EDUARDO CRUZ ACILLONA | Durante su estancia en Grecia, Juan Vicente Piqueras compuso un completo y redondo poemario titulado Atenas que, a la postre, resultaría ganador del Premio Loewe en 2012. Años después, rescató los poemas descartados en aquella ocasión, los revisó, los corrigió, los ordenó y los presentó al II Premio Nacional de Poesía Ciudad de Lucena Lara Cantizani bajo el título de Cerezas resultando también ganador.
El poemario, que acaba de publicar Reino de Cordelia en la exquisita edición a la que nos tiene acostumbrados, consta de tres bloques diferenciados. En el primero de ellos, “Días sin dioses” dominan los versos largos, demorados, pero no tensos como la línea del horizonte, sino atribulados y rebeldes como la espuma rompiente de las olas (vale, de acuerdo, estoy escribiendo esta reseña en la playa). Son versos terrenales que transitan por emociones cercanas, palpables: desde esa visión de un Acrópolis a punto de desaparecer y que la iluminación lo rescata para convertirlo en un recuerdo de la infancia (“Lámpara”) hasta la percepción interior del latir del mar en Hidra, todo corazón (“Aquí y así”).
En la segunda parte, “Mitos y mendigos”, la prosa poética sustituye al verso para explicarnos como hombres. Somos Ulises en permanente huida. Nuestra existencia sólo cobra verdadero sentido en el viaje, en el billete de ida. Hasta que descubrimos que todo tiene razón de ser, y sólo entonces, cuando sabemos que hay una Penélope esperándonos. Y es ahí, precisamente, donde el mito se hace hombre. Y el hombre se convierte en mendigo de sí mismo (“Dentro de cada uno de nosotros, lo mismo que fuera, hay un mendigo pidiéndonos ayuda”). Preferimos la ignorancia, la ausencia de compromiso, el huir siempre hacia adelante. Se cuestiona, nos interroga, nos desafía el poeta: “quién se atreve a mirarse en los ojos del mendigo”.
En el bloque que cierra el poemario, “Vides de un día”, regresan los versos largos como espadas (“Nuestros instantes de felicidad / no son sino las chispas de espadas al chocar”). Y regresan los mitos para recordarnos que somos humanos y que estamos rodeados de fronteras infranqueables (“Sobre los hombros de los hombres cae / el polvo que despide la lucha fratricida de los dioses”). Edipo regresa a Atenas para morir en el Acrópolis. Nuestra vida, nos recuerda Filípides, es una maratón hacia el olvido. Y Dioniso se convierte en el más terrenal de los dioses (“Mi corazón es un racimo de uva / que los vendimiadores olvidaron / y él sostiene en sus manos como una criatura”).
Al final, algo tan mundano, tan cercano, tan humilde como las cerezas es lo que le salva al poeta de la amargura, es el sabor de las cerezas el que cierra sus heridas cotidianas. Su sabor es el que da sentido a su vida. Incluso en Atenas, donde los dioses campan como humanos a sus anchas.
Cerezas (Reino de Cordelia, 2023) | Juan Vicente Piqueras | 88 págs. | 12,95€