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Sí, hay libros necesarios

Michelangelo Buonarroti Tutt’Art@

ELENA MARQUÉS | A alguno que yo conozco no le gusta que se hable de libros «necesarios». O sea, que se califique un texto como «imprescindible» (ese adjetivo tampoco le complace), entendiendo con ello que es mucho lo que nos perdemos si no lo incluimos en nuestro acervo. Creo, sin embargo, que, independientemente de las creencias de cada cual, a los planteamientos del católico confeso Jesús Cotta en Rehumanismo. Una propuesta para el siglo XXI podrían atribuírsele ambos términos, pues, por encima de todo, nos recuerdan nuestra condición, aquello que nos diferencia. La urgencia de volver los ojos al pasado o, al menos, a ciertos valores que, en aras de algo que quieren imponernos como superior, el progreso, que nos hurta nuestra individualidad y nuestra dignidad para hacernos formar parte de la grey, duermen en la actualidad el sueño de los justos.

Ya en el pequeño pero atinado prólogo a cargo del editor José Luis Trullo se nos recuerda la atemporalidad de la verdad frente a lo efímero de las modas, entre las que esperemos que lo que Cotta define como contrahumanismo solo sea una de ellas. A su descripción dedica una primera parte del libro, compuesto por cuatro artículos ensayísticos: «Vindicación del rehumanismo», «El valor de la fraternidad», «La tradición traicionada, y cinco caballeros al rescate» y «De los dioses antropomorfos grecorromanos al hombre teomorfo cristiano». En todos ellos se detecta al filósofo y profesor que los firma, tanto en la estructuración en apartados y preguntas como en la línea argumental que va siguiendo, en la claridad expositiva y el recurso a distintos exempla en los que basar sus razonamientos. También en su deseo no tanto de convencer y ganarnos a su causa como de explicarnos cuestiones tan olvidadas como las concomitancias entre Cristo y el hombre que cantara Homero, los vínculos entre la tradición clásica (el antropocentrismo griego) y el Cristianismo, que aporta al humanismo teórico e intelectual su faceta moral, religiosa y existencial.

Son muchas las «enseñanzas», si como tales pueden denominarse, que se obtienen de la lectura de este opúsculo, como la distinción entre humanismo edénico y humanismo prometeico; la noción de moral egoscópica, concepto aportado por el también poeta Daniel Cotta que conlleva una sacralización de los deseos y una ética de consensos; los peligros del endiosamiento de la razón o, por mejor decir, de lo meramente intelectual. Me resultan especialmente constructivas las observaciones sobre la superioridad moral de ciertos «activistas» y «concienciados» de todo frente a los tontos que aún se anclan en enseñanzas y creencias antiguas, así como las que ponen el foco en la actual falta de respeto a nuestro propio cuerpo, incapaz de aceptarse tal como es. Un cuerpo del que nos sentimos absolutos propietarios, olvidando nuestra vinculación divina. De hecho, algunas de esas líneas contrahumanísticas defienden más a los animales que al propio hombre, único ser capaz de pensar y nombrarse como un yo, de observar el universo, que no existiría sin nuestra mirada consciente.

Por supuesto, todas estas ideas están bien desarrolladas, no como yo las estoy lanzando aquí. El texto tiene una gran profundidad que me siento incapaz de transmitir, pero su hondura no se ve menoscabada por el lenguaje ni por silogismos filosóficos complejos. Es fácil de leer, amable, aunque no deja un respiro. Hay poca hojarasca en la que escarbar, todo se nos ofrece con limpieza de recursos y sintaxis afable. Además, Cotta, autor, entre otros poemarios, de A merced de los pájaros y Gorriones de acera, con el que obtuvo el Premio de Poesía Oliver Belmás, saca también a relucir su faceta lírica, con lo que a ratos el texto resulta absolutamente delicioso. Me permito reproducir aquí un fragmento que corrobora las dos últimas ideas que acabo de escribir:

Solo cuando oímos el O magnum mysterium de Tomás Luis de Victoria el alma se convierte en un incendio sublime; solo cuando vemos la Sagrada Familia de Gaudí las piedras alzan sus puntas hasta el infinito en un intento de tocar el manto de Dios…

La religiosidad de Jesús Cotta, por supuesto, como prácticamente en su obra completa, se palpa a lo largo de todo el libro. Para él, el hombre, único ser mortal, es un ente trascendente, tiene un alma divina, busca siempre una explicación, intenta «ser algo más que la materia que lo compone». Sé que a muchos contrahumanistas que lo son sin saberlo este hecho los echará para atrás. Escuchar opiniones en favor de la vida o del amor por encima del sexo, de una «correcta» educación física para los jóvenes de hoy, de la existencia de Dios, no gusta en absoluto, suena demasiado a retrógrado. Además, va en contra del supremo valor del mundo contemporáneo: la libertad. Creo, sin embargo, que quien vete por motivos tan absurdos este librito yerra del todo. Que para él es más que «necesario», es «imprescindible» detenerse a pensar en esta propuesta vital para el siglo XXI antes de desesperanzarse al borde del abismo.

Rehumanismo. Una propuesta para el siglo XXI (Cypress Cultura, 2024) | Jesús Cotta | 94 páginas | 12 euros

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