CORADINO VEGA | Hay poemas en este libro, el primero que publica Daniela Martín Hidalgo en doce años, que alcanzan un nivel de propulsión que desconcierta por su prodigio. Se trata de piezas escritas como en un rapto alucinado o sonambulismo visionario, al margen de la lógica y de las convenciones del lenguaje; que tantean, revelan o crean su propio sentido. Habrá quien encuentre resonancias, en ese intento de ir más allá en la distorsión, del T.S. Eliot de La tierra baldía, del Lorca de Poeta en Nueva York, del Claudio Rodríguez de Don de la ebriedad, del Hart Crane de El puente o el William Carlos Williams de Paterson, pero la poesía de Daniela Martín Hidalgo es tan insobornable en su concepción y singularidad que no se parece a nada ni a nadie.
El amor, la enfermedad, el derrumbe psicológico, la desintegración de la identidad y sobre todo la muerte, son algunos de los temas en los que Pronóstico del tiempo fija una mirada transida de perplejidad, de un extrañamiento seco que requiere la invención de un lenguaje ante la constatación de sus límites (“Y quieres decir algo si bien / las palabras las encuentras ya duras”) y lo inefable (“tiene que haber acaso una forma / distinta de decir la mesa, / cumplir su sencillez”). Pero lejos de amilanarse por esa evidencia que precede a lo poético, procura hacerlo, lo hace. Con una mezcla de registros y repeticiones breves y contrapuntos minúsculos y fracturas referenciales y aliteraciones estridentes y constantes desplazamientos semánticos, la poesía de Daniela Martín Hidalgo recuerda a la música de piano o de cámara de Ligeti, en su correlato de la quiebra, en su tensión extrema y en su rotura disonante de la melodía previsible. En su heterodoxia está contenida su solidez; en su pátina oscura, donde confluye lo sórdido con lo hermoso, su exuberancia, su verdad: su promesa de metamorfosis.
Imágenes y voces de los espacios cercanos a la autora se superponen a modo de collage, de cuadro abstracto con ángulos cubistas, como las fotografías holandesas del poema que da título al libro o las frases inconexas, suspendidas en el tiempo, de “Verano”. Y cuando en “La tetera japonesa”, “Epístola cuyo principio falta” o en la maravillosa composición binaria de “27 Wilmot St.”, se adentra en el territorio del amor y sus degradaciones, emerge una ternura fractal, descarnada, alérgica a la autocompasión y el sentimentalismo. Hay ironía y humor lóbrego en estos versos, fe en la capacidad paliativa de la risa, y si a veces repunta el cinismo lo hace como volviéndose hacia sí, como escudo ante la vulnerabilidad y el desmoronamiento.
Sólo por el poema que lo abre, “El guardagujas”, ya merecería la pena acercarse a este libro. Aunque en su superficie parezca difícil, severa, opaca, la poesía de Daniela Martín Hidalgo refleja un paisaje mental transfigurado por una frescura y un músculo lingüístico muy poco común en la poesía española contemporánea. Su recompensa es la de un arte exigente que, a cambio de la máxima atención, ofrece con intensidad reconcentrada el desvelamiento de la rabia, el odio, el desdén, el asco, la desesperación, la conmiseración, el anhelo, lo obsceno, la fragilidad, la burla y la rebeldía que pueden habitar en un estado de ánimo.
Pronóstico del tiempo (TREA, 2015) de Daniela Martín Hidalgo | 80 páginas | 12 €