JOSÉ MARTÍNEZ ROS | Zeroville, la novela por la que conocimos a Steve Erickson, era una novela hecha para cinéfilos, escrita por un cinéfilo, destinada a ser amada apasionadamente por cualquier adicto al séptimo arte. También, y a un nivel más general, era una novela fantástica, una de las mejores publicadas en 2015. Por ese motivo, no podemos sino aplaudir que la editorial que nos la trajo a España, Pálido Fuego, reincida en su autor y nos descubra su primera obra, Días entre estaciones, que en su momento, 1985, fue elogiada por nada menos que Thomas Pynchon, uno de los grandes nombres de la literatura norteamericana del siglo XX: “Steve Erickson tiene el raro y luminoso talento de informar desde el lado nocturno de la realidad, amén de un cautivador estilo romántico y la intensa energía de un narrador nato”.
Como en Zeroville, la narración está plagada de secuencias circulares, imágenes surrealistas y oscuras visiones. Hay también personajes amnésicos, una turbulenta (doble) historia de amor/sexo/obsesión, un escenario común –la ciudad natal de Erickson, Los Ángeles– y una trama tan atractiva como difícil de resumir. También es una novela impregnada de un enorme amor al cine, el gran arte del siglo XX. En su elogio de esta novela, Pynchon señaló el carácter irrevocablemente romántico de la narrativa de Erickson, y no podemos estar más de acuerdo. Sus personajes son outsiders, individuos fuera de la sociedad, divididos entre sus inquietudes artísticas y sus impulsos pasionales, a menudo hereditarios. Pero mientras que en Zeroville parece reproducir, ingeniosamente, la misma forma de un guión cinematográfico, la escritura de Días entre estaciones es mucho más tradicional (y tal vez, por ese mismo motivo, más accesible para un lector común). En realidad, no es raro que gustara a Pynchon, ya que es una novela muy influenciada por su narrativa, en especial detectamos huellas de su famosa ópera prima, V, mientras que las descripciones de un mundo agonizante nos recuerdan a ciertas ensoñaciones futuristas de J. G. Ballard, a La sequía o El mundo sumergido.
La historia está estructurada en dos partes. Por un lado estamos en la Francia de principios del siglo XX, en la época de los pioneros del cine. Adolphe-Sarre (probablemente inspirado en Abel Gance), un joven criado en un exclusivo burdel de lujo, pone en marcha una película monumental, tal visionaria como imposible, La muerte de Marat, una película que consume su existencia hasta el punto de pierde por su causa a Janine, su gran amor. Por otro lado, nos situamos en los años 80, en L. A., y tenemos a su descendiente, alguien que ha heredado los misterios familiares (opacados por sus problemas de memoria), Michel (o Adrien, puesto que no está seguro de cuál de esos dos nombres es de verdad el suyo), y que regenta un club especializado en música punk y rock. Sin embargo, no son los años 80 que conocemos, sino una versión distópica que sufre diversos desastres naturales. Los Ángeles, por ejemplo, es azotada por tremendas tormentas de arena que, poco a poco, hunden en el desierto la ciudad. Allí conoce a Lauren, una mujer bella y frustrada por la relación con su esposo, Jason, un deportista profesional desapegado de su familia e infiel compulsivo. Este triángulo lleno de claroscuros, dudas y deseo constituye el núcleo emocional de la obra de Erickson, una clásica historia de “X ama a Y, que a su vez ama a Z”, pero contada con un tono único.
Esta mezcla de surrealismo e intimismo convierte Días entre estaciones en una novela desconcertante pero, al mismo, tiempo muy hermosa. Erickson es un autor tremendamente imaginativo, y construye una serie de escenarios apocalípticos que resultan difíciles de olvidar. Por ejemplo, el relato de una carrera ciclista en una Venecia desecada por un abrupto cambio climático; o un largo viaje por un Mediterráneo en plena metamorfosis. Tal vez no es una obra tan lograda, tan magistral, como Zeroville, pero no deja de demostrar que la ausencia en nuestras librerías, durante tantos años, de la novelas de Erickson ha sido imperdonable.
Días entre estaciones (Pálido Fuego, 2016) de Steve Erickson | 294 páginas | 20,90 € | Traducción de José Luis Amores