La espada de los cincuenta años
Mark Z. Danielewski
Alpha Decay/Pálido Fuego, 2014
ISBN: 978-84-92837-77-9
288 páginas
20,90 €
Traducción de Javier Calvo Perales
Bordados a cargo de Atelier Z
Fran G. Matute
Si echar un vistazo al interior de La casa de hojas ya daba de por sí cierto respeto, lo que contiene La espada de los cincuenta años de Mark Z. Danielewski es directamente para echarse a temblar. O a llorar, según se mire. La diferencia entre un libro y el otro es que hemos pasado de tener un texto aparentemente difícil a uno que parece, al menos a primera vista, imposible. Así que para adentrarse, sin hiperventilar demasiado, en este cuento de terror para niños que transcurre, miren ustedes qué casualidad, un día de Halloween como hoy, tiene uno que poner un poquito de su parte.
En efecto, esto es un cuento para niños. Un cuento que, creo sinceramente, ningún niño por sí mismo podrá llegar a leer o, al menos, entender si no es a través de la lectura de un adulto, en voz alta, pues estamos ante un texto que no se conforma con ser leído sino que reclama para el oyente un recitado, una interpretación. Cada frase en La espada de los cincuenta años está entrecomillada con distintos colores otoñales. Cada color, y hay hasta cinco, se corresponde con una voz distinta, lo que no quiere decir en ningún caso que estemos ante cinco narradores. Dejémoslo entonces en que narra uno solo, en tercera persona, pero lo hace en modo polifónico.
Cuidado entonces con empezar a leer como yo, que me hice un lío al principio creyendo que los distintos colores eran una especie de juego cifrado a través del cual tenía que ir juntando las frases según cierta lógica cromática, con lo que llegué a pensar que esta novela no era otra cosa que el mensaje desestructurado de un ‘psycho-killer’ o satanista. Si hacen esto de leer por colores tampoco pasa nada porque, si no son muy contumaces, se darán cuenta rápidamente de que están haciendo el canelo. Pero en todo caso aprovecho y les ahorro el mal trago: no hagan como yo. Lean “normal”, de izquierda a derecha, como se hace en el mundo occidental, y una frase tras otra, sin prisa pero sin pausa. Es cierto que se tarda algo en alcanzar la correcta cadencia, en vencer la arritmia narrativa que impone la maquetación, pero al poco estarán leyendo en voz alta (eso sí, para sus adentros), componiendo voces fantasma, cinco para ser más exactos, declamando con fluidez ese poema oscuro, ese ‘rap’ misterioso que contiene en su interior La espada de los cincuenta años.
Habrá quien achaque a Danielewski , porque tiene que haber de todo, el que vuelva a jugar a lo mismo, a hacer interactuar en este libro la forma con el fondo, convirtiendo ese artificio (supuestamente) extraliterario en su marca de la casa. Entendería el reproche si toda esa parafernalia fuera gratuita, pero creo firmemente que sin el juego de voces, los colores y los bordados, todos ellos utilizados con una alta carga narrativa, La espada de los cincuenta años sería un libro peor. Otra cosa es, por ejemplo, la textura granulada de la portada, que no deja de ser un simple guiño para todos aquellos valientes que se atrevan a sumergirse en esta deliciosa, terrorífica y afilada historia sobre baúles, cuentacuentos y corazones oscuros.
Al igual que ocurría con La casa de hojas, donde al final lo que encontrábamos era una suerte de ‘best-seller’ escondido bajo tantas capas de metaficción con ínfulas intelectuales, La espada de los cincuenta años termina siendo una llamada a ese niño que todos llevamos dentro. Se trata de un nuevo ejercicio de géneros mutados, pues por muy alambicadas que sean las formas, en su interior late una historia de miedo de las de toda la vida, de las de chimenea, noche tormentosa y relámpagos colándose por la ventana. Una historia que no es «truco», que es sin duda «trato».