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Sobran los motivos

ALEJANDRO LUQUE | De modo que, cuando ya pensábamos que todas las batallas estaban libradas y la literatura parecía condenada a ser un simple producto de entretenimiento, cuando la mayoría de los escritores se resignaban a discutir sobre el sexo de los ángeles o a hacer sonar sus gorros de cascabel… Viene una chica nacida en Marruecos y recriada en Vic, abre el debate, incendia las redes, recibe amenazas feroces y también apoyos entusiastas… ¡solo por escribir libros! Y como guinda recibe este año el premio Nadal.

El lunes nos querrán es el título de la nueva novela de Najat El Hachmi. Una obra que compendia sus novelas anteriores, desde el debut El último patriarca, La cazadora de cuerpos, La hija extranjera y Madre de leche y miel, y desde luego conecta con el breve y revelador manifiesto Siempre han hablado por nosotras.

No, nada de lo que lean en estas páginas le resultará extraño a los seguidores más fieles de El Hachmi, y si la sospecha de autobiografismo era legítima en los citados títulos, en este caso lo es aún más: una protagonista que vive en la periferia de Barcelona, hija de inmigrantes, que hace su difícil camino de emancipación hasta convertirse en una escritora de éxito. En este proceso tendrán mucho que ver sus amigas, en particular una de ellas, cuya familia se mueve en unos códigos mucho más tolerantes que los de la suya.

La novela está planteada como un diálogo virtual entre el personaje central y esta cómplice en el difícil reto de cuestionar las normas y encontrar las ansiadas libertad y realización personal. Reto que más o menos se plantea todo el mundo a los 17 años, pero que se vuelve algo más conflictivo si además eres mujer, inmigrante, mora para más señas, tienes una madre sumisa y un padre machista, fanático y violento.

Las chicas de Los lunes nos querrán, título que alude a los días de libranza a los cuales confiaban todos sus buenos propósitos, viven entre las presiones propias de la edad en nuestra sociedad –cuidar el aspecto físico, vigilar el peso, gustar en definitiva– y las que vienen impuestas de casa, como la decencia, “esa sustancia pegajosa que me habían arrojado encima sin saber yo lo que era”.

Ahí interviene, de un modo muy claro, la religión. Y particularmente esa rama de la religión que, desde hace unos 40 años, se fue imponiendo en las mezquitas europeas a través de imanes instruidos en Riad y predicadores del Golfo vía antena parabólica. Hay un momento en la novela que resume muy bien aquella batalla perdida: ese en que el padre de la amiga escucha en la mezquita al imán sermonear sobre la necesidad de meter a las mujeres en cintura, y éste le responde que quién se cree que es para meterse en la vida de los demás, y que en lugar de pretender avergonzar a nadie, debería avergonzarse él de hablar mal de sus mujeres. Y es un momento simbólico por lo excepcional: la mayoría de los fieles, ante una jutba como aquella, callaban y se iban a casa a hacer pagar la vergüenza sobre esposas e hijas.

La voz en primera persona se va haciendo consciente de todo esto y al mismo tiempo sabe que, en la medida de sus posibilidades, plantará cara a las injusticias que la rodean. Buscar un compañero que no sea como su tiránico padre, estudiar para ser la dueña de su propia vida, hacerse un hueco en el mercado laboral, son algunos de los sueños que irán chocando con una realidad que en absoluto es color de rosa. El lastre de la identidad condicionará primero su cotidianidad y luego, más sutilmente, la forzará a responder a un modelo prefabricado de interculturalidad que muy poco tiene que ver con su manera de ser y pensar.

Con estos mimbres ha trenzado Najat El Hachmi una obra que, de nuevo, pone sobre la mesa una cuestión candente: cómo las sociedades europeas han renunciado a sus valores asumiendo un relato de respeto a “otras culturas” y abandonando a su suerte a quienes, particularmente desde la bancada femenina, están denunciando los efectos del rigorismo islámico de importación sobre las almas, las mentes y los cuerpos. En este sentido, El Hachmi es un nombre destacado en la nueva ola de escritoras mediterráneas, de Leila Slimani a Sanaa El Aji pasando por Zineb Fasiki y Mimunt Hamido, que urge leer y oír.

Los lunes nos querrán no es, sin embargo, una novela del todo redonda. En los tiempos, porque tarda demasiado en arrancar y se precipita hacia el final. Por otro lado, en su primera novela directamente escrita en castellano, Najat El Hachmi no se muestra como una estilista: va directa al grano, y para ello no duda en sacrificar cualquier tipo de retórica o preciosismo. El fondo se impone a la forma. Y con esa sencillez expresiva, la autora parece apelar más a un público parecido a los jóvenes o las mujeres que aparecen en la novela, que al lector academicista y resabiado.   

“Cuando tienes muchos motivos para rebelarte, no te puedes permitir el lujo de ser un rebelde sin causa”, leemos en estas páginas. Y sobran los motivos. La realidad que cuenta Los lunes nos querrán no forma parte de un pasado remoto ni de países exóticos o grandes capitales del norte. Sucede ahora, en los barrios de nuestras ciudades, y quienes desde ellos luchan por la libertad están pidiéndonos atención, comprensión, ayuda. Sería un tremendo error desoírlas.

Texto publicado previamente en la revista digital M’Sur.

Los lunes nos querrán (Destino, 2021) | Nayat El Hachmi | 304 páginas | 19.85 euros

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