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Tratado sobre la animalidad

GallodepeleaDANIEL RUIZ GARCÍA | Recuerdo pocos arranques de novela tan potentes como el de esta que nos ocupa. El gallero Frank Mansfield prepara concienzudamente el instrumental y después atrapa a Sandspur, su gallo de pelea, y con una cuchilla le hace una incisión en el pico. Con ello persigue devaluar a su fiero animal de cara a las apuestas para la pelea en la que está a punto de participar. La artimaña da sus resultados en la puja, pero no sobre el albero. Mansfield se la juega todo al rojo, y sale negro. Y el gallero termina el primer capítulo arruinado y con un gallo muerto.

Resulta muy difícil mantener el nivel con un capítulo como ése. Y hay algunos momentos de cierta caída a lo largo de la trama. Aun así, lo cierto es que el libro funciona, y lo hace, fundamentalmente, por dos motivos: primero, por el estilo, puro ‘hardboiled’, que hace de Willeford una suerte de Ross McDonald sureño; y segundo, por la potencia del personaje protagonista, un vaquero machista, hosco, brutal en ocasiones, que encima mantiene con empecinamiento una promesa: no hablar, vivir como un mudo hasta lograr ser distinguido como el Gallero del Año.

Dicen que Willeford, autor de referencia en el ámbito de la novela negra norteamericana pero en España escasamente conocido (Miami Blues, de la serie policíaca del sargento Hoke Moseley, es la única obra publicada en nuestro país), se inspiró en La odisea para escribir su novela. Y en efecto, la novela es un viaje, el que lleva al protagonista a las polvorientas entrañas de la América más profunda para buscarse la vida sin renunciar a su gran sueño, el de ser reconocido como el mejor gallero de Norteamérica.

Para ello, Mansfield renuncia a todo, incluso a su novia. Sólo vive por y para las peleas de gallos, lo que implica sacrificios tan disparatados como convertirse en guitarrista de animación de un antro a pesar de no saber tocar más de tres canciones. La gallística esconde todo un mundo de atavismos, ceremonias y reglas que resulta muy peculiar y sugestivo, si bien no está hecho para todos los estómagos. Hay, por ejemplo, un capítulo dedicado al entrenamiento de varios gallos que se encuentra entre los textos más desagradables que uno ha tenido ocasión de leer. Y a pesar de todo, uno termina deseando que llegue el siguiente combate para comprobar si el gallo de Mansfield saldrá victorioso. Aunque todas las victorias, en este libro, se parecen a las derrotas. En todas ellas hay suciedad, sangre, miembros destrozados, dolor.

Gallo de pelea es toda una experiencia. Un libro que cuenta la peripecia salvaje de un salvaje que ama un deporte salvaje y despreciable, que sin embargo el protagonista vive con pasión. Es, me parece, todo un tratado sobre la animalidad, en la que al cabo uno no sabe muy bien quién es el animal: si el gallero o el gallo que acaba el combate victorioso y con un ojo colgando.

Recomendable, pues, para los que gustan de la literatura generosa de picante. Y totalmente coherente con el catálogo de Sajalín, que con esta novela sigue sumando puntos para consolidarse como editorial de absoluta referencia.

Gallo de pelea (Sajalín, 2015), de Charles Willeford | 319 páginas | 21,50 € | Traducción de Guido Sender

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