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Siete motivos por los que no debería asustarte leer El cupón falso

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JOSÉ M. LÓPEZ | Hola Holita a todos los “followers”, lectorcitos de Summer-EC, el suplemento veraniego de Estado Crítico. Hoy queremos cerrar la temporada estival con otra de nuestras exitosas listas. Tras “Diez lugares literarios que no te puedes perder en España”, “Nueve escritores con los que deberías irte de cañas” y “Ocho libros de Murakami que no deberías quemar”, terminamos nuestra serie con:

“Siete motivos por los que no debe asustarte leer El cupón falso, de Tolstói”:

1) ¡Jolines… es Tolstói!

Sí, amigos. Es cierto que hace unos años leer a este gran escritor ruso podría ser de lo más ‘cool’ y sofisticado, pero hoy día a todos nos puede parecer muy poco ‘mainstream’. A pesar de ello, dicen los entendidos que este libro resulta más entretenido que la mayoría de las novedades que podemos ver actualmente en los expositores de las librerías. Estas pequeñas obras de los grandes genios del realismo europeo- así creo que los etiquetan-, Galdós, Flaubert, Dickens, Chejov, son, según dicen, más divertidas que la mayoría de los tediosas novelas de autoficción o ensayísticas (ya os contaré en otra ocasión mi soporífera experiencia con el tal Vila-Matas) que están tan de moda hoy día. Dejaos los prejuicios en casa, amiguitos. Yo también los tenía, y al final resultó que me enganchó esta historia encadenada de personajes que tiene un trasfondo malo malísimo.

2) Es breve.

A todos nos pasa que nuestra ajetreada vida no nos deja tiempo para actividades que nos roben mucho tiempo. Lo que nos mola es la comida rápida, las series con capítulos de cuarenta minutos,  y los 280 caracteres. Así que a quien le dé pereza enfrentarse a este autor de obras descomunalmente largas como Ana Karenina o Guerra y Paz que no tema. El cupón falso es una novela corta, unas 135 páginas, es decir, nos la podemos zampar durante una tardecita en la playa y a otra cosa mariposa. Y con tan poco esfuerzo, que, tras el ‘selfie’ de rigor que colgaremos en nuestro Insta, ya tendremos un Tolstói del que presumir.

3) Una historia negra.

Debemos confesar que nos encantan las ficciones protagonizadas por villanos villanísimos, gente que carga con profundas culpas, con maldades escondidas y dilemas morales. Y este libro os enganchará porque la estafa que se lleva a cabo a través de este cupón falso funciona como un ‘macguffin’ que da lugar a una trama muy negra negrísima, que desencadena una serie de tragedias y vilezas individuales que surgen como por efecto mariposa. En definitiva, El cupón falso es un libro que nos mostrará cómo de lejos puede llegar la ruindad de personas tan normales como nuestro profesor de yoga.  El cupón simboliza una mala acción concreta, pero que termina generando toda una red de indecencias e inmoralidades que no nos darán pie a confiar mucho en nuestra especie. Y es que quizás el cupón no es la causa, sino la excusa para que cada personaje, aparentemente inocente, haga salir a la luz esos bellacos comportamientos que alberga tan profundamente. En el libro, amiguitos, encontramos pasajes que nos harán saltar de la hamaca o agitarnos en nuestra toalla, y que me dicen que parecen extraídos de otro escritor antiguo ruso de la misma época que no logro recordar:

“No se le iba de la cabeza, la enorme barriga del comerciante, que sobresalía del cinturón de su camisa de percal, descolorida a fuerza de levaduras. Le obsesionaba la idea de abrir ese vientre con un cuchillo y sacarle las tripas” (63)

¿No os da pánico la ausencia de culpa de los personajes? ¿Sus pocos escrúpulos? ¡Qué sustito y qué disfrute!

4) Personajes normales y malvados.

Muy relacionado con el punto anterior, debo deciros que la novela está poblada de gente aparentemente normal, vamos, como tú y como yo pero en la Rusia zarista, y que, al hilo de la aparición en sus vidas del cupón o sus consecuencias, nos muestran su cara más amarga y descorazonadora: desde el joven estudiante que estafa para poder ir al teatro, pasando por la pareja de comerciantes que al sentirse estafada decide engañar también, el campesino que odia a los señores de más alta clase social, el profesor de religión incrédulo, el portero rencoroso y vago… En definitiva, una panda de personajes apasionantes, complejos y malvados que nos harán pasar una tarde de playa ‘perf’.

5) La estructura.

El cupón falso es, y ojo con mis ‘trolls’, una novela caleidoscópica. ‘Do you feel me?’ ‘Yes’, lectorcitos, con este palabro me refiero a que las historias de los distintos personajes se encadenan como en un juego de eslabones. Al final, y a pesar de la brevedad de la obra, la maestría del autor hace que sintamos empatía por cada uno de los protagonistas, y que conozcamos, creemos que a la perfección, sus manías, y sus miserias, sus fortalezas y sus debilidades ¿Sabéis esos crucigramas que hacían nuestras madres, en los que una palabra nos llevaba a la otra? Pues algo así pasa con este libro, y eso, la verdad, me resultó bastante divertido. Cada capítulo, cada estafa o maldad, nos abre la puerta a otra pequeña trama, otra persona vulgar, que puede caer en la traición, en la infamia, en el asesinato… Podríamos decir que cada personaje tiene su propia novela, y que Tolstói, como haría un director de cine, realiza un inmenso ‘travelling’ gracias al cual podemos observar, como tras una ventana, cada pueblo, cada casa, cada camino, cada familia, cada vida…

6) La afilada critica

En una peli de hace más de cien años que rescaté el otro día de Neftlix,  creo recordar que uno de los personajes decía que Nueva York era la ciudad más democrática del mundo, aplastaba por igual a pobres y a ricos. No sé quién es el creador de aquella peli en la que un médico medio chalado deambula por NYC dentro de una ambulancia, pero ceo que algo así pretende hacer Tolstói aquí, pero en este caso realizando un despiadado fresco de la Rusia del siglo diecinueve. No se salva nadie de la venenosa pluma del autor ruso; da igual la edad, el sexo o la clase social. Es especialmente ácido con aquellos pastores religiosos que se caracterizan por su hipocresía y su cinismo. De uno de ellos dice que “había cursado estudios en la academia Eclesiástica, y, en consecuencia, hacía mucho tiempo que no creía en nada de lo que predicaba y enseñaba. Solo creía en la necesidad de que la gente creyera lo que él mismo se obligaba a creer” (50). No sabemos qué cinismo es mayor: si el del religioso o el del propio Tosltói.

7) Aunque lo parezca, Tolstói no es un ‘hater’.

No sabemos si Tolstói despreciaba a la especie humana. Más bien parece que su desesperada crítica a cada uno de los individuos que pululan por el libro parte de un razonamiento y de una lúcida reflexión, no como los ‘hater’que inundan mis redes, pero me divierte verlo en esa faceta leñera, sin dejar títere con cabeza.  Su labor no es tanto criticar de manera irrelevante, sino  proyectarnos, como en una pantalla de cine, o como en un espejo, todas las vilezas que el ser humano puede ser capaz de llevar a cabo. Y nos sentimos como un vecino fisgón, como James Stewart en aquella película de las ventanas, o, mejor aún, como cuando vemos Gran Hermano. Nos pone delante un mosaico de miserias e inmundicias humanas. Con el peligro de que los personajes terminan devolviéndonos la mirada, sacándonos de nuestro apacible refugio, inquietándonos,  y recordando al ‘voyeur’ que cada uno de nosotros llevamos dentro que todos tenemos nuestro propio cadáver en el jardín. Solo hay que saber mirar con un poco de lucidez o mala leche. Como Hitchcock, como Tolstói, como Jorge Javier Vázquez.

Con esta última lista, amigos lectorcitos, despedimos el verano, esperando ilusionados que el año próximo nos sigan contratando nuestros amigos de Estado Crítico para que os hagamos  las vacaciones más amenas y placenteras. Besitos literarios a toditas y toditos, y recordad:

#TOLSTÓI

El cupón falso (Nórdica, 2018) | León Tolstói | 120 páginas | 18 euros | Ilustraciones de Ana Pez | Traducción de Víctor Gallego 

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