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Renovado prodigio

9788498959420ANTONIO RIVERO TARAVILLOUno de los casos más llamativos de la poesía española de las últimas décadas ha sido la sorprendente transformación de la voz de tres estupendos poetas que comenzaron con tonos frívolos, de fiesta, alcohol y madrugada (aunque no solo eso), cuya deriva los ha tornado cada vez más metafísicos. Me refiero a Carlos Marzal, Felipe Benítez Reyes y, especialmente, Vicente Gallego, quien ha adoptado además en sus últimas obras una expresión mística, esencialista, despojada, que ya ha dado excelentes frutos (por ejemplo, el reciente Cuaderno de brotes) y ahora vuelve a dar el do de pecho no para romper los cristales sino para crearlos, lentes con los que mirar el mundo con luz nueva y al mismo tiempo fuera de este, atemporal.

Ser el canto obtuvo el XVIII Premio de Poesía Generación del 27. Si alguna veces los premios editados por la editorial Visor son sospechosos (hablo de un hecho constatado, no elevo denuncia), en general hacen que se publiquen muy buenos títulos. Este, más que eso, es extraordinario. Quizá, para mostrarle lo que se pierde, el libro que uno regalaría a quien no acostumbra leer versos.

Dividido en cincuenta cantos que solo ostentan números romanos, como ajenos a la contingencia de un título, una anécdota, un pretexto, Ser el canto encauza en versos impares (preponderancia del endecasílabo, con heptasílabos y pentasílabos, todos ellos blancos) una música más que reflexiva celebratoria, más hímnica que filosófica. El libro incluye páginas que quitan el hipo: el I, el XVI, el XXVI, el XXX, el XXXIV, el XLII son cantos que están entre lo mejor que se ha publicado en España en los últimos tiempos. El XXVI por ejemplo, el más breve de todos, es un prodigio que habla del prodigio y que merece ser citado íntegramente, con su encuentro de épocas, escalas, dimensiones: “A quién le cabe duda de que fueron / obedientes las aguas del Mar Rojo, / ¿no se abren aquí / –y no es menos tremendo de creer– / los pétalos de grana de una rosa?”.

Para que sea honda, la poesía no precisa de palabras impresas en caja alta que miren por encima del hombro al lector, de citas oscuras, de latines, de versos truncos y tartamudeos de quien se cree quizá por ello Demóstenes, de pedestres pedanterías. Vicente Gallego celebra los asombros sin el más mínimo engolamiento, muchas veces con el instrumento más preciso, la herramienta más exacta: la interrogación, que es el signo de exclamación del sabio. Ya en la primera de las composiciones da una lección poética y de vida, que aquí me sirve para cerrar esta recomendación de lectura: “¿Cuándo tuvo principio / mi amor por cuanto amo? / ¿Fue primero / amar, ser el amor, / fue primero cantar o ser el canto?”

Ser el canto (Visor, 2016), de Vicente Gallego | 68 páginas | 10 € | XVIII Premio de Poesía Generación del 27

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