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Toda una vida en verso

JUAN CARLOS SIERRA | Hablar de la nueva antología que resume la obra poética de Víctor Jiménez (Sevilla, 1957) titulada El agua entre las piedras resulta un poco atrevido tras la lectura de las páginas que la anteceden, cuyo responsable es Juan Lamillar, otro poeta sevillano de amplia y jugosa obra, que realiza un recorrido completo y exhaustivo de la trayectoria poética del primero, al tiempo que ilustra y explica el sentido del título elegido, su simbología, la del agua y la piedra, donde “se alían lo sólido y lo ligero. (…) La piedra como materia inerte y el agua como representación de la vida”; una alternancia, convivencia o diálogo que según Lamillar puede explicar, si eso es posible, el conjunto de la obra poética del autor antologado: lo que permanece y su contrapunto, en definitiva. Ya digo que con esto quizá está todo dicho, pero sería muy feo por mi parte dejarlo aquí.

Por ejemplo, podríamos añadir, gracias a la perspectiva que proporciona una antología como la que nos ocupa, algo relacionado con la manera de componer de Víctor Jiménez. Un poeta lo es en cierto sentido por su voz, que se basa entre otras cosas en su forma de abordar el material poético. En este sentido, podemos comprobar a lo largo de los poemas de El agua entre las piedras que la técnica de composición predominante apuesta por abordar desde el principio una serie de elementos simbólicos que se van desarrollando sinuosamente a lo largo del poema, encadenándose, esparciéndose, ensanchándose,… sorprendiendo en todo caso durante el camino al lector, para concluir cerrándose coherentemente en los últimos versos del texto. Ejemplos paradigmáticos de esto que apuntamos podrían ser, por poner solo algunos casos especialmente conseguidos, los poemas ‘Castillos en el aire’ (página 30) o ‘El teléfono’ (página 34), ambos textos pertenecientes al libro Cuando venga la luz (1994), o ‘Porque no’ (página 43) o ‘Entre las cuerdas’ (página 44), del siguiente poemario Apenas si tu nombre (1997), en cuyos versos además resuenan las maneras poéticas de autores coetáneos como Juan José Téllez. En cualquier caso, según avanzan los poemarios en la carrera literaria de Víctor Jiménez, ese desarrollo constructivo se va concentrando, se va esencializando al tiempo que los asuntos tratados en los poemas se van ‘existencializando’ -valga el palabro-, especialmente en las soleares de Con todas las de perder (2019) y en los recuerdos de infancia en Alcalá de Guadaíra del libro Cuando eran una vida los veranos (2022).

En este suculento espacio de la cocina del poeta, también hay que resaltar el diálogo continuo en la obra de Víctor Jiménez entre tradición y modernidad, especialmente en lo referente a la composición métrica. Sin duda, El agua entre las piedras muestra a un poeta hábil en su oficio, que conoce y controla los metros clásicos, especialmente el soneto en casi todas las variantes posibles, o los más populares como la soleá, ya mencionada anteriormente, pero que tampoco le hace ascos al verso blanco o al verso libre, al ritmo, al aliento y a la singularidad emanada de cada poema. Esta singularidad también se muestra de forma clara en algo que podríamos considerar una marca de la casa poética de Víctor Jiménez, los juegos lingüísticos, las frases hechas deconstruidas, deshechas de lugares comunes y de expectativas al uso, como el más que resultón, por poner un caso bien expresivo, “…saltarse despacio / la tapa de los sueños” en los versos finales del poema ‘Suicidio’ (página 55) del poemario de 1999 Las cosas por su sombra.

Si tuviéramos que caracterizar el conjunto de la obra poética de Víctor Jiménez, más allá de los rasgos arquitectónicos descritos brevemente más arriba, creo que lo que la definiría podría ser la ausencia, en concreto el canto de lo ausente. En unas ocasiones, el leitmotiv es la incomparecencia de la amada, como si se tratara de un Garcilaso redivivo o un Antonio Machado que canta lo que se pierde, pasando por una melancolía afín a Bécquer, pero atravesada de la modernidad de finales de un siglo e inicio de otro, en concreto del XX al XXI. Léase en este sentido el poema ‘Taberna inglesa’ (página 89), por ejemplo, correspondiente al libro homónimo de 2006.

En otras ocasiones, la ausencia es más civil, como la expuesta en el poemario Al pie de la letra (2011) a propósito de cierto ideal educativo y social extinto según la perspectiva de la voz poética. Habría que destacar la particularidad de este libro en la trayectoria literaria de Víctor Jiménez, ya que, a pesar de que se inscribe dentro del sustrato común de la ausencia, supone una ruptura respecto a lo escrito hasta ese momento y en relación asimismo con lo que le queda por escribir.

También se aborda en los versos de Víctor Jiménez el hueco de algo inevitable, el tiempo ido, especialmente el relacionado con la infancia, trasunto evidente del paraíso perdido en nuestro poeta. Dada su transversalidad en la obra poética de Víctor Jiménez podría erigirse este en otro de sus temas centrales. Esto casaría mal a priori con otra constante en la poesía del autor sevillano, la alargada sombra de la muerte, la conciencia cada vez más clara, según pasan los poemarios, del final ineludible. Sin embargo, en la obra de Víctor Jiménez ambas líneas de fuerza -principio y fin, alfa y omega- dialogan, se necesitan y se complementan, especialmente en las muestras escogidas en esta antología de sus dos últimos libros, Con todas las de perder y Cuando eran una vida los veranos. En un libro anterior, La mesa italiana (2015), esa conciencia de finitud, alcanzada ya la previsible medianía de la vida, se convierte en ajuste de cuentas no solo con la vida pasada, sino con la que le quede a la voz poética por vivir -‘El escritor’ (página 127), por ejemplo-.

Llegados a este punto, esperamos haber aportado algo a las palabras liminares de Juan Lamillar que abren El agua entre las piedras, aunque sean solo dos o tres pinceladas. El resto del cuadro está bien que lo dejemos a la pericia y el disfrute del lector de la poesía antologada de Víctor Jiménez.

El agua entre las piedras (Valparaíso, 2013) | Víctor Jiménez | Edición de Juan Lamillar 198 páginas | 13,95 €

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