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Razones para leer a Andrés

JUAN CARLOS SIERRA | Es curioso e incluso podría resultar hasta paradójico lo que sucede con Los últimos deseos, de Andrés Ortiz Tafur (Linares, Jaén, 1972): se trata de un libro que principalmente canta un mundo casi aniquilado por la modernidad o la posmodernidad, pero en cierto sentido depende de ella, se nutre de ella y le toma la ventaja que le conviene. Me explico. En estos tiempos de urgencias, destrozo medioambiental, explotación salvaje de la naturaleza y del hombre, alienación y avances tecnológicos que parecen sortilegios de brujas, Ortiz Tafur aprovecha uno de sus engendros más inquietantes y potentes, la facilidad de interconexión global que ofrece internet, para difundir y componer una cosa muy antigua: un libro tradicional, con su papel, su tinta, su portada y su editor.

No sé exactamente cuál sería la génesis de este libro, pero me la puedo imaginar. A través de uno de los tentáculos del monstruo de las redes sociales, muchos de los que leíamos la entrega semanal de Andrés Ortiz Tafur en Diario Jaén (diariojaen.es) -sigue haciéndolo, no se lo pierdan-, empezamos a vislumbrar que ahí podría haber un libro. Esa misma intuición la tendría, me imagino, Ramiro Domínguez, responsable de Sílex Ediciones, que acabó dándole forma analógica en el libro que nos ocupa en esta reseña, Los últimos deseos. Pero esa intuición no procede de una revelación divina ni de rapto místico, sino que está basada en varios motivos que intentaré explicar a continuación.

En primer lugar, hay un estilo, una voz, una forma muy personal de contar la realidad. No quiero decir con esto que leído un artículo, leídos todos porque estén hechos de la misma pasta. Más bien todo lo contrario. Los artículos de Los últimos deseos transitan varios camino literarios, practican eso tan actual de la licuación de los géneros: se pegan a veces literalmente al relato, se hacen cuento, subgénero en el que Andrés Ortiz Tafur ha dado muestra de un gran talento en obras anteriores como, por ejemplo, Tipos duros (2016) o El agua del buitre (2020); en otras ocasiones, se demoran por los senderos de lo lírico: sensualidad, imágenes sorprendentes y transformadoras de la realidad, morosidad gustosa, paladeo carnal del lenguaje; también hay en estos artículos una épica moderna, la del que reinterpretando a su manera la ascética de Fray Luis se aleja del mundanal ruido contemporáneo; y, por supuesto, estos artículos tienen cuerpo y alma de artículo de opinión certero, directo, sensible, cercano, a pie de vida,… Además de todo esto, y por si todo lo apuntado no resultara suficiente, hay que destacar la presencia aquí y allá de un sentido del humor muy sutil, que no llega a la carcajada, pero sí insinúa una sonrisa cómplice. Lean, por poner un caso, el artículo titulado “Cataluña, VOX y los ERE” -el primero que el azar ha puesto en mis manos al abrir el libro- y verán como no ando muy desencaminado.

Lo dicho hasta aquí quizá sería suficiente para acercarse al último libro de Ortiz Tafur, por el simple placer de disfrutar de lo bien escrito, algo que a veces es complicado de encontrar entre las mesas de novedades. Pero existen más motivos. En Los últimos deseos hay una postura frente a la vida, una filosofía, una perspectiva y, sobre todo, una coherencia, algo también bastante exótico en los tiempos que corren. La mirada de Ortiz Tafur es su forma de estar en el mundo y de escribirlo, de enfrentarse a él y a sus contradicciones, pero también de mirarse a sí mismo y pelearse con las suyas. La mirada de Ortiz Tafur es un camino después de recorridos otros muchos, la elección consciente de una manera de vivir en un lugar concreto de eso que llaman la España vacía o vaciada, en la Sierra de Segura; una forma consecuente de resistencia. Desde este lugar existen el tiempo y el espacio necesarios para contemplar sosegadamente el mundo circundante, el más inmediato, pero también, gracias a las nuevas tecnologías, tener una foto de conjunto del resto de todo lo demás. Porque Ortiz Tafur no es un ermitaño que come frutos secos y raíces dentro de su cueva serrana, sino un individuo inquieto, atento, sensible, consciente y preocupado por lo que sucede y, sobre todo, por lo que se nos puede venir encima. Esta es quizá la línea más interesante y más detectable en los artículos de Los últimos deseos, la más productiva y la que mejores ratos nos va a hacer pasar y pensar. Lo mejor de Ortiz Tafur, en este sentido, es que no pontifica, que no sienta cátedra, que deja al lector su espacio, sus preguntas, sus incertidumbres, para que construya su discurso y su mirada.

Y esta es quizá, para finalizar, la razón más poderosa por la que merece la pena acercarse a Los últimos deseos, la que hacía de unos artículos sueltos en las páginas de un modesto diario de provincias un libro en potencia que algunos intuíamos y que la editorial Sílex convirtió en un objeto de cultura tangible y valioso. Los textos recogidos aquí apelan directamente al lector, lo cogen por las solapas, unas veces amablemente y otras zarandeándolo, pero sin violencias. Es la fuerza de la palabra de Ortiz Tafur hecha artículo la que arrebata al lector, la que lo mueve de su asiento, le remueve sus certezas, lo invita a echar pie a tierra, le da la oportunidad de aterrizar de las ensoñaciones artificiales de la modernidad o posmodernidad -llámese también neoliberalismo salvaje-, al tiempo que es también esa misma palabra la que lo emociona y le hace sonreír, es decir, lo rehumaniza. Y eso ya es decir mucho de un autor y de su libro.

Los últimos deseos (Sílex Ediciones, 2021) | Andrés Ortiz Tafur | 202 páginas | 18 euros| Prólogo de Ernesto Calabuig

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