REYES GARCÍA-DONCEL| Preciosa fábula sobre el sentido de la vida, el destino, la pertenencia, sobre encontrar tu lugar en el mundo, y, por encima de todo, una metáfora de la palabra como origen del mundo: «Cada lengua tiene su virtud y todas conforman la realidad en la que vivimos». Solo esta frase daría para un intenso debate.
Con una envidiable imaginación José Antonio Ramírez Lozano nos narra, como en un cuento mágico de Las mil y una noches, el viaje iniciático de Turión, un pescador nocturno de peces cuando sobrevuelan las torres y azoteas de su ciudad, un pescador de sombras, y de su amada Eminé, una tejedora de alfombras en Estambul. Se trasladan en una caravana de camellos cargados de joyas y especias, que podría sustentarlos para el resto de sus vidas, sin embargo ambos prefieren recorrer un camino incierto, guiados solo por la intuición de Eminé, entre ciudades y parajes fantásticos, hasta su destino: Emirán, el remoto reino más allá del desierto fundado por el poder de la palabra.
Con una potente capacidad fabuladora y encauzada por una prosa fluida y rica en registros líricos: «Te llevaré allá donde la voz saca perfil al aire», el autor, también un reconocido y premiado poeta, nos sumerge en un mundo sin época ni tampoco lugar geográfico definidos, aunque sea indudable la presencia de Oriente, con kioskos de malaquita incluidos, y una naturaleza: «Aquel era un río de palabras muertas», poblada de ciudades fantásticas como Pontinia situada en equilibrio inestable sobre un puente, de forma que para entrar hay que esperar que alguien salga, o Cytia, trasladada de un lugar a otro por bueyes. Y especial mención merece Bizancio-Constantinopla-Estambul, en cuyas cisternas se gestó esta historia: «una ciudad construida sobre sí misma por tres veces» Tres ciudades, que simbolizan tres niveles de desarrollo espiritual, tres niveles místicos. Pues aunque esta historia es una fábula, y el juego de credibilidad se establece con el lector desde el principio, no podríamos calificar La ruta de Eminé simplemente como literatura fantástica pues hay una rica simbología detrás en este viaje a la Utopía, y lo que subyace en el destino a Emirán, como dijimos más arriba, es un viaje iniciático. En este mundo mágico en el que el autor nos sumerge, destacamos escenas muy sugerentes: «…introdujera una letra en cada uno de los cascabeles de sus dedos. Una vez que los tuvo, dio en hacerlos sonar y el aire se llenó de palabras hermosas, sonoras palabras jamás oídas». Palabras que hacen realidad el mundo: «las cosas son o no son según las lenguas con que las nombren». No existe lo que no se nombra, no hay realidad sin palabras. Sin embargo Eminé, la intuitiva protagonista, personaje interesantísimo, no habla aunque tampoco es muda: «Eminé hablaba con palabras de silencio que solo se escuchaban en mitad del ruido»; «…en ellas está el envés del mundo conocido». Es decir Eminé es el otro lado de la realidad, «solo ella podía enmendar la realidad con el envés de ella misma».
La ruta de Eminé también es un homenaje al arte de tejer. Tanto el origen del mundo: «el universo había sido creado por Alá con una madeja de seda»; como el destino del ser humano: «como el hilo de una oculta caligrafía con que un hombre enhebra su propia historia»; o la escritura, que se nos muestran como resultado de tejidos, hilos, urdimbres, tramas: «Había aprendido de su padre que el mundo está hecho de hilos, que todo se guarda en los ovillos lo mismo que los libros. Qué era, si no, la escritura sino un hilo de tinta que enhebraba la pluma de los que escribían. Tejer era crear». Y de nuevo destacar la imaginación del autor aplicada a todo lo que se puede tejer: nubes, «tomó una pizca de la nube que los coronaba y sacó una hebra. Tiró luego de ella y comenzó a ovillarla»; estrellas: «con la ambición de hilar algún día aquella madeja de estrellas de la vía láctea», silbidos, sonidos… Por mi afición a los telares me sorprendió gratamente ver reflejado el arte textil, y me recordó la teoría que en Infinito en un junco desarrolla Irene Vallejo sobre la escritura, donde sostiene que se originó a partir de la oralidad de las mujeres mientras tejían, y de ahí la profusión de términos relacionados que se mantienen en la narrativa: la trama de la historia, el hilo de los sucesos, el nudo del conflicto…
Entre mirlos que arden por la noche o sultanes perdidos en las profundidades de una alfombra, no falta el humor: José Antonio Ramírez Lozano ha convertido en esclavos a los filólogos —de varias lenguas, incluso de la caligrafía de las hormigas—, quizás para darle más valor aún al conocimiento de la lengua pues es esencial para descifrar los enigmas del viaje, o quizás solo para reírse de sí mismo.
La ruta de Eminé no está pegada a la realidad, ni es una novela social, se aleja de los cánones imperantes. Es un estimulante, sugerente y muy recomendable juego de la imaginación.
La ruta de Eminé (Algaida, 2023) |José A. Ramirez Lozano |184 páginas | 16 €