EDUARDO CRUZ ACILLONA | A ver… Que no digo yo que David Lynch se haya muerto… Simplemente quiero decir que si el citado levantara la cabeza de sus propios guiones, que al parecer es algo que le tiene bastante ensimismado, vería que no es el único en ponernos un espejo delante de nuestros propios alrededores. De esos alrededores incómodos que sólo soportamos con agrado si vienen servidos en el envase de la ficción y lo acompañamos de su correspondiente ración de palomitas.
“Hay otros mundos, pero están en este”, decía Paul Éluard. Y hay otras gentes cuyas hechuras no encajan en lo políticamente correcto y que también habitan en este mundo. Son, por ejemplo, el enano incapaz de hacer nada tras la barra del parador de carretera sin la ayuda de su mujer en “Irman”, la niña que se alimenta de pájaros vivos por puro instinto de supervivencia en “Pájaros en la boca”, la paciente que regresa de manera recurrente al hospital desde su casa en pijama y en un abrir y cerrar de ojos en “Agujeros negros” o el familiar con una depresión profunda que hace que mejore sustancialmente la vida de todo aquel que se le acerca en “Mi hermano Walter”…
Los personajes de Samanta Schweblin existen. Conviven con nosotros. No hay más que fijarse mínimamente. Quizás el problema esté en nuestra mirada, incapaz de verlos. No te digo ya de convivir con ellos. De ahí el gran hallazgo de la autora a la hora de poner el foco de atención en esa cotidiana marginalidad, en ese tan cercano circo de los horrores que es la vida cuando sales de eso que últimamente se ha dado en llamar, y mira lo poco que me gusta utilizar la expresión, “zona de confort”.
Los relatos de Schweblin tienen un punto de sádica ternura, de tierno dolor, de angustia familiar, tanto como para llamar “Felicidad” a una novia vestida de blanco y abandonada en una gasolinera. O como para presentarnos a un personaje que de adulto acaba combinando dos de sus mayores aficiones infantiles: pintar y aplastar cabezas contra el asfalto. Y a quien la autora pone en su boca la lapidaria frase “…y yo empiezo a pensar en eso que siempre decía mi mamá, eso de que el mundo lo que tiene es una gran crisis de amor, y de que, al fin y al cabo, no son buenos tiempos para la gente muy sensible”. Casi nada.
Muchos conocimos a Samanta Schweblin a raíz de que se le otorgase el premio Narrativa Breve Ribera del Duero y Páginas de Espuma publicara esa maravilla que es Siete casas vacías. Poco después, conocimos su nominación al premio Man Booker 2017 por su novela Distancia de rescate, una obra que ya había sido reconocida previamente con los premios Tigre Juan y Ojo Crítico.
La editorial Random House, con gran visión comercial y, sobre todo, literaria, nos trae ahora los dos primeros libros de relatos de la autora en un solo volumen. El núcleo del disturbio y Pájaros en la boca, con el regalo de dos relatos inéditos hasta ahora. En ellos ya está presente el singularísimo universo creativo de Samanta Schweblin, una voz y, sobre todo, una mirada singular, diferente, en la que es capaz de mezclar, no agitar, la angustia y la ternura de una manera natural.
A raíz de la publicación de su ya mencionado Siete casa vacías, tuve ocasión de entrevistar a la autora y de preguntarle:
«Usted es capaz de contar con un lenguaje absolutamente natural lo extraño. Y lo convierte en inquietante, en provocador incluso. ¿Cómo consigue ese equilibrio?»
Su respuesta, sin duda, es la mejor pista a la hora de afrontar la lectura de este libro que hoy nos ocupa:
“Creo que la angustia está puesta en otro lado, no tanto en el lenguaje en sí. Creo que el lenguaje puedo incluso hasta llegar a molestar si uno llega a una situación de angustia, una situación por la que está pasando argumentalmente una historia. El lenguaje tiene que estar ahí solamente para comunicar. En el momento en que empieza a molestar es como ver un jardín a través de una tela mosquitera. Hay excepciones, claro, pero mientras el narrador no sea un personaje, no me gusta escuchar al narrador, me gusta ver lo que está pasando. Me gusta comunicar ideas muy vivas”.
¿No diría lo mismo de sus historias David Lynch si levantara la cabeza?…
Pájaros en la boca y otros cuentos (Literatura Random House, 2017), de Samanta Schweblin | 192 páginas | 16,90 euros