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Tocapelotas Wallraff


Con los perdedores del mejor de los mundos

Günter Wallraff

Anagrama, 2010. Colección «Crónicas»

ISBN: 978-84-339-2590-9

360 páginas

21,50 €

Traducción de Daniel Najmías

Daniel Ruiz García

Un tipo capaz de inspirar un verbo (‘wallraffen’) ya es algo digno de respeto. Günter Wallraff se ha ganado a pulso su condición de “periodista indeseable” para los políticos y las grandes corporaciones con presencia en Alemania. Pero sucede que al lector le resulta tremendamente simpático, y me atrevo a asegurar que a la mayor parte de los alemanes. De hecho, en el libro que aquí se reseña, Günter Wallraff se ve expuesto a algunas situaciones embarazosas debido a que gente anónima de la calle lo reconoce o cree reconocerlo bajo los camuflajes con los que perpetra sus osados reportajes.

Tras leer este libro me quedan claras dos cosas: primero, que después de 35 años desde que se diera a conocer mundialmente por sacarle los colores al periódico sensacionalista Bild y sus dudosos métodos de investigación, y tras más de 25 desde que se convirtiera en el turco Alí sometido a todo tipo de humillaciones y explotaciones como trabajador inmigrante en la próspera Alemania de los ochenta (Cabeza de Turco), Gunter Wallraff sigue siendo el mismo tocapelotas certero, punzante y eficaz, de forma que los dramas que saca a relucir a través de su afamada técnica del disfraz nos siguen pareciendo igual de execrables; y segundo, que Wallraff se ha convertido, pasados los años, en toda una eminencia en su país, alguien a quien la sociedad respeta y a quien muchos ciudadanos anónimos recurren con el objetivo de que saque a la luz injusticias clamorosas.

Como el Clint Eastwood de los últimos años, Wallraff ha envejecido, y por mucho que intente ocultarse bajo otras identidades ya no le resulta tan fácil acceder a determinados trabajos y asumir los papeles de otro tiempo. Es por ello por lo que perdemos la ocasión de verlo sufrir en sus propias carnes los abusos y vicios del sofisticado sistema laboral de las cafeterías Starbucks. Tenemos que conformarnos en este caso con los testimonios que a él le llegan de ciudadanos dispuestos a denunciar los abusos. Sin embargo, sí lo vemos metido en faena con los que constituyen los reportajes más intensos del libro: de indigente, de ciudadano de raza negra y de trabajador de un gran proveedor de panecillos que trabaja con carácter exclusivo para la cadena ‘discount’ Lidl. En todos los casos, la indignación por los padecimientos de Wallraff se combina con el humor. Más concretamente, con ese tipo de humor que nos lleva a afirmar en voz alta: “¡Valiente hijoputa!”. Porque Wallraff sabe siempre donde poner el dedo, dónde meter las narices y desplegar su impertinencia, llevando a extremos críticos a la parte contraria. Especialmente hilarantes a la vez que tensos resultan los pasajes en los que Wallraff, transformado en un negro, se cuela entre la hinchada aria y filonazi de un equipo de fútbol alemán. En la mayoría de los casos, uno piensa: vale, los gatos tienen siete vidas, pero Wallraff debe ir ya por la vigésima. Porque el periodista alemán se juega el tipo continuamente, sin importarle el frío o la posibilidad de acabar en la morgue. Las denuncias, en todo caso, son implacables. Siempre en sintonía con los que viven “abajo del todo”, a Wallraff no le duelen prendas para denunciar el trato que el aparentemente holgado y boyante estado del bienestar alemán concede a los expulsados del sistema; el racismo soterrado de la sociedad alemana, a veces connivente con las propias fuerzas de seguridad; la situación casi esclavista del trabajo en fábricas sometidas asimismo al servicio a un cliente en situación monopolista; el engaño, revestido de buenrrollismo ‘trendy’, del modelo de franquicia tipo Starbucks, una forma de esclavismo más sutil pero tanto o más eficaz que la de toda la vida.

Es cierto que ha pasado bastante tiempo desde que Wallraff se convirtiera en pionero de eso que se ha dado en llamar “periodismo de investigación encubierta”. La televisión ha favorecido la generación de la técnica, de forma que se ha convertido en recurrente dentro de los programas de investigación, e incluso en formatos propios del entretenimiento. Al calor de la investigación encubierta se han generado auténticos ‘bestsellers’, como Diario de un Skin, de Antonio Salas, o Gomorra, de Roberto Saviano, por señalar dos que recuerdo. Ya no es, pues, un recurso novedoso. Pero puesto en manos de Wallraff, sigue siendo una técnica muy interesante. Porque, aunque el procedimiento es viejo, el alemán sigue manteniendo intacto su espíritu crítico y su predisposición a denunciar las injusticias, y no de forma vaga, sino con nombres y apellidos. Es por ello por lo que Con los perdedores del mejor de los mundos constituye una lectura más que recomendable. Que, entre otras cosas, lo reconcilia a uno con el periodismo, e incluso le lleva al espejismo de creer que no todo está perdido dentro de este miserable y distorsionado oficio.

(Una entrevista muy interesante, por cierto, para conocer con mayor profundidad a Wallraff la podéis encontrar aquí, a cargo de otro de los colaboradores de este blog).

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