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‘True Black’

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Galveston

Nic Pizzolatto

Salamandra, 2014. Colección “Black Salamandra”

ISBN: 978-84-16237-00-5

288 páginas

18 €

Traducción de Mauricio Bach Juncadella

 

 

José M. López 

En enero de 2014 se estrenó en España True Detective, una serie policíaca protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson que fue realmente bien recibida por crítica y público, y se encumbró, junto con Fargo, como la ficción televisiva revelación de la temporada. El productor y guionista de True Detective es Nic Pizzolatto, un profesor de Literatura nacido en Nueva Orleans y, a raíz del enorme éxito de la serie en nuestro país, la editorial Salamandra ha lanzado la publicación de Galveston, una novela suya publicada en Estados Unidos cuatro años antes.

En la novela de Pizzolatto encontramos dos partes bien diferenciadas. Desde la primera línea nos topamos con su protagonista, Roy Codi, un grandullón texano con melenas y botas de cowboy que ejerce de matón para una banda mafiosa de Nueva Orleans. Este paleto sin escrúpulos se enfrenta a dos bruscos giros en su vida ya en los primeros párrafos del libro: primero, le diagnostican un cáncer y, por si eso fuera poco, traicionado por su jefe, se ve obligado a huir de la ciudad acompañado de una joven prostituta a la que acaba de conocer. A partir de aquí comienza una breve ‘road movie’ durante la cual a ambos personajes se les ocurre la “genial” idea de unir sus destinos, y deciden asentarse en un pequeño pueblo costero del estado de Texas, que es el que da título a la novela. En esta localidad transcurre la segunda parte de la historia. A partir de aquí la arquitectura narrativa se complica algo más, pues aparecen intercalados capítulos prospectivos en los que se nos muestra a Roy en esta misma ciudad pero veinte años después. Estos ‘flashfowards’ sirven para que el lector vaya apreciando, insertados en la historia principal, cuáles fueron las consecuencias de la trama presente en el futuro del protagonista.

Después de ver True Detective y leer Galveston, creo que el punto fuerte de la escritura de Pizzollatto está en la composición de personajes y de ambientes, así como también me atrevo a afirmar su talón de Aquiles quizás radique en cierta impericia para hacer avanzar la acción de la trama. Puede que sea, a muchos grandes novelistas les pasa, un escritor más estático, y que pinte mejor que narre. Y es que si antológicos son los dos detectives que protagonizan True Detective, igualmente grandioso me ha parecido el personaje de Roy Codi, este asesino grandullón que, como los personajes de Chandler, vive perennemente agarrado a la botella. Roy es capaz de ejercer una violencia brutal si la ocasión lo exige, pero, bajo esa pinta de duro, el lector advierte cierta humanidad que teme ser mostrada. Y no sé por qué, pero siento una enorme empatía hacia este matón moribundo que huye de su muerte de manera absurda, ya que se sabe difunto. Rocky, la joven y atractiva prostituta que se le pega a los talones, es la típica lolita-‘femme fatale’ que está destinada a ser un bonito cadáver, y que arrastrará consigo, no siempre voluntariamente, a todo aquel que caiga en su ingenua pero fatídica tela de araña. Ambos son seres solitarios y sórdidos, destinados, debido al determinismo social y genético -siendo claros, por culpa de la puta pobreza y de las familias de mierda que los criaron- a portarse como seres desalmados de por vida. Ambos luchan por encontrar en los demás y en sí mismos resquicios de una inocencia que les ayude a escapar de la pesadilla de violencia que les rodea, pero la realidad se impone, se impone la vileza y la putrefacción de una sociedad que les obliga a cometer más actos monstruosos que compasivos.

-Roy, ¿tú crees en el infierno?

– No- le respondí.- Salvo que esté precisamente en la tierra.

Pizzolatto parece nadar con mucha comodidad en las sucias aguas de la novela negra, en historias donde reina la degradación moral y física de los personajes, y también de los paisajes. Y es que todo parece demacrado y corrupto en esta novela: la gente, las instituciones, el amor, el aire o los moteles. La escapada al mar es el único momento de respiro para unos personajes que, solo sobre la arena, consiguen mirarse a través de los inocentes ojos de su niñez. Pero la playa es para los ricos y para el verano, y ellos no tienen un centavo, y viven en un invierno perpetuo.

Una consecuencia de esa maldad fatídica del hombre es la omnipresencia de la brutalidad física, que Pizzolatto dibuja en la novela con una crudeza y un realismo que me ha recordado a los libros de Jim Thompson. Las escenas de violencia, sobre todo la que transcurre en las primeras páginas y, tras la cual, el protagonista se ve obligado a dejar la ciudad, poseen una ferocidad impactante conseguida a través de una técnica bastante original: gracias a las palabras que traducen la conciencia del protagonista, el lector parece observar la acción en cámara subjetiva, desde los mismos ojos de la persona que la ejerce  y la sufre. Es como si entrara en un pequeño simulador instalado en la cabeza de Roy -a lo Koji Kabuto-, y se moviera al vaivén de las bruscas sacudidas que sufre el personaje. Junto a la nerviosa tensión que provoca la acción, el narrador protagonista, y debido a su larga experiencia en este tipo de encrucijadas, intercala, en ocasiones, cierta frialdad analítica para analizar lo que está sucediendo. Esta aparente asepsia narrativa  supone un magnífico contrapunto con respecto a la excesiva realidad que el lector está sintiendo, y aporta una especie de tensa verosimilitud a la escena.

Pero no todo son virtudes. Como ya pasaba en True Detective, en Galveston encontramos cierto aire trascendental un “pelín” impostado. El autor parce obsesionado por dotar a la obra de una filosofía que se hace en ocasiones demasiado explícita y artificiosa, obligando a sus personajes, sobre a todo a Roy, a pronunciar frases forzadamente sentenciosas que pueden llegar a sonrojar al lector. Cierto aire metafísico que desprenden las novelas de Hammett reside, creo, en el oscuro pesimismo que reina en el ambiente, y no en las crípticas frases que parecen chirriar en la boca de algunos personajes. Para mi gusto, en el género negro lo trascendente, si es que tiene que aparecer, debe introducirse en la mente del lector sin que este llegue apenas a darse cuenta de ello, gracias a rasgos impalpables, casi espirituales que impregnen la naturaleza, el asfalto o el propio destino trágico de los personajes.

En fin, creo que a los seguidores de la serie les agradará el libro, ya que contiene varias de las virtudes (y también de los defectos) que crítica y público ha señalado en True Detective. Pero creo que también gustará a aquellos que no han visto la serie, ya que Pizzolatto es un escritor con talento, con una habilidad innata para insertar el bisturí en las entrañas de sus personajes, e integrarlos en un paisaje mítico (Luisiana) que conoce desde su infancia. Vamos, que ya estoy deseando que llegue la publicación de su siguiente novela, o, si no, el estreno de la segunda temporada de True Detective.

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