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Todo por la pasta (o a algunas editoriales les importa un bledo la literatura)

LUIS ANTONIO SIERRA | A pesar de lo que muchos miembros de los jurados que otorgan premios literarios a lo largo y ancho de nuestro país juran y perjuran sobre su seriedad, imparcialidad e independencia a la hora de otorgar dichos galardones, los nombres de algunos afortunados nos hacen arquear la ceja en primera instancia y luego, cuando leemos la obra premiada, confirmar las sospechas de tongo. Es verdad que no todos los premios literarios pueden medirse con estos estándares, pero sospechosamente los mejor dotados económicamente sueltan un tufillo a fraude bastante evidente. Pongamos el caso del último premio Planeta otorgado a la periodista Sonsoles Ónega. Quizás – al igual que sucedió con el ínclito Vicente Vallés – se trate de premiar al “empleado del año” del grupo Atresmedia fuera del salario que puedan percibir por su trabajo al frente de los detestables y reaccionarios noticiarios que presenta él o los contenidos totalmente prescindibles que dirige la primera.

Esta reseña no va ni de una ni de otro, sino del segundo premio – el finalista – del Premio Planeta, una obra titulada La sangre del padre y firmada por Alfonso Guizueta, dotado con la nada desdeñable suma de 200.000€. El solo apelativo al “premio Planeta” motiva ventas estratosféricas que, salvo fiasco, la editorial amortiza en muy poco tiempo. No obstante, y viendo el plantel de nombres del jurado de valía literaria más que contrastada – Pere Gimferrer o Rosa Regás, por ejemplo – sorprende que premien una obra como La sangre del padre cuyos méritos narrativos son insignificantes, por decirlo amablemente. Es cierto que la novela histórica vive desde hace ya unas décadas una segunda época dorada y que tener como protagonista de la novela a Alejandro Magno es un gancho muy potente para cualquier lector. Pero ese potencial Guizueta lo tira por la borda. La sangre del padre ni siquiera consigue lo que logran otras novelas históricas, independientemente de su valía literaria; esto es, enganchar al lector con una narración ligera, fácil de seguir, engarzada con giros en la narración o expectativas creadas que hacen que el lector quiera leer hasta el final para ver cómo acaba la historia. La novela de Guizueta ni siquiera consigue el fin de esa literatura de entretenimiento que, con sus detractores y sus seguidores, existe y es incluso necesaria en el ecosistema literario. La sangre del padre no engancha, no provoca curiosidad, es una sucesión de fragmentos irregularmente hilados que hacen muy cuesta arriba la lectura de sus casi 600 páginas – otra cosa que los de los premios tienen que darle una vuelta: las novelas galardonadas tampoco deberían ir al peso.

Por otra parte, casi nos sonroja, después de leer la novela, el comentario que viene en el libro sobre el autor y que dice que este “busca ahondar en la psique de los personajes y encontrar así a los seres humanos que hay detrás de las biografías”. ¿Cómo se puede ahondar en el interior de los personajes aplicando estándares de pensamiento del siglo XXI? Ahí lo dejo para la reflexión.

Y hay otro asunto que enoja a cualquier lector atento al contexto histórico de nuestro tiempo. La literatura no es algo inocente, es un artefacto ideológico muy poderoso capaz de influir en nuestra manera de ver el mundo. No sabemos si Goizueta lo hace de manera consciente o no, pero de lo que estamos seguros es de que en su novela está utilizando a un personaje histórico de una época remota como adalid de una ideología neoliberal tremendamente reaccionaria. Esas invocaciones sobre la libertad, sobre la encarnación de esta en manos de un rey que actúa por voluntad divina y de forma despótica ponen en valor concepciones nada democráticas que nos recuerdan, incluso, soflamas y discursos de lideres políticos tan despreciables como Isabel Natividad Díaz Ayuso o Santiago Abascal.

No ponemos en duda el potencial de Goizueta como hacedor de best-sellers ya que los comienzos comerciales han sido prometedores. Con apenas 25 años llevarse muertos dos cientos mil euros no está nada mal. Sí que nos preguntamos por el cómo, por la red de padrinos/madrinas, recomendaciones e influencias de los que dispondrá para haber sido finalista del Premio Planeta. Es difícil creer – aunque no imposible – que una novela tan insulsa pueda llegar allí (aunque no se precien los premios Planeta precisamente por su calidad literaria, insisto). Estoy seguro de que entre los candidatos a ser finalista – o a alcanzar el premio de la Ónega – había gente increíblemente mejor que ambos pero que, por lo que sea, no lograron alcanzar las mieles del triunfo. Habrá también autores y autoras cuyos manuscritos tengan mucho más valor literario que este libro del que hablamos, pero que se quedarán escondidos en un cajón o, en el mejor de los casos, habrán sido publicados por editoriales menores que no llegan al gran público y terminan teniendo una escasa repercusión.

Así que, cuando alguien te hable de la meritocracia, de que conseguir las cosas requiere un esfuerzo por tu parte, lo mismo lo puedes mandar un rato a la mierda y recordarle La sangre del padre o Las hijas de la criada ya que – aunque no reseñemos esta última novela – ambas despiden el mismo olor.

La sangre del padre (Editorial Planeta, 2023) | Alfonso Goizueta | 608 páginas | 22,90 euros.

admin

2 comentarios

  1. Si quieres conocer la red de padrinos/madrinas, etc del susodicho, no tienes más que tirar de árbol genealógico y ver quiénes eran su abuelo y su bisabuelo…

    • Ahora mismo me pongo a investigar. Gracias por mostrar el camino para entender todo mejor.

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