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Ser el cambio

dedc31b8a541a8498101b23864db7dfcdb1293fcNURIA MUÑOZ | La adolescencia. Esa etapa en la que nos conducimos a base de impulsos mayoritariamente sexuales, estrenando cuerpos dominados por las hormonas. Irreflexivos y hedonistas, ansiando la satisfacción. Recordar esa primera juventud es, para muchos, traer a la memoria el tiempo más intenso y salvaje de todos cuantos después se vivan. Pero no para Luisgé Martín, que pasó esos años con el lastre de ocultar la desgracia de padecer una enfermedad propia de invertidos y degenerados: la homosexualidad.

Martín novela su historia sentimental, que es también la de su sexualidad, en una autobiografía honesta e impecablemente escrita. El amor del revés es el amor de Luisgé, enfermo, pecaminoso, contra natura, demonizado por los religiosos de su colegio, despreciado por sus compañeros de patio y ni tan siquiera contemplado como posibilidad por su familia. En la España de los setenta, cuando la homosexualidad era una aberración, Luisgé constata con horror que él es uno de ellos, que en sus sueños eróticos no hay grandes pechos ni vaginas, así que decide hacer una promesa que marcará profundamente el curso de su vida, porque la ocultación absoluta de su identidad sexual lleva aparejada la condena a una dolorosa soledad.

Luisgé emprende entonces la tarea de sobrevivir a una vida del revés, con una pubertad sin sexo ni confidencias, refugiado en los estudios, en los libros, sintiéndose la cucaracha imaginada por Kafka y deseando poder metamorfosearse en Samsa. En ese particular viaje de lo bestial a lo humano, L.G. novela sus enamoramientos, siempre sublimados, platónicos e intensos, por grandes amigos o absolutos desconocidos, e incluso su decisión de someterse a terapia conductual para lograr sentirse atraído por las mujeres. Para ser normal y no sufrir el tormento de saberse solo en su secreto, para vencer la tentación de visitar algunos de los sórdidos lugares de encuentro de los maricones españoles de los ochenta: los urinarios públicos, los cines. Y narra también la pérdida de su virginidad con un desconocido en un coche aparcado en una calle poco transitada, la decepción, el miedo, las citas concertadas a través de los anuncios por palabras de las revistas para adultos. De fondo, una sociedad que va cambiando lentamente, la metamorfosis de un país en paralelo a la de L.M.

Pero El amor del revés no es (solo) una historia sobre homosexualidad en un tiempo y espacio hostiles, sino que habla de las secuelas de su propia farsa, que van desde el sufrimiento del propio fingidor hasta el padecimiento de aquellos que lo rodean sin entender qué es aquello que lo consume. O de cómo una mente entrenada para el aislamiento y la aflicción puede en ocasiones ser también cruel, asumiendo que el umbral de tolerancia al dolor de los demás es similar al suyo.

Luisgé se narra a sí mismo desde la primera persona, y solo le sirve el lenguaje directo, el léxico sincero, porque en su desnudo sentimental no hay nada falso, no hay poses estudiadas ni perfiles buenos. Hay hombres que se masturban furiosamente pensando en otros hombres, hombres que se la dejan chupar por desconocidos mientras se sienten culpables por hacerlo, hombres que acuden a consultas de especialistas desnaturalizados que afirman que pueden curar la homosexualidad. Aquí al protagonista se le ven las ojeras y las cicatrices, las heridas abiertas a causa de la culpa, y eso solo funciona si se cuenta, como en este caso, con honradez. Aunque duela, aunque escueza, porque de esta transformación nadie sale indemne. [Publicado en Buensalvaje España]

El amor del revés (Anagrama, 2016) de Luisgé Martín | 280 páginas | 18,90 €

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