JUAN CARLOS SIERRA | Años larguísimos, el último libro publicado por José Carlos Rosales (Granada, 1952) gracias a la labor de la Fundación Huerta de san Antonio y a la invitación o provocación -¿quién sabe?- de Juan Vida, es muchas cosas que no sé si voy a ser capaz de abarcar y resumir en esta reseña. Para empezar, fue un verso, el último, de un poema de 1971 llamado ‘La puerta es amarilla’, publicado en el diario Informaciones en mayo de aquel año. Asimismo, es un poema reciente, de 2018, sugerido por Juan Vida al autor como estricto inédito para el volumen homónimo que ahora comentamos. Antes de entrar en el libro en su conjunto, detengámonos en este poema concreto.
Como se cuenta en la aclaración escrita a propósito (pág. 102), el poema podría servir de “cierre y reflexión final acerca de un trabajo poético que abarca más de cincuenta años, años larguísimos y breves”. Efectivamente, en él hay una reflexión en verso sobre el ser de la poesía, acerca de su vida más allá de quien le ha dado vida, a propósito de su utilidad –“… solo el tiempo dirá/ para qué tanto esfuerzo, tanta entrega sin límite”-, pero sobre todo se detecta en él una de las constantes, creo, del sentido que le da y le ha dado José Carlos Rosales a la poesía en general y a su poesía en particular: esa capacidad de ordenar el caos de la vida o, al menos, de intentarlo –“volverá a repetirse el espejismo/ de pensar que un poema ordena el mundo”-. Ese intento por dar sentido al sinsentido, al caos que es la vida, es probablemente una quimera -¿quién sabe?- que, no obstante, se convierte al mismo tiempo en tabla de salvación y los poemas en “archipiélagos de piedad o conocimiento o belleza, islas en medio de un mar enloquecido…” (‘Razones para escribir un poema’ –pág. 78-).
En este sentido, el volumen que comentamos, Años larguísimos, funciona dentro de la obra poética dispersa de José Carlos Rosales como ese intento por ordenar el caos de su propia producción poética no recogida en libro conocido. Porque más allá de una simple recopilación de textos sueltos y dispersos, este libro, como se afirma en su primera parte “Aclaración”, tiene vocación unitaria de obra con su propia historia, con su intrahistoria, la del tiempo y las circunstancias que hicieron posibles los poemas aquí reunidos; un álbum de textos que el tiempo ha ido juntando silenciosamente para formar este libro.
Para ordenar los flecos sueltos de tantos años de producción poética, y van ya más de 50, y proporcionarles la unidad pretendida, José Carlos Rosales ha creído conveniente, acertadamente desde nuestra perspectiva como lectores, añadir un apéndice llamado “…Y aclaraciones” en el que se ofrecen pistas sobre la génesis, las circunstancias, las motivaciones,… que dieron lugar a cada uno de los poemas incluidos en Años larguísimos. Este recurso, al que tantos poetas recurren en recitales, lecturas públicas o privadas,… plantea la paradoja de su conveniencia para la justa interpretación del texto o de zancadilla a la libre y personal recreación del poema en el acto de lectura. No sé cuál es la respuesta o la opción correcta. Lo que sí sé es que en el libro que nos ocupa resulta del todo pertinente para comprender mejor la dispersión textual, es decir, para proporcionarle una suerte de coherencia y orden a lo a priori incoherente y caótico; una unidad quizá periférica, quizá marginal, pero unidad al fin y al cabo.
Más allá de estos asuntos estructurales –por llamarlos de un modo convencional-, lo interesante es bucear en los poemas que se incluyen en Años larguísimos y rastrear al poeta que está detrás de ellos. El primer poema ‘Confirmación’ es de 1968; si las cuentas no me fallan, se debió de escribir cuando José Carlos Rosales contaba con 16 años. De ahí hasta el conjunto de poemas final, “Memorias de una piedra” (2015-2018), han transcurrido 50 años y toda una carrera de fondo como poeta con un itinerario tremendamente versátil, como lo demuestran los poemas incluidos en el volumen que nos ocupa.
Las piezas agrupadas bajo el título de “Poesía dispersa (1968-1978)” responden en principio a una motivación más o menos vanguardista, más o menos experimental, pero de raíz social contestataria, tendencia esta última predominante sobre todo en los poemas de los años 70. Tanto lo formal como el contenido no pueden ser de otra forma en un poeta con conciencia clara de la realidad histórica del momento. Además, cabe destacar que en el conjunto de esta primera parte la sombra de Federico García Lorca resulta muy alargada, tanto en la manera de abordar el material poético como en el espíritu que se respira en sus poemas.
En los textos finales de esta sección, desde ‘Anda Andalucía’, de 1975, hasta ‘Quítate las gafas/Sigue la fecha’ -1978-, se detecta un cambio de registro interesante. Se abandona la experimentación en favor de una poesía más directa, pero sin caer en lo panfletario. Tanto los tiempos agitados que corren mientras se escriben estos poemas como el compromiso social del poeta inclinan a este hacia una poesía más limpia y clara, tanto en la forma como en el mensaje. Por cierto, ‘Quítate las gafas/Sigue la fecha’, poema de 1978 como ya se ha apuntado antes, sigue funcionando a día de hoy con la misma actualidad y potencia que entonces con ese cierre tan contemporáneo o tan intemporal: “Llueve sobre mojado./ Muchos se obstinan en seguir con las gafas”.
Después de esta serie, viene una etapa de silencio de alto voltaje que aquí se llama “Casi dunas (1978-1984)”, en la que se reúnen tres poemas que por su intensidad y su calidad justifican una sequía de seis años.
En la siguiente sección titulada “Poemas accidentales” se recogen producciones de entre 1992 y 2018, piezas muchas de ellas de circunstancias en las que se aprecia el gusto por el metro clásico, ya sea ajustado a los cánones, cogido como excusa o directamente actualizado. Se puede afirmar, en este sentido, que en “Poemas accidentales” hay piezas que, aunque no se ciñan estrictamente a los manuales de retórica, huelen y saben a tradición, a oficio de poeta, especialmente los poemas de encargo o de celebración o de circunstancias, pegados a acontecimientos de la vida más cercana. Además de estos, encontramos aquí textos propios de un poeta en estado de gracia, en efervescente madurez lírica, como ‘Aterrizaje imaginario’, para mí uno de los mejores poemas de este libro.
Y tras las dos poéticas a regañadientes que se recogen en la sección homónima, aparecen unos cuantos poemas que formarán parte de un libro futuro llamado de momento Memorias de una piedra, que, como se suele decir a pie de calle, tienen muy buena pinta.
La playa está compuesta de granos de arena y el mar de gotas de agua; la playa y el mar ordenan en un concepto, físico y mental, la variedad y el desorden de los elementos que los componen. Así este Años larguísimos de José Carlos Rosales y, en general, los cincuenta años largos de obra poética del granadino.
Años larguísimos (Fundación Huerta de san Antonio, 2019. Colección Juancaballos de Poesía) | José Carlos Rosales | 112 páginas | 12 euros.