ha dado sentido a su discurrir vital, aunque los guiños del tiempo y las quiebras del cuerpo avisen y la memoria se empeñe en recordar los errores, los fracasos y los pecados cometidos de palabra, obra u omisión contra el cuerpo y el alma.

Por otra parte, en Traigo noche en los zapatos, Andrés Ortiz Tafur alcanza una suerte de armonía -¿de madurez?- quizá consecuencia de la aceptación de lo que hay y de lo que pueda venir: “Me quedan menos polvos que echar que los que ya he echado,/ menos noches de farra con los amigos,/ menos salidas al mar o a la montaña,/ pocas ilusiones,/ apenas esperanzas/ (…) Pero he de decir que estoy bien,/ en la mejor época de mi vida/ o en las más hermosa o en las más fructífera…”. Sirvan de ejemplo para lo que decimos estos versos del poema de arranque de Traigo noche en los zapatos titulado ‘Perros de presa’ (página 15).

Entre este primer poema y el último va desarrollando Ortiz Tafur su ‘Nuevo Catecismo’, parte primera del libro que se cierra y resume así: “Comer, besar y hablar: el Nuevo Catecismo”; extiende una mirada a la realidad muy pegada a la dicha y al disfrute de la belleza pero sin perder de vista al desengaño, como en el poema ‘Nieve sucia’, perteneciente a la segunda sección del libro titulada ‘Fogata’; y desemboca finalmente en la última parte que también lleva por título ‘Traigo noche en los zapatos’ donde se insiste en la aceptación y en la celebración sosegada del paso del tiempo, no exentas, sin embargo, de un puntito de rebeldía nostálgica o de nostalgia rebelde, como en el poema ‘Sábado de tarde’ (página 72), que a su manera enlaza con otro de la primera parte, ‘Con un paso’ (página 17), de claras referencias en verso y en aroma lírico al Philip Larkin de High windows (1974) –“Cuando veo a una pareja adolescente dándose el lote/ tomo conciencia de que el futuro es un tiempo/ que va perdiendo sentido y fuelle antes de ser vivido,…”-.

Así pues, podríamos afirmar que lo elegíaco sobrevuela gran parte del libro de Ortiz Tafur. En este sentido, hay que fijarse en la dedicatoria del libro para entender cuál es exactamente la perspectiva elegíaca por la que opta el poeta en este libro: “Volver es un verbo imposible/ y las imposibilidades,/ en la mayoría de los casos,/ un dolor./ Este libro para los que me duelen”. La pérdida produce dolor porque además es inevitable, el tiempo ido irreversiblemente también duele, pero a pesar de la naturaleza irremplazable de lo ido para siempre, tras el dolor, en la asunción que conlleva el paso del tiempo asoma la felicidad -’Otra vuelta’ (página 61)-. En cualquier caso, lo elegíaco dialoga constantemente en Traigo noche en los zapatos con un presente que el personaje poético vive en un estado de comunión con el entorno –natural, vecinal, sentimental,…-, de equilibrio y sosiego después de mucho trasegar incluso por el lado salvaje de la vida, sin arrepentimientos, pero sin mitificaciones , mirando a la cara al pasado con sus miserias y sus triunfos, como en ’Habitación libre’ (página 74).

En fin, Traigo noche en los zapatos, desde mi perspectiva, es esencialmente esto que he descrito hasta aquí, pero hay mucho más, quizá demasiado en ocasiones. Quiero decir que puede que a este poemario de Ortiz Tafur le sobren algunos poemas que nos desviarían de sus líneas maestras y que probablemente podrían haber encajado mejor en otro libro, en otro tono; habría sido conveniente, entiendo, aligerar el libro de poemas en la línea de ‘Militancia’ (página 59), demasiado a ras de prosa, sin el vuelo lírico de otros muchos del libro como el que leemos justo al volver la página, ‘Otra vuelta’, o ‘Llueve’ (página 47) o ‘El paso del tiempo’ (página 68) o ‘Sigue lloviendo’ (página 92) o… La poesía de línea clara que cultiva aquí Ortiz Tafur, similar a la de su anterior poemario Mensajes en una botella que estoy acabando (Juancaballos, 2018), suele mantener la tensión poética y rítmica en la mayoría de sus poemas, no se lleva mal con lo prosaico, pero en ocasiones se cuelan tics que no habrían resistido a una revisión extra y última.

En cualquier caso, creo que es de justicia cerrar esta reseña mencionando uno de esos poemas necesarios para el lector, definitivos y redondos, que contiene en sí lo esencial de la poesía escrita hasta ahora por Andrés Ortiz Tafur: esa línea clara a la que acabamos de aludir, ese punto de madurez y armonía que no renuncia a nada necesariamente, y, en este caso en particular, pulso narrativo, algo que se aprecia en algunos otros poemas de Traigo noche en los zapatos. Me estoy refiriendo en concreto al poema ‘El caballo blanco de Santiago’ (página 82), un texto que además podría añadir más dimes y diretes a la imagen de Ortiz Tafur en los corrillos literarios: que si el Thoreau español, que si el Aute de la Sierra de Segura, que si el Lou Reed de la vida salvaje,… que si el Karmelo C. Iribarren del sur.

Traigo noche en los zapatos (La Isla de Siltolá, 2023) | Andrés Ortiz Tafur | 97 páginas | 14 euros

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