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Tres “c” en uno

ALEJANDRO LUQUE | Se conoce como murder ballads a un subgénero de la balada tradicional cuyo argumento gira en torno a un asesinato, aunque se admiten múltiples versiones de un mismo caso. Una suerte de crónica negra popular, transmitida de generación en generación a través de la música, que ha tenido eco incluso entre los creadores contemporáneos. En cinco de estas canciones se ha inspirado el dibujante holandés Erik Kriek para dar forma a In the pines, el cómic que acaba de ver la luz en España de la mano de Norma editorial.

Las murder ballads se caracterizan por adoptar la perspectiva del asesino o asesina, de la víctima o de una tercera persona, pero por regla general el culpable acaba pagando su crimen con la propia vida, dejando servida en bandeja el mensaje moralizante. A través de estas historias se obtiene una panorámica de la vida americana en el siglo XIX, donde la violencia y el puritanismo iban de la mano, si bien muchas de ellas tienen su origen en los inmigrantes ingleses que atravesaban el océano en busca de fortuna.

La primera historia, Pretty Polly, se corresponde con una canción que ha sido cantada por grupos como The Stanley Brothers o The Byrds, pasando por Sandy Denny y Judy Collins, y que narra la historia de un carpintero de ribera que al convertirse en asesino recibe una maldición con la que carga al hacerse de nuevo a la mar. El largo velo negro, seguramente la balada más famosa de las cinco del libro, tiene una historia mucho más corta y no está basada en ningún hecho ocurrido realmente. La canción fue escrita en 1959 por Marijohn Wilkin y Danny Dill, y ese mismo año fue un éxito country y western de Lefty Frizzell. Los compositores combinaron tres acontecimientos para crear una balada trágica sobre un hombre que, con la soga ya casi al cuello, se niega a hacer pública su coartada: para él, preservar el honor de su amante es más importante que su propia vida. Su trascendencia viene acreditada por el hecho de que la han cantado desde The Band a Johnny Cash, Mick Jagger con The Chieftains, Nick Cave, The Grateful Dead, Chip Taylor o Jason and The Scorchers.

Por su parte, Taneytown no está basada en hechos reales, sino que es una creación de Steve Earle, quien también usó la inspiración de la canción para la historia con el mismo título de su libro de cuentos Doghouse Roses. “La premisa de la canción es que hay rednecks en todas partes, y no solamente en el sur de los Estados Unidos”, afirmó el músico al respecto. Tampoco es una murder ballad tradicional Donde crecen las rosas silvestres. Nick Cave basó esta canción, que grabó con Kylie Minogue y tuvo mucho éxito, en los acontecimientos relatados en The Willow Garden, la cara B de un single suyo de 1996 que tuvo una considerable repercusión. En la versión de Erik Kriek, el asesino es Zachary Smalls, un preso fugado, que pretende hacerse con el dinero que esconde una muchacha.

Por último, Caleb Meyer es una murder ballad escrita por Gillian Welch, una cantante con un elenco de fieles seguidores entre los amantes del género Americana, en la que el hombre que da nombre al relato acaba pagando, como es preceptivo, por sus pecados. Estas y otras referencias musicales se las debe el reseñista, dicho sea de paso, al magnífico epílogo de Jan Donkers que acompaña este volumen.

Todo un tres en uno, con tres “c”: crónica negra, canción y cómic. Para quienes crecimos deslumbrados (y un poco acongojados) con los cómics de terror clásico de los años 70 y 80, el sabor vintage de In the pines, con ese sugestivo duotono, es un reencuentro con viejos placeres. Kriek, conocido por los seguidores del género gracias a su adaptación de los relatos de H.P.Lovecraft Desde el más allá y otras historias, ha querido captar el espíritu de estas inquietantes composiciones para infundir en el lector una doble sensación, el escalofrío de los hechos y el placer de las buenas historias.

In the Pines (Norma Editorial, 2022) | Erik Kriek | 136 páginas | 28 euros

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