Leopoldo Lugones
Paréntesis, 2009
ISBN: 9788499190167
135 páginas
12 €
Manolo Haro
Cuando Leopoldo Lugones (Córdoba-Argentina, 1874- Buenos Aires, 1938) arribó a Buenos Aires desde su ciudad natal, envuelta en la polvareda ocasionada por la especulación de la última década del XIX, ya se había alistado en el decadentismo y su reloj estético avanzaba sincronizado con la hora que dictaba París. En la metrópolis bonaerense se topó con dos jalones que guiarían gran parte de su obra: por un lado, con Rubén Darío y, por otro, con los exaltados discípulos de la teósofa Madame Blavatsky.
Si Lunario sentimental lo convirtió definitivamente en un prócer dentro de la poesía modernista, resultaría un error aciago no reparar en una extensa producción cuentística que lo sitúa en el jardín donde se cultiva gran parte de la renovación del cuento hispanoamericano.
En el racimo de narraciones que ofrece esta selección comenzamos caminando por los vislumbres dorados de la estética modernista (postales de amor bucólico e inocente sobre un locus amoenus que va evolucionando hacia un locus terribilis) para meternos de lleno en una concepción teosófica del mundo y del arte donde se hace patente la crecencia de que estamos ante el advenimiento de otra era en la que fuerzas extrañas entrarían en juego. En este núcleo temático brotará el gran talento cuentístico de Lugones, cuyos personajes, ambientes y situaciones se muestran moteados por las influencias de Poe, Jacobs, Wells, Lovecraft, Chamisso y Horacio Quiroga. Confidencias de locos, venganza de animales asesinados, geómetras en busca de la inmortalidad, científicos demiúrgicos tras una flor asesina, hombres desdoblados, vivos testimonios sobre el mito bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra, etc.
El gran acierto de esta edición reside en no optar por la disposición cronológica de los cuentos, sino por su progresión temática y la depuración estilística hacia la que se encaminaba un Lugones que andaba y desandaba los meandros estéticos del momento. La mayor parte de los textos proceden de revistas de la época, a excepción de tres relatos que formaron parte del libro Las fuerzas extrañas. Junto a “La estatua de sal”, que no figura en dicho volumen, tal tétrada conforma lo que para Borges es lo más notable de la producción cuentística lugoniana y a la que dedicó elogiosas palabras. Se trata de “Yzur”, (“el primer cuento fantástico de la literatura argentina”), “Los caballos de Abdera”, “La lluvia de fuego” (“indiscutible obra maestra”) y el citado “La estatua de sal”.
Salvando los cinco primeros textos del libro, algo o bastante escorados hacia el vergel de las musas de Darío, dentro de estos relatos sobresale la presencia de una gran erudición libresca, el flujo preciso de una prosa luminosa y una técnica narrativa que los va alejando paulatinamente de la decoración superflua del modernismo. Leerlos a la luz de la obra narrativa de Borges, arroja muchas pistas sobre cuáles fueron los referentes argentinos del autor del El Aleph y coloca a Lugones entre las marmóreos bustos de los renovadores del cuento hispanoamericano.
“Pido que me sepulten en la tierra, sin caja y sin ningún signo ni nombre que me recuerde”. Así lo dejó el escritor justo antes de ingerir un vaso de whisky con arsénico. Tristemente para él, estos cuentos, como muchos de sus versos, lo alejan de ese deseo del olvido.
Si Lunario sentimental lo convirtió definitivamente en un prócer dentro de la poesía modernista, resultaría un error aciago no reparar en una extensa producción cuentística que lo sitúa en el jardín donde se cultiva gran parte de la renovación del cuento hispanoamericano.
En el racimo de narraciones que ofrece esta selección comenzamos caminando por los vislumbres dorados de la estética modernista (postales de amor bucólico e inocente sobre un locus amoenus que va evolucionando hacia un locus terribilis) para meternos de lleno en una concepción teosófica del mundo y del arte donde se hace patente la crecencia de que estamos ante el advenimiento de otra era en la que fuerzas extrañas entrarían en juego. En este núcleo temático brotará el gran talento cuentístico de Lugones, cuyos personajes, ambientes y situaciones se muestran moteados por las influencias de Poe, Jacobs, Wells, Lovecraft, Chamisso y Horacio Quiroga. Confidencias de locos, venganza de animales asesinados, geómetras en busca de la inmortalidad, científicos demiúrgicos tras una flor asesina, hombres desdoblados, vivos testimonios sobre el mito bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra, etc.
El gran acierto de esta edición reside en no optar por la disposición cronológica de los cuentos, sino por su progresión temática y la depuración estilística hacia la que se encaminaba un Lugones que andaba y desandaba los meandros estéticos del momento. La mayor parte de los textos proceden de revistas de la época, a excepción de tres relatos que formaron parte del libro Las fuerzas extrañas. Junto a “La estatua de sal”, que no figura en dicho volumen, tal tétrada conforma lo que para Borges es lo más notable de la producción cuentística lugoniana y a la que dedicó elogiosas palabras. Se trata de “Yzur”, (“el primer cuento fantástico de la literatura argentina”), “Los caballos de Abdera”, “La lluvia de fuego” (“indiscutible obra maestra”) y el citado “La estatua de sal”.
Salvando los cinco primeros textos del libro, algo o bastante escorados hacia el vergel de las musas de Darío, dentro de estos relatos sobresale la presencia de una gran erudición libresca, el flujo preciso de una prosa luminosa y una técnica narrativa que los va alejando paulatinamente de la decoración superflua del modernismo. Leerlos a la luz de la obra narrativa de Borges, arroja muchas pistas sobre cuáles fueron los referentes argentinos del autor del El Aleph y coloca a Lugones entre las marmóreos bustos de los renovadores del cuento hispanoamericano.
“Pido que me sepulten en la tierra, sin caja y sin ningún signo ni nombre que me recuerde”. Así lo dejó el escritor justo antes de ingerir un vaso de whisky con arsénico. Tristemente para él, estos cuentos, como muchos de sus versos, lo alejan de ese deseo del olvido.
[Publicado en El libro andaluz]
No tengo ninguna duda de que estos cuentos hayan impedido que el autor quede en el olvido, pero también lo hacen reseñas como la que firmas esta mañana, Manolo. Gracias por rescatar a Lugones y, sobre todo, por dárnoslo a conocer a algunos. Un saludo.