ALEJANDRO LUQUE | Acaba de llegar a las librerías un título que no debería pasar desapercibido. Se titula La democracia es un tranvía, y ha sido escrito a cuatro manos por dos periodistas excepcionales, Andrés Mourenza e Ilya U. Topper, a la sazón firmas habituales de MSur.
Lo de excepcionales no lo digo yo: basta con seguir su labor cotidiana, en El País y Efe respectivamente, para corroborar ese juicio. Ambos viven en Estambul desde hace años, y son probablemente las personas hispanohablantes que mejor conocen la figura de Racip Tayyip Erdogan, por la sencilla razón de que llevan todo ese tiempo siguiendo al líder turco en cada mitin, en cada acto oficial, en cada intervención televisiva –a menudo, tres al día; y no contentos con eso, han viajado a la Turquía profunda para interpretar el alma del mandatario, y han preguntado por él a los vecinos de su viejo barrio estambulí que recordaran al joven Erdogan, y han buceado por supuesto en archivos, hemerotecas, bibliotecas, para componer el retrato más fiel de esta figura insoslayable de la política mundial actual. En definitiva, han hecho periodismo de primera calidad, nada que ver con esa práctica que hoy usurpa tal nombre, y que consiste en mezclar opinión con información, y en pescar datos de las redes sociales o lanzar al aire datos o hechos sin contrastar. Todo lo contrario.
Puede que el lector nunca se haya fijado especialmente en la figura de Erdogan. Puede que ni siquiera cuente a Turquía entre sus intereses. No importa: después de leer La democracia es un tranvía, seguramente cambiará de idea. Este libro habla de Erdogan, claro, y también del devenir de Turquía en las últimas décadas. Y lo hace con abundancia de datos, de nombres y de siglas y de lugares, pero no tema perderse. Porque, sobre todo, este libro habla del mundo actual, de la política y de los políticos que gobiernan hoy el mundo. En concreto de uno, y del modo en que fue aprendiendo a conquistar a las masas hasta lograr ganar una tras otra todas las pruebas electorales a las que se ha sometido.
Algunas por los pelos, de acuerdo; otras, forzando la ley al límite para su beneficio, pero sin salirse de sus límites. Pero, como dicen en el Cádiz de Ilya, ahí está el tío. A lo largo de estas páginas, asistiremos a la forja de su personalidad, su truncada carrera como futbolista, su devoción religiosa, el encarrilamiento de su carrera política. Veremos cómo su discurso fue tomando forma hasta permitirle identificar indefectiblemente su efigie con el alma del país, y de convencer a sus votantes de que ambas eran la misma cosa. Entenderemos cómo Erdogan no siempre camina por la senda de la verdad, pero también que vive tan inmerso de su misión redentora –refundar la nación de un modo similar al que lo hizo el prócer Ataturk, pero en un sentido bien distinto– que llega a creerse sus propias elucubraciones.
Una historia, en fin, de ambición y megalomanía, de pasión y de poder. Una historia que habla de cómo ese Oriente exótico que buscan los turistas por los bazares y mezquitas de Estambul ha pasado a desempeñar un papel geopolítico fundamental en el mundo de hoy, pero también de cómo Europa ha allanado el terreno para que el hecho religioso haya recuperado unos inusitados bríos en un país que competía en espíritu laico con los de alrededor y casi siempre salía airoso. La democracia es un tranvía nos cuenta cómo Turquía ha llegado adonde está, pero en esa operación nos plantea preguntas de difícil respuesta, y nos coloca ante incómodas responsabilidades.
La travesía que Topper y Mourenza llega, cómo no, hasta las protestas de Ghezi, el papel del país en la guerra de Siria, el fallido golpe de Estado y la represión posterior, los zarpazos del terrorismo islamista, las controvertidas últimas elecciones locales… Erdogan sigue, su andadura continúa. Pero ahora hay un libro que fija en toda su complejidad su trayectoria, su pensamiento y sus hitos. Un libro acaso único: desde luego, los propios turcos que no lean la lengua de Cervantes no podrán leer nada igual, habida cuenta del culto a la personalidad que se gastan los erdoganistas y la más o menos sutil censura imperante. Pero, sobre todo, por la imparcialidad que destilan todas y cada una de estas páginas. Dudo que, hoy por hoy, haya alguien en condiciones de hacerlo mejor.
La democracia es un tranvía (Península, 2019) | Ilya U. Topper y Andrés Mourenza | 400 páginas | 19.90 euros