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Shuggie Bain ha crecido

LUIS ANTONIO SIERRA | En 2020, Douglas Stuart ganó el prestigioso Booker Prize con su primera novela, Historia de Shuggie Bain. En este libro – cuya reseña apareció en Estado Crítico allá por noviembre de 2021 – Stuart nos colocaba frente a un niño de clase trabajadora, oriundo de un Glasgow inmerso en un proceso de desindustrialización brutal y partícipe involuntario de la campaña de debilitamiento de la clase obrera en la que la Premier británica de entonces, Margaret Thatcher, basó su política económica. Esta novela explotaba un recurso literario bastante de moda últimamente, la autoficción, donde, según el propio autor, la carga autobiográfica pesaba bastante más que la ficticia.

Pues bien, en esta misma línea transcurre la nueva novela del escritor de Glasgow, Un lugar para Mungo, aunque, ateniéndonos a su propia biografía, en esta ocasión se ciñe al concepto más puro de autoficción, esto es, el de una autobiografía bastante ficticia. Porque, no nos engañemos, Stuart, al igual que tantos otros autores, utiliza su propia experiencia, sus vivencias, como base para sus narraciones. Alguien dijo que este ombliguismo narrativo viene dado por la imposibilidad de conocer y, por lo tanto, de poder hablar de otra realidad que no sea la de uno mismo. El mundo – la realidad – es tan complejo, tan variado, tiene tantos matices que es imposible asirlo para contarlo y, por lo tanto, solo somos capaces de contar lo más cercano, lo más íntimo. Como mucho, adornamos nuestra realidad, creamos ficción desde ella. Es la única forma de crear verosimilitud en la literatura y de ser francos con los lectores.

En Un lugar para Mungo vemos cómo Shuggie Bain – Douglas Stuart, alias Mungo – ha entrado en la adolescencia. Su contexto familiar sigue siendo el mismo. Es el menor de tres hermanos, criados – o dejados de la mano de Dios, más bien – por una madre viuda, alcoholizada y en una búsqueda constante de un hombre con quien estar. La relación entre Mungo y su madre sigue siendo la misma que en Historia de Shuggie Bain, es decir, él se siente responsable de ella, se lo perdona todo y hace todo lo posible por cuidarla y alejarla de sus adicciones (sin éxito). Y el estilo narrativo también continúa en la misma línea, esto es, ágil, fresco, con toques líricos a ratos, pero pegado a la tierra al mismo tiempo, lo cual agradecemos como lectores.

Entonces, si Un lugar para Mungo es, por así decirlo, la continuación de Historia de Shuggie Bain, podríamos pensar que estamos ante dos libros prácticamente iguales y que puede no merecer la pena enfangarse en estas nueva novela de Douglas Stuart por repetitiva. Por otra parte, esto tampoco sería una novedad ya que hay autores que llevan escribiendo la misma novela libro tras libro y seguimos cayendo en la trampa. Podemos afirmar que, a pesar de que lo dicho hasta ahora pudiera persuadirnos para no pasar el rato con Un lugar para Mungo, sin embargo, esta novela trasciende a su precedente.

Stuart hace un magistral retrato del Glasgow posthatcherista, de una ciudad azotada por la falta de trabajo y de expectativas, de unos barrios obreros deprimidos, sin perspectivas de futuro y dependientes de las ayudas estatales que les permitan salir adelante. Esta foto fija también muestra al inconsciente ideológico que prevalece en este contexto, esto es, uno en el que el patriarcado no ha sido puesto en entredicho todavía y donde, por tanto, la homofobia es más que patente y, consecuentemente, motivo de exclusión y marginación social. Así lo atestiguan tanto el personaje del “mariposón” como también el propio Mungo y su católico y homosexual amigo James, víctimas ambos de la ira homófoba, la cual se ve azuzada por el vetusto e irracional enfrentamiento entre católicos y protestantes heredado de la emigración irlandesa hacia Escocia que comenzó a mediados del siglo XIX como consecuencia de la Gran Hambruna que Irlanda sufrió y que provocó un éxodo masivo de irlandeses – en su mayoría de credo católico – hacia zonas industrializadas de Gran Bretaña, así como hacia los Estados Unidos y Canadá.

Mungo será víctima por partida doble de esta violencia homófoba, ya que también será objeto de abusos sexuales durante ese terrible fin de semana al que su madre lo envía al campo para convertirse en un hombre de verdad y que lo destrozará a todos los niveles, tanto física como psicológicamente. Por suerte para él, su proceso de maduración – no olvidemos que esta novela también es también un bildungsroman – lo salva, aparentemente, de todo lo ocurrido, aunque seguro que las secuelas seguirán estando ahí. Para salir de dudas sobre este asunto, habrá que esperar a que Stuart publique su próxima novela en la que Shuggie Bain-Mungo seguirá abriéndose paso en un mundo bastante hostil para un joven proletario, protestante, homosexual y escocés.

Un lugar para Mungo (Random House, 2023) | Douglas Stuart | Traducción de Francisco González López | 440 páginas | 22,90 euros

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