1

Strange fascination for silly things

libro-bowie-critchleyFRAN G. MATUTE | Hay quien sostiene que lo que David Bowie hizo con la música pop es lo mismo que lo que Andy Warhol hizo con el arte contemporáneo, pero a la inversa. El neoyorquino “popularizó” algo que hasta el momento era muy intelectual, el británico “intelectualizó” unos ritmos de lo más populares. No sé hasta qué punto se sostiene esta idea (creo que es muy simplona), pero sí creo firmemente que el impacto social que tuvo Bowie en la década de los setenta ayudó mucho a que el mundo (no solo el estrictamente musical) se tomara más en serio eso que llamaban rock and roll, un género que por aquel entonces vivía rodeado de complejos: ¿Qué es si no el rock sinfónico o el rock progresivo? Pues eso.

Afortunadamente, hoy día, la música rock se considera un vehículo de creación y expresión artística tan válido como cualquier otro. Incluso hay quien ha dedicado su tiempo a teorizar al respecto. Digamos que hablar, o divagar o reflexionar alrededor de la música rock ya no es solo cosa de frikis melenudos. Se hace hasta en las universidades, así que ¡bienvenidos a la era posmoderna!

Dicho lo cual, el hecho de que Simon Critchley sea filósofo no creo que quite ni ponga nada a este texto que escribió sobre Bowie en 2014 y al que oportunamente (quiero pensar que no oportunísticamente) añadió una serie de nuevas reflexiones tras la muerte del artista en enero de este año. Lo cierto es que Critchley describe muy bien lo que pasó en muchos hogares británicos el 6 de julio de 1972, cuando Bowie apareció con sus Spiders from Mars interpretando “Starman” en el mítico programa Top of The Pops. Bueno, cuenta lo que pasó en su casa, pero creo que la experiencia es de lo más extrapolable. Critchley habla aquí desde la mirada del niño de doce años que se queda absolutamente fascinado con aquello tan extraño. Critchley no quiere jugar a ser Slavoj Žižek, Critchley prefiere ser más Nick Hornby, por eso sus títulos universitarios no son ningún elemento legitimador. Lo que verdaderamente legitima a Critchley para escribir sobre Bowie es el sentido conocimiento que tiene de su obra. Habla el fan, no el estudioso. Respiremos tranquilos.

Me atrevería de hecho a decir que cuando a Critchley se le ve el plumero de filósofo el libro pierde frescura, más que nada porque muchas de sus reflexiones ya han sido vertidas en otros sitios y con mayor profundidad. A ningún fan de Bowie le es ajena su fase “zarathustriana”, pero ya se encargó de darnos la murga con eso, largo y tendido, su biógrafo David Buckley. Aun así, creo que este Bowie es solo para fans. Incluso diría que para fans acérrimos. Que no entre aquí ningún neófito, o se perderá irremediablemente entre letras de canciones comentadas y análisis transversales de su vida y obra. Pero si tu Bowie es el mismo que el de Critchley, ay, sus sabias y acertadas reflexiones te llevarán a sitios como este:

La música de Bowie nos permite escapar de quedar aferrados al hecho de quiénes somos, escapar de ser nosotros. Por un momento, nos puede alzar, puede elevarnos y ponernos del revés. En su nivel más alto, las canciones empiezan a unir los puntos de lo que consideramos la vida. Anomalías pasajeras. Y nos permiten también que nos planteemos otra distinta. Por frágiles y espurias que sean nuestras identidades, nos dejaba (y sigue dejándonos) creer que podemos reinventarnos”.

Si todo eso lo consiguió Bowie con un puñado de canciones pop, es que estamos vivos, es que todavía hay esperanza. Sigamos pues sintiéndonos fascinados con las cosas más estúpidas.

Bowie (Sexto Piso, 2016) de Simon Critchley | 120 páginas | 15 € | Traducción de Inga Pellisa | Ilustraciones de Eric Hanson

admin

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *