“Ahora… ¡hay tanta gente que no siente la necesidad de pensar! Y cuando a estos desgraciados se les quiere excitar a que piensen, se irritan. No sé a quien le he oído que si a un eunuco se le administra una droga afrodisíaca, no se consigue sino irritarle el organismo y acaso provocarle una violenta diarrea. Conozco diarreas mentales, de sentido común, que tienen un origen análogo.” (Sobre la necesidad de pensar, de Miguel de Unamuno)
REBECA GARCÍA NIETO | Hay un tipo de estreñimiento que me parece aterrador, no sólo por su duración (Unamuno ya percibió sus síntomas allá por 1915), sino porque no me cabe en la cabeza que entre las necesidades básicas para el bienestar de un ser humano no figure la de pensar. Pensar y no caer, dice el autor, es no dejar de hacerse preguntas, de cuestionar las cosas que damos por sentadas. Pero esta necesidad de pensar por uno mismo, de no admitir sin rechistar pensamientos ajenos impuestos –a veces de forma prácticamente subliminal–, de dar un sentido –cada uno el nuestro– a lo que nos rodea no es algo que sienta todo el mundo. Es más, hay personas que buscan pensamientos ya preparados (véase libros de autoayuda, por ejemplo) igual que otros consumen platos precocinados, porque no han desarrollado la sana costumbre de cultivar pensamientos de cosecha propia. Libros como éste de Ramón Andrés me parecen un remedio excelente para este mal hábito.
Como se nos dice en el libro, a Ramón Andrés le ocurre como a György Ligeti, que tiene la necesidad de volver la vista atrás para pensar el presente. Y es que no hay nada que nos asuste más que mirar lo que tenemos delante de nuestras narices. Como bien dice, “Ninguna civilización ha menospreciado tanto el presente como la occidental, a expensas siempre de lo venidero, de lo que está más allá”. Vivimos pensando que cualquier pasado fue mejor o persiguiendo horizontes que siempre están algo más lejos, y somos capaces de hacer cualquier cosa con tal de no vivir en tiempo real, en el tiempo que nos ha tocado. Con este libro, Andrés nos obliga a fijar la atención en el aquí y el ahora, pero lo hace de una forma muy personal. Pensar y no caer ofrece una visión panorámica del presente tomada, paradójicamente, mirando por el espejo retrovisor.
Una característica de nuestro tiempo es el reparto, cada día más desigual, del pan. Partiendo de Nuestro pan de cada día, de Predrag Matvejevic, Andrés habla de la escasez en estos tiempos de abundancia y nos describe como “Ricos, pero hambrientos; despreocupados por el reparto de lo que falta”. También me ha parecido muy interesante el capítulo en que, a partir de Del natural, de W.G. Sebald, reflexiona sobre cómo ha cambiado nuestra relación con el cuerpo, con la enfermedad, en los últimos siglos. Si antes los enfermos se postraban ante un retablo de Grünewald con la esperanza de sanar al contemplarlo, ahora en algunas ocasiones se va al médico “con la mentalidad del consumidor”, ya que “existe una clase de enfermo, no minoritaria, que ha sido creada para el buen funcionamiento de un aparato que exige pacientes, consumidores (…) son los clientes de la industria farmacéutica”.
El autor detiene también su mirada en la Europa actual, la de la exclusión, la de las vallas de Ceuta y Melilla o la Jungla de Calais. A partir del episodio que dio pie a Dostoievski lee a Hegel en Siberia y rompe a llorar, de László Földényi, Andrés reflexiona sobre la Europa de nuestro tiempo, esa “que camina hacia su inviabilidad”. Dostoievski se sintió morir al leer que el filósofo era partidario de dejar Siberia, a los que sufrieron en los campos de trabajo, fuera del mapa de Europa. Nosotros, en cambio, ignoramos que hubo un tiempo en que los trajes de Hugo Boss no eran exactamente lo que son ahora y que fueron fabricados en campos no muy distintos a aquel en que estuvo confinado el escritor ruso. Y, lo que es peor, ni siquiera nos inmutamos cuando nos enteramos de que están deportando a los migrantes a Turquía. Desde el primer momento, apunta Andrés, “El sufrimiento no contaba, estaba fuera de una Europa que pretendía erigirse, ya desde la misma Ilustración, como un continente supremo, indoloro, suficiente; es decir, artificial, imaginario”.
Pese a lo oscuro del panorama, es un placer seguir el hilo de los pensamientos del escritor sobre estos asuntos. A Andrés se le lee con mucho gusto porque no sólo piensa (y escribe) con palabras, sino también mediante cuadros y música (el libro contiene múltiples reproducciones de cuadros, incluso partituras). En ese sentido, es un placer ver y escuchar a Andrés mientras piensa. El cuarteto de cuerda, de Witold Lutoslawski, descrito como “la música de un derribo”, pone música a esa Europa que ya ha intentado suicidarse en varias ocasiones; El réquiem, de Ligeti, no es sólo la banda sonora de 2001: una odisea del espacio, sino también la banda sonora de nuestro tiempo. Los oídos bien afinados captarán la elegancia en la transición del penúltimo al último capítulo del libro. El penúltimo capítulo cierra con los últimos compases del citado réquiem: “Tutti: morendo… niente” y el siguiente recoge esa Nada (niente) en el título.
Este último capítulo, como no podía ser de otra manera, apoteósico, está dedicado al nihilismo vaticinado por Nietzsche. En esta ocasión, Andrés parte de la película El caballo de Turín, de Béla Tarr, para reflexionar sobre algunos aspectos, más o menos conocidos, del pensamiento del filósofo alemán. Aquella escena en que Nietzsche permaneció abrazado a un caballo que había sido brutalmente golpeado hasta que se lo llevaron suele señalarse como el momento preciso en que el filósofo perdió la razón. Como dice Andrés, hay indicios que señalan que, un poco antes de esa escena, aquel hombre que susurraba a los caballos ya había roto lazos con una humanidad cada vez más inhumana. En cualquier caso, se sabe dónde acabó Nietzsche (a seis mil pies más allá del hombre y del tiempo); pero no sabemos qué fue de aquel caballo, ni del arriero que lo golpeó sin piedad. Es difícil decir cuál de los dos estaba siendo más presa de la sinrazón: el que empezó a firmar sus cartas como Dioniso o el Crucificado, o el arriero. Lo que está claro es que el camino que los llamados cuerdos tomamos en aquella bifurcación tampoco nos ha librado del sinsentido. Como dice el autor, las democracias que conocemos son “profundamente nihilistas”, ya que se rigen por la falta de sentido. El nihilismo profetizado por Nietzsche toma así forma “en el rentable negocio que ha sido y es el acostumbrar a las masas a la falta de sentido”.
Pensamos que los males de nuestro tiempo son cosa de ahora. Como dijo James Baldwin, piensas que tu dolor no tiene precedentes en la historia, pero entonces lees. Y lees libros como éste y te caes del burro (dejemos ya en paz a los pobres caballos). Hay algo en el ser humano que no funciona, y tal vez tenga que ver con ese estreñimiento mental del que hablo, y las diarreas mentales, del sentido común, que se producen periódicamente en quienes no están acostumbrados a pensar por sí mismos. Ojalá estemos a tiempo de ponerle remedio. Todavía podemos pensar y no caer (otra vez).
Pensar y no caer (Acantilado, 2016) de Ramón Andrés | 224 páginas | 20 €
Estimada Rebeca,
Gracias por tu reseña, por rescatar lo que valioso. El domingo voy a por él. Ramón Andrés siempre es una grata compañía.
Un saludo y mis mejores deseos.
Muchas gracias, Daniel. Siempre es un placer leer a Ramón Andrés, aunque escriba sobre cosas terribles, como el suicidio.
Un saludo y mis mejores deseos para ti también.
Libros así son los necesarios en esta era de la distracción y el entretenimiento, últimamente me he sentido muy sólo y a la deriva porque la mayoría de personas que me rodean sólo piensan en fútbol y cosas banales….en fin, Acantilado es uno de esos refugios ante todo eso y por eso les agradezco.
Pues sí. Acantilado tiene uno de los mejores catálogos.
Un saludo y gracias por comentar,
Rebeca
Estimada Rebeca,
Soy Daniel, el que escribió el primer comentario. Solo decirte que leí el libro y me gustó tanto que me animé a escribir una reseña; ayer la publicaron en Culturamas. A lo mejor resulta de tu interés:
http://www.culturamas.es/blog/2017/01/10/pensar-y-no-caer-de-ramon-andres/
Un saludo.
PD: ayer, precisamente, terminé de leer ‘Poesía reunida y aforismos’, otro libro de Ramón Andrés recientemente publicado por Lumen. Si te gustó ‘Pensar y no caer’, no dejes pasar ‘Poesía reunida y aforismos’.
Hola, Daniel
Me alegro mucho de que el libro te haya gustado. Muchas gracias por poner por aquí tu reseña. La he leído y la he compartido en twitter. No he leído «Poesía reunida y aforismos», pero me lo apunto. Muchas gracias por la recomendación.
Un saludo,
Rebeca