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Razones por las que mola «La broma infinita» y razones por la que no

la bromaEl tercer clásico moderno norteamericano que ponemos en tela de juicio con motivo del V Aniversario de Estado Crítico es La broma infinita (1996) de David Foster Wallace. 

Obra cumbre del postmodernismo de fin del siglo XX, máxima expresión de la llamada «Gran Novela Americana», pieza descomunal por extensión y complejísima por intención que José Martínez Ros (en colaboración con Sofía Alberoni) desmitifica en su justa medida destacando los motivos por los que NO hay que leer este supuesto clásico intocable para el mundo ‘hipster’.

 

 

José Martínez Ros (en colaboración con Sofía Alberoni)

La desconfianza es buena. Hay que desconfiar de los contemporáneos. Y creo que hay que desconfiar doblemente de los contemporáneos muertos (de manera metafórica o no) que parecen estar por encima de cualquier crítica. Hay que desconfiar, en especial, pienso, de los santos laicos (sobre todo de los dedicados a alguna de las siete artes clásicas y las dos o tres nuevas, incluyendo el porno) y da la impresión de que el -por otro lado, admirable- escritor norteamericano David Foster Wallace va camino de convertirse en uno de ellos, empujado por una turba de modernillos, y si no hacemos algo pronto para evitarlo, muy pronto se perderá en la estratosfera apenas legible de los clásicos momificados. No os equivoquéis. A mí me gustan la mayoría de las obras de David Foster Wallace. Pero creo que se está idealizando de una manera absurda y se le usa para justificar cosas que dudo mucho que ni siquiera le interesaran.

Entre las diversas razones por las que David Foster Wallace está siendo elevado a todos los pedestales literarios de la hipermodernidad están: a) su icónico aspecto de profesor guay de Illinois educado en la Costa Este, b) su suicidio, puesto que un auténtico ídolo sólo puede estar muerto (metafóricamente o no) y c) su meganovela absoluta, su barrilete cósmico, su tocho estelar, La broma infinita. Foster Wallace es autor de varios libros de ensayos tan bien escritos que, como en el caso de los de Borges, da un poco igual de qué hablen, ya sea de la eternidad, la televisión o una feria local llena de palurdos en algún remoto rincón de los USA o se metan con John Updike. También de unas cuantas colecciones de relatos, que van de la cristalina brillantez de cuentos como «Animalitos inexpresivos» o «Encarnaciones de niños quemados» a grados de abstrusidad sorprendentes en un relato breve y que justifican que un crítico, James Wood, lo llamara poco más o menos que artista del aburrimiento, lo que suena casi igual a aburreovejas. Pero como los ensayos se leen con tanta facilidad como admiración, lo que también pasa con bastantes de su cuentos, por tanto, no representan un reto. Y para ciertos individuos con mucha materia fecal en el cerebro, lo que se lee fácil NO PUEDE SER BUENO. Así que se suele destacar el auténtico precipicio para el lector, La broma infinita.

La broma infinita mola por un buen número de razones “correctas” y por algunas muy incorrectas. Repasemos las primeras.

En primer lugar, por su grosor: los libros importantes deben poder arrojarse con intención homicida o de, al menos, hacer daño de verdad. El impacto directo de un ejemplar de La broma infinita sería capaz de noquear a cualquier catedrático de filología y a casi todos los dependientes de FNAC. Es tan largo que, está tan lleno de anotaciones, que si, en algún futuro probable, te apetece releer un episodio concreto, es posible que tardes en localizarlo el mismo tiempo que te ocuparía leer el último Premio Planeta.  Todo el que ha sobrevivido a una lectura que sobrepasa holgadamente el millar de páginas ha acabado desarrollando un cierto síndrome de Estocolmo con el libro en cuestión: llevas tanto tiempo con él que, lo merezca o no, tiendes a pensar que ha valido la pena (si no fuera así, sólo quedaría arrancarse los ojos de desesperación). Por otro lado, ha merecido los parabienes de un montón de tipos  influyentes  (al menos en lo que se refiere a la literatura) que no me apetece citar en este momento.

Y por último, La broma infinita mola, porque es una novela estupenda. Lamentablemente, el objeto de este pequeño ensayo no es explicar por qué.

También hay cantidad de malas razones por las que leer La broma infinita.

Es un error, por ejemplo, leer La broma infinita por su molona estructura, porque, más allá del ligero componente paródico de nombrar los años con el nombre de marcas comerciales, resulta tan sencilla como el mecanismo del botijo. Se cuenta la (desgraciada) historia de dos grupos de personajes, hay uno, que como suele suceder es la chica de la función, que sirve de nexo y además es el menos conseguido del libro, pues ¿a quién coño le importa la chica?…  y nada más. Todo lo demás es acumulación, una escena detrás de otra (de una prosa un tanto monocorde, por cierto) hasta el fin. De hecho, sobre al inicio se nota cierta inseguridad en el autor, ya que varios fragmentos iniciales -estoy pensando, por ejemplo, en la secuencia de los preparativos para el colocón de maría- funcionan mejor como pequeños relatos autónomos o ejercicios de estilo que como partes orgánicas de una novela. Estructuralmente, es mucho más básica que, por ejemplo, El arco iris de gravedad2666 o, incluso, Si te dicen que caí. 

Algo pasa con Mary.

Es un error leer a Foster Wallace por su sentido del humor grotesco y paródico, porque corres el evidente peligro de quedarte en los diversos componentes grotescos y paródicos de la novela y no rascar más. Lo explica muy bien Constantino Bértolo que, como buen marxista, es un tío muy serio y riguroso:  “Y llamo curiosa y emblemática la influencia de Foster Wallace porque si bien el desaparecido autor se caracteriza por su aguda mirada narrativa -postnarrativa si se quiere- sobre la cultura norteamericana, no es menos cierto que su mirada es agria, y muy crítica aunque se haga bajo un registro irónico, que por otra parte el mismo entendía como insuficiente y peligroso, mientras que la mirada de sus herederos españoles más que acritud lo que muestra es autocomplacencia, clasismo y neocostumbrismo pop; un pop o un ‘afterpop’ siempre utilizado como expresión de suficiencia cultural, merchandising y distinción generacional con jerga ya de alta cultura ‘of University’, ya de exitosa cultura ‘wire’.”  

Es muy incorrecto leer  La broma infinita por sus componentes de anticipación, ciencia-ficción, visión del futuro, etc. Vale, superficialmente está ambientada en un futuro en el que la ONAN ha sustituido a los Estados Unidos, está la cosa esa de «La gran concavidad» llena de bebés y roedores mutantes, etc. Pero, en realidad, La broma infinita no va de nada de eso.  Cuenta la caída  de un grupo de personajes masculinos (los hermanos Incandenza, algo jodidos ya de por sí por un padre que estaba como una cabra, aunque no se sabe muy bien por qué demonios estaba tan mal de la olla, y Don Gately, que es una versión 2.0 del santo Job) en diversas adicciones y su progresivo hundimiento en unos Estados Unidos que excepto por unos pocos detalles accesorios se pueden identificar totalmente con los actuales. La mejor manera de distinguir si una novela utiliza los ropajes de la Cf para orquestar algún tipo de fábula (véase Orwell) o si se trata de un autor de verdad interesado por el género, es comprobar si, quitando los elementos no presentes en nuestro mundo, la novela continúa siendo la misma (o incluso sale ganando) o no. Y desde luego, La broma infinita no es Ubik, El hombre en el castillo, ni siquiera La sequía El día de la creación. No hay grandes intrigas de política-ficción ni metafísica futurista como en Philip K. Dick. No hay más Apocalipsis ‘à la’ Ballard, más allá de los estrictamente personales.

Ni siquiera una puñetera escena de acción protagonizada por uno de esos bebés gigantes deformes.

Hay una sub-intriga con un grupo terrorista canadiense formado por sujetos en sillas de ruedas tras un cartucho embrujado de efectos mortales, pero, la verdad, resulta tan poco convincente (joder, ¡un cartucho!, ¿no es lo que se usaba hace un montón de años en las Nintendo de ocho bits?) que el autor se olvida de ella en algún punto y no termina en nada o quizás sí, y mi memoria, selectivamente, ha olvidado en qué concluía. A pesar de la admiración que despierta en tanto decadente manchego, La broma infinita es una novela tan severamente realista como Fortunata y Jacinta o cualquier novela de Philip Roth sobre los problemas de su próstata y tan trágica como Adiós a las armas o la vida de Isabel Pantoja y tan pesimista (lo que pierde a todos sus personajes es su incapacidad de controlar sus deseos, lo que suena, por otro lado, entre católico integrista y budista) acerca de la condición humana como Kafka, Sófocles o una tertulia política de la COPE.  Si La broma infinita fuera una película, por un taxativo, calvinista y moralista  mensaje (“ríndete a la sociedad de consumo y ya verás como terminas”) y su técnica supuestamente molona, sólo podría ser Réquiem por un sueño, de Darren Aranofsky.

Espero, no obstante, poder explayarme en otra ocasión sobre las muchas virtudes de este libro. Mientras tanto, que pasen un feliz verano.

admin

22 comentarios

  1. Yo disfruté mucho de la broma infinita, pese a su desmesura y pese a su irregularidad (y, sobre todo, pese a que detesto el tenis y los deportes en general!). Algunos de los pasajes que narraban las desventuras de Don Gately y demás fauna adicta de los bajos fondos de Massachusetts me parecieron formidables. DFW es un autor tremendo, pero los modernitos hispanos que lo adoran no merecen otra cosa que ser cubiertos de residuos tóxicos en alguna convavidad lo bastante extensa…

    • Sobre el tema del deporte me tiene harta, aun no he acabado la novela, detesto el deporte y toda la casuística de su práctica, Es igual que la obra magnífica de Don Delillo,SUBMUNDO, que también se explaya esta vez con el baseball .Comprendo que es importante en la cultura americana( del norte) pero tantos párrafos y capítulos me parece insufrible.Quizás en la literatura americana (del norte) la práctica de algún deporte sea la condición sine quanon de escribir » la gran novela americana», prefiero en realdad a JL Borges que es grande por sus relatos cortos..

  2. Los modernitos hispánicos son justo los que lo mencionan con siglas. ¡Anda ya!

  3. Hola.
    Para mí lo mejor de La broma infinita es que fuese finita. Me lo tomé como algo personal el acabarla y lo conseguí y ahora duermo mal por las noches y perdí todo el pelo de la cabeza y quiero pensar que fue el schock postraumático de leer a DFW.

    Para que una obra maestra sea tal, debe ser genial de cabo a rabo, incluidas las 100 páginas de notas al pie y a mí hubo muchas páginas que se me hicieron muy largas, tediosas, insoportables, aunque a todo esto hay quien lo considera «estilo», que sí, que es otra forma de ganarte al lector a través del sopor.
    Otra obra larga, densa y compleja que sí me gustó fue Jota Erre, de Gaddis, ahí encuentro la cosa equilibrada, dentro del caos, del delirio, de esa prosa febril, plagada de palabras que son esquirlas, de ese balbuceo como metáfora de nuestra (in)comunicación.

    Yo la Broma se la recomendaba a mis ahora (ex) amigos.

  4. El problema de La broma infinita no son solo las 1200 páginas y los 3 o 4 meses que hay que dedicar a leerla, sino que es que hay que leerla dos veces, y la segunda más despacio. O sea, que hay que leerla dos veces seguidas y dedicarle un año. El que pueda permitirse ese lujo (los que estén haciendo la tesis doctoral no pueden permitírselo) disfrutará con el libro, y los demás, o son muy inteligentes y las pillan al vuelo, o estarán dilapidando el (escaso) tiempo.de su juventud.

  5. Vale comentar el comentario de José Martínez. Estoy en la lectura desde hace un par de meses (en idas y venidas) de La broma infinita. La estoy leyendo porque me gusta leer. Simple. Y porque la estuve buscando hace unos buenos años. Ayer en la noche (de madrugada) llegué al punto de querer urgentemente comentarla. Pensarla con alguien. Saber o curiosear qué piensan otras personas. Por eso hoy busqué en Internet algo de esta novela. Y en Wikipedia (lo primero que aparece) simplemente está un comentario de unas pocas líneas, tan total como idiota como los resúmenes o citas que se colocan en las tapas de las libros. Hay poco, y eso reconforta, la verdad (comparto absolutamente el comentario de José Martínez que la novela (o el autor) está muy lejos de convertirse en un clásico, al igual que hubiese sido una decepción que Borges ganara un Novel de literatura). Y aquí está este comentario de José Martínez. Español, supongo. ¿Qué se entiende por “mola”? Últimamente o desde hace tiempo (sobre todo para los de América en español o latinoamérica) el español de España resulta el peor español hablado, escuchado y entendible. ¡Cómo pueden soportar la traducción de películas en español! Por otro lado confirmo algo (que alegrará a la mayoría de españoles): La mayoría de comentarios, críticas o bromas a David Foster Wallace (y a sus obras) proveniente de España acercan la identidad o relación de España con Europa; que no termina de entender o asimilar a Estados Unidos (y a sus típicos gringos) como Estados unidos tampoco a los europeos. Por otro lado comparto perfectamente con José Martínez que la novela La broma infinita, no hay que leerla desde ningún ángulo previo de algún tipo de literatura. La novela va mucho más allá y definitivamente el autor es una de esas personas con las que uno quiere tirarse un trago y emborracharse a morir. No pues, tampoco la recomiendo. A los chanchos, desperdicios. Como dijo Eco (o algo así), si les parece difícil mis novelas, jódanse; a mí tampoco se me hace fácil escribirlas.

    • ¡Bravo!
      Convertir un comentario de una página sobre literatura al barriobajero estilo de los comentarios de YouTube sobre el doblaje de las películas, series y demás está al alcance de unos pocos.
      Es muy sencillo, a los españoles les gusta el doblaje en español de España por que es el suyo, están acostumbrados. Simple y sencillo. Del mismo modo que ustedes están acostumbrados al suyo y a los españoles les rechina. ¿Cuál es mejor? Pues en ocasiones es igual de horrible, hay traducciones malas a ambos lados del Atlántico (igual que buenas).
      “Mola” es una manera de decir que es algo muy bueno, que gusta a la gente. Como decir “está chido”, “chevere”, u otras similares que se usan en Latinoamérica según la idiosincracia de cada país. Por tanto no cabe menospreciar las expresiones del resto, por raras que te suenen. No seamos xenófobos lingüistas, por favor.

    • Hola Aldo:

      En primer lugar, decirte que la broma infinita ya esta considerada un clásico de la literatura, y una de las mejores 100 novelas de todos los tiempos.
      En segundo lugar, la wikipedia ya contiene mucha más información sobre el libro que en la época en la que consultaste la wikipedia hace ya dos años.
      Si quieres comentar la novela conmigo te espero con gusto. Pensarla. Analizarla. Y estoy de acuerdo contigo, la traducción es pésima, echa por un español para todos los de habla Hispana. Menos mal que tuvo la ayuda de la mujer de Wallace porque si no…

  6. he visto esta tarde una película titulada «El último tour», traducción castellana. el título original es «The end of the tour». Si os gustó el libro, que yo no he leído, quizá os interese verla. Por lo que he podido deducir, fue una persona simplemente atormentada por su propia dualidad. Hacía lo que no quería hacer; vivía como no quería vivir; y estaba asqueado de ello. Y la culpa la tenía la sociedad de su tiempo. Por mi parte, pienso que Estados Unidos es un país tremendamente grande para poder cambiar de lugares, personas, ambientes y formas de vida. Quizá fuera un visionario. En todo caso, la sociedad norteamericana padece de una inmadurez persistente.

    • Olvidas que Wallace tenía un problema psiquiátrico independientemente del entorno americano ( gringo se entiende ) no te vayas a creer que en Europa anda las cosas mejor,Vivimos en una sociedad banal y de espectáculos para ingerir y vomitar luego…no creo que fuera un visionario a mi lo que me gusta de La Broma Infinita es su ironía y lo que más detesto es su petulancia intelectual. De todos modos recomiendo su lectura,

  7. Buenas
    He leido el libro, con interes al principio, luego a regañadientes hasta el final, forzandome a acabarlo. Si casi un año de lectura…
    Al final no se como acaba, Gately sueña, esta drogado? Que sucede con los AFR? Con Orin?
    Me parece que el autor no supo acabar el libro, tal vez el mismo cansado por tanta escritura? No sera que la broma es el propio libro que no se acaba nunca?

  8. A falta de 350 páginas de terminar La Broma infinita , no he podido acabarla, ya era demasiado, unos cápitulos en exceso. por no querer omitir la lectura de algunas partes , he preferido dejarlo . quizás en un futuro lo retome.
    He llegado a la conclusión que le sobran , siendo generosos , 500 páginas. Tenía un libro de filosofía por leer y preferencia ha ido por ese lado , fundamentalmente mi abandono es que el exceso de palabrarería sin ningún interés pesar de la intención de ilustrarnos. Lo único que me gustaría saber como acaba dos personajes Gately y Madam Psicosis .

  9. No entiendo que se desacredite algo por ser famoso. Y qué terrible decir cuáles son las razones por las que deberías disfrutar una novela. Yo voto por dejar que los modernos manchegos adoren lo que quieran y hacer comentarios críticos a la obra en sí en vez de criticar el gusto de la gente. Ese elitismo es terrible («cuidado, estáis consumiendo cultura de manera errónea»). De todas formas, me hace mucha gracia ese underground dentro del underground que hace que cada vez te puedan gustar menos cosas. Como se autocensura la gente para que le guste su propio gusto!

  10. Yo voy por la página 900. Empecé a leerla hace aproximadamente un mes. Sobre la mala fama que tiene de libro muy complejo no estoy muy de acuerdo. En realidad hay 3 escenarios, o líneas temporales, cuatro si incluimos las primeras personas con recuerdos de la infancia de La cigüeña loca. A mi me está gustando, creo que escribe maravillosamente bien. Hay partes, la caída del padre de James cuando juega al tenis

  11. Bazofia , si alguien busca opiniones para leer o no este tocho de mugre ,(en mi opinión le sobran 700 paginas… ) yo recomiendo que elijan otro libro , para mi el titulo hace honor al contenido en muchas partes , otra literatura de modilla que pasará sin pena ni gloria

  12. La relación de DFW con la escritura creativa me parece similar a la de Kafka e, imagino, unos pocos autores más. Se nota que es su propia vida, referido a que sin ella no existen para ellos. No hay dualidad entre la persona y el autor de los libros, no hay personaje. Casi siempre hay un personaje vendiendo ego, no una constatación del no-yo. O algo así, perdonadme.

  13. Quien se lea entero un libro tan largo no aprecia el valor del tiempo. Yo lo leí a pequeños trozos, como el Ulises de Joyce por supuesto. Una vez le coges el tino a la cosa, el resto para qué. Me gustó bastante el final, la montaña de HIDROMORFONA y demás, porque lleva a donde lleva el libro entero.
    En cuanto a la crítica que hacéis, me parece que olvidáis el espíritu de la novela: esa inflación de palabras que no lleva a ningún lado y que da título a la obra.
    Besos.

  14. Últimamente me he obsesionado con DFW (entrevistas más que nada), pero quiero comenzar a leerlo. Mi pregunta es si está bien empezar por La Broma Infinita o cuál me recomiendan. Ah, y si en español o en su idioma original…

  15. Pues a mí me encantó la primera vez, y me está gustando aún más la segunda. Creo que es una novela que crea una atmósfera estupenda que favorece que te sumerjas en ella. Si lo intentas leer como la historia de Hal, Don, MP, etc, normal que sobren tres cuartas partes del libro… Pero para nada. Es como mirar un cuadro abstracto y buscar qué representa, y cuando crees ver algo reconocible pensar «pues no es para tanto»… Me cuesta explicar lo que quiero decir… Pero creo que es un libro para leer sin más, sin esperar al desenlace, ni la resolución del misterio, ni nada de eso… Es disfrutar y sumergirse en el camino…

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