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Suena una música

Amor nos llora

JUAN CARLOS SIERRA | En el momento en que escribo estas líneas, Jorge Andreu (Cádiz, 1990) debe de contar 29 primaveras. Para los márgenes que manejamos últimamente sobre las etapas de la vida, se podría afirmar que aún se encuentra en eso que se llama juventud y. como se dedica a eso de los versos publicables y publicados, podríamos extender el concepto al sintagma poesía joven o poeta joven -sea eso lo que sea-. En el caso de Jorge Andreu estamos ante un escritor que desde que tenía 22 años se ha empeñado en hacerse oír  –y ya van cuatro títulos-, desde el primerizo 110 versos de amor en el año 2012 hasta Amor nos llora, libro del que nos ocuparemos en esta reseña.

No obstante esta juventud casi insultante junto con su precocidad poética, a Jorge Andreu no lo vamos a encontrar fácilmente en las estanterías que entusiásticamente acogen eso que se ha llamado ‘Neopoesía’ o ‘Digipoesía’ –o como carajo se etiquete para ser vendida-. La poesía de Jorge Andreu, como la de otros muchos jóvenes a los que tampoco va a ser fácil hallar en la mayoría de las librerías patrias, se aleja del eslogan, de la rima fácil, del efectismo retórico y de los versos sentimentaloides no aptos para diabéticos. Su opción, o al menos la que se desprende de su poesía última –me refiero fundamentalmente a sus dos últimos libros-, es la que se decanta por la plena conciencia del terreno que pisa, del género en el que pretende desarrollar su literatura, que en su caso concreto se traduce en una acendrada búsqueda de la palabra necesaria y exacta, a la manera de Juan Ramón Jiménez, pero con mucho camino aún por recorrer, como es natural dada su juventud.

El primer síntoma de la distancia que existe entre Amor nos llora y las tendencias lírico-digitales predominantes se aprecia en la propia temática amorosa del poemario. ¡Ah, el amor! Tan difícil de tratar poéticamente, a pesar de toda la tradición que pesa sobre la poesía amorosa o, más allá de tradiciones estrictamente literarias, aun a costa del propio concepto romántico de la poesía como género privilegiado para la expresión sentimental/amorosa. Porque no es fácil hablar del amor sin caer en lo cursi-sentimentaloide-melodramático, de lo que tanto la tradición como la modernidad lírica digital nos han dejado más que sobradas muestras desgraciadas. Controlar que no se le vaya el pie por estos derroteros al tratar el tema amoroso es quizá una de las grandes virtudes de Amor nos llora.

Probablemente la perspectiva elegida por el autor gaditano, la mirada amplia a la hora de tratar el amor, sin ceñirlo exclusivamente al ámbito de la pareja más o menos estándar, ayuda a que al lector no se le saturen las papilas gustativas poéticas con un exceso de glucosa. La temática amorosa es variada: desde el amor adolescente hasta el amor cotidiano-conyugal pasando, por ejemplo, por el amor ausente, por la pérdida. En todos los casos, el tratamiento es igual de mesurado, pero no por ello menos efectivo e intenso.

Este tono creo que lo logra de forma consciente Jorge Andreu a través de sus preocupación compositiva, de la indagación personal en las posibilidades que le ofrece el lenguaje, en esa búsqueda de la palabra justa de la que hablábamos anteriormente. A esto hay que añadir el trabajo constructivo de Amor nos llora, la labor explícita y preocupada sobre la arquitectura del poemario. En este sentido, habría que destacar que la sólida formación musical de Jorge Andreu –Grado Profesional de Piano- contribuye decisivamente a dotar de lógica y coherencia tanto a la estructura del libro como a cada uno de los poemas que lo nutren.

Pero empecemos por el esquema constructivo de Amor nos llora. El libro se abre con un texto homónimo en prosa que funciona a modo de prólogo-catálogo-programa de la pieza que vamos a leer y en el que se nos anticipa de alguna manera el viaje amoroso que se nos propone. Con estas intenciones y con las cartas boca arriba, comienza una composición poética que sigue las fases de la sonata clásica, es decir, cuatro movimientos con sus interludios más un momento final “Presto con fuoco” donde la palabra poética auténtica, descubierta al cabo del tiempo –con sus tachones, con sus versos ensayados,…- se convierte en canto de amor y el amor en conocimiento.

Antes de llegar a esta conclusión, cada uno de los movimientos que componen Amor nos llora ha adentrado al lector en diferentes momentos, fases, estadios, colores, matices de ese concepto amplio acerca del amor que propone Jorge Andreu: desde la esperanza a tientas del amor al deseo, de la cotidianidad al desamor o a la separación con toda su carga de extrañeza y distancia. En este sentido, resulta curioso observar cómo los poemas más claros, más limpios, más directos, más narrativos, en los que, por cierto, se aprecia un giro significativo en el tono general del poemario, son los pertenecientes al tercer movimiento “Minueto”, donde el poeta invita a observar esa cotidianidad de la que también está hecho el amor o desde la que el amor se hace, se construye, sin necesidad de caer en la rutina/ruina –Juan Bonilla dixit-. El amor, parece decirnos Jorge Andreu y no solo en esta sección, posee un potencial constructivo brutal que no es ni más ni menos que el reconocimiento del yo en el otro –y viceversa-, lo que le otorga su sentido más profundo.

En otro orden de cosas, pero sin apartarnos demasiado del componente musical que recorre todo el poemario, hay que destacar su huella en la composición de cada uno de los poemas, especialmente en la elección de una cantidad nada desdeñable de léxico musical que actúa dentro de cada pieza en el orden de lo metafórico e imaginístico. Además, el uso de la métrica, esencialmente versolibrista, contribuye a que se le otorgue a cada pieza el ritmo y la intensidad adecuados. Incluso cuando el escritor gaditano se inclina por una métrica más tradicional, básicamente el soneto, también acierta; especialmente en esa suerte de deconstrucción de este metro clásico en el poema titulado “Soneto del amor desordenado”.

Amor nos llora es un libro que como lectores nos puede llegar más o menos, nos puede transmitir con más o menos eficacia, porque ya sabemos que en estas cuestiones de la comunicación poética el trabajo del escritor se completa y complementa con el del lector, sin contar necesariamente con sus gustos, sus preferencias o sus comodidades. Lo que está claro, en cualquier caso, es que detrás de este libro hay un poeta en línea ascendente y plenamente consciente de su trabajo, algo que no se puede afirmar con la misma rotundidad de muchos de sus compañeros de generación más exitosos –entiéndase “ más vendidos”-.

Amor nos llora (Ediciones En Huida, 2019) | Jorge Andreu | 92 páginas | 10 euros

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