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Un espíritu en movimiento

tierra Portada

JOSÉ MANUEL GARCÍA GIL | Se ha extendido y consolidado la expresión alpinística “un ochomil” para designar aquellas novelas que alcanzan alrededor de las mil páginas. Completarlas supone una especie de hazaña similar a la de quien hace cumbre en el K2 o el Kanchenjunga. Libros -me vienen ahora a la memoria El arco iris de la gravedad de Pynchon o Los Soria de mi querido Laiseca– que pocos logran terminar, no solo por su extensión sino también porque su complejidad los carga con el estigma de ser inacabables. Se instalan en la mesita de noche como un monolito frente al que el lector no acaba de admitir su derrota.

Mas no siempre una obra de cerca del millar de páginas requiere de lectores abnegados y portentosos. Las más de novecientas de Tierra negra con alas, la antología de la poesía vanguardista latinoamericana, editada por la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia, bajo el doble magisterio de Juan Manuel Bonet (París, 1953) y Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966), nos ofrece el placer de una lectura ligera aun cuando el libro se nos presente bajo esa apariencia de montaña inaccesible. Su monumentalidad es el resultado de un arduo y larguísimo trabajo que, más que lectores alpinistas, ha exigido antólogos duchos en los terrenos de la espeleología. Sin ellos, dispuestos a bajar con una antorcha a profundidades, en gran medida ignotas, para cartografiar una literatura postergada y subterránea que atesora multitud de atractivos, esta obra no hubiese sido posible.

El placer del lector consistirá en dejarse llevar por esta abrumadora congregación de poetas excéntricos aquí reunida sin pretender hallar una inequívoca brújula que otorgue topología definida a una literatura diseminada y fragmentaria. Las balizas son veinte países -los autores no ordenan el libro por movimientos- y 190 poetas representados por 825 poemas. De sur a norte, sin cuotas, con más presencia de unos (Perú o Brasil) que de otros (Colombia), el recorrido se inicia en Argentina y los poemas juveniles de Borges, abanderado del ultraísmo, y acaba en México. Para el viaje resulta muy útil la brillante introducción de Juan Bonilla, titulada “La caravana americana”. Un prefacio erudito, desenfadado y lógicamente imparcial, donde el jerezano nos narra, a partir del nacimiento del Futurismo en 1908, la rica y múltiple aventura de la época, las peculiaridades nacionales o estéticas de cada vanguardia y su trascendencia para entender la poesía latinoamericana actual. No menos importante para que el lector se sitúe son las semblan­zas previas a los poemas de cada autor redactadas por Juan Manuel Bonet, magistrales en su concisión y repletas de datos reveladores. Perfiles amenos que proporcionan interesantes puntos de vista para escrutar la singularidad existencial de muchos de estos poetas, raros o malditos, cuyas vidas estragadas e intensas (Juan Marín, Blanca Luz Brum, Hahui Olin, Alberto Hidalgo…) son aún mejores que sus obras.

Con estos parámetros, este no es un libro para ser leído ordenadamente de la primera a la última página. Es un baúl que contiene muchas cosas. No todas interesarán en la misma proporción al lector. Es preferible que este lea solo aquello que le dé la gana, que salte de un sitio a otro o que juegue con lo escrito. Este libro es el mapa de un mundo que se puede descubrir siguiendo recorridos diferentes, moviéndose incluso al azar o siguiendo un hilo lógico que puede cambiar de país, de poeta, de estilo y dirección a lo largo de la lectura. Es, a su manera, un rompecabezas donde las piezas parecen separadas. No obstante, poco a poco, descubrimos que encajan, que se juntan, que se combinan y se unen las unas con las otras. Sin embargo, no distinguimos enseguida el dibujo que forman. Para lograrlo, se necesita un poco de paciencia. A medida que se vayan juntando, veremos que los diferentes poemas o caligramas forman un único texto. Que los personajes que pueblan el libro dialogan entre sí y construyen una sola historia mayor y apasionante.

Pero, aun en su enormidad, este no es un libro académico ni doctoral. No lo pretende. Carece del aparataje enlentecedor de las citas o de las bibliografías profusas que exigirían una edición crítica o un trabajo universitario. Se aporta una concisa relación de obras que pueden ser consultadas y en las últimas páginas se ofrece una cumplida información de la procedencia de los poemas, incluidas las fechas. Nada más. Es, en cambio, una colosal estación de tránsito para nuevos descubrimientos –Francisco González León, Baldomero Fernández Moreno o Luis Carlos López lo han sido en mi caso- y para profundizar en autores y libros. Un acicate para lectores que quieran convertirse en aprendices de sus autores en la espeleología literaria o para que disfruten de la poesía, sin más.

La vanguardia en las letras latinoamericanas no había tenido hasta ahora demasiada suerte en las antologías. Un cuarto de siglo ha pasado desde la publicación en España del último trabajo que trató de cartografiar esta diversidad de ramificaciones. Fue la Antología de la poesía latinoamericana de vanguardia (1916-1935), de Mihai G. Grünfeld (Hiperión, 1995). Esto se debe, sobre todo, a que los compiladores -normalmente procedentes de la universidad- han respondido a instancias de grupo, tendencias u otros exclusivismos, cuando no a limitaciones de orden nacional. Es evidente que en cada país de América la evolución de la vanguardia ha tenido características particulares; podría decirse que en cada uno tuvo su propio “tempo”. En este sentido -el de representar, por ejemplo, la poesía de un país o de un determinado período-, los logros han sido más efectivos y, en algunos casos, de validez imprescindible, también para la elaboración de esta antología, la más amplia y abarcadora hasta la fecha.

Una selección “casi” definitiva que tiene mucho que ver con sus seleccionadores, con su condición de poetas y de bibliófilos, con el amor que le profesan a la literatura en general y con su particular fascinación por la edad de los ismos, ya que Bonet y Bonilla se cuentan entre los máximos co­nocedores de la vanguardia en el mundo de habla española. El primero es autor de un monumental Diccionario de las vanguardias en España (1995) y de Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraísta (2012). El segundo ha publicado La novela del buscador de libros (2018), donde sus recorridos americanos de rastreador de ediciones perdidas ocupan un lugar destacado, las antologías Aviones plateados (2008) y Futurismo y cuenta nueva (2009), la edición de los Poemas simplistas de Alberto Hidalgo, así como una última novela inspirada, precisamente, en una de las antologadas: la mexicana Nahui Olin.

En la loca década de los veinte, hubo en Latinoa­mérica una generación que aban­deró con entusiasmo las radicales consignas del arte nuevo. Una gran constelación de poetas va­liosos que dieron forma y fondo a movimientos de ruptura o apertura, como voluntad de renovación estilística y también como intento de afirmación nacional (Brasil, por ejemplo). Así surgieron el ul­traísmo argentino, el indigenismo peruano, el runrunismo chileno, el futurismo paulista o los estridentistas o agoristas mexicanos. Algunos de estos poetas, llamémosles los “delincuentes” mayores (Borges, Huidobro, Girondo, Vallejo…) han sido suficientemente leídos y publicados. Sin embargo, los más, “delincuentes” menores, ocultos y relegados incluso en sus propios países, necesitaban de esta antología que, en lugar de camposanto de poetas como suele ser norma general, los resucitara individualmente y, sobre todo, en lo referido a su aventura colectiva. Sin esta labor de exhumación, la tradición poética de la vanguardia estaría incompleta.

Por supuesto, aparece en todos, mayores y menores, el canto a sus metrópolis en transformación, a los aviones, a los trenes, a los rascacielos -es una generación que pasa por París o Nueva York o las sueña-, al vértigo, al cine (Josephine Baker y Charles Chaplin), a los neones, al caos, al olor a nafta, a las motocicletas (Hugo Mayo), pero también hay un volverse hacia el sitio de cada cual -el campo o la selva- que produce efectos muy particulares como el indigenismo o el negrismo. Esa alianza de la tradición o la vivencia de cada localidad con lo cosmopolita conducirá a muchos de estos poetas -cada uno en su lugar de origen- a ostentar el poder cultural a través de revistas o editoriales. Lo que empezó siendo un juego, apasionado, anárquico y divertido, fue conformando la columna vertebral y el sustrato de la cultura latinoamericana en cada país. Pero como sucede en el mercado editorial, los vasos comunicantes entre los distintos territorios americanos son casi inexistentes. Un poeta importante para los colombianos como Luis Vidales, para un chileno no es nadie. Y un mexicano como Salvador Gallardo no le suena nada a un argentino. Reunir toda esa fuerza, que fue verdadera en su momento, en un solo volumen y obligar a revisar el canon en estos países son también méritos de este libro que debe -es una obligación editorial- superar las aguas territoriales y las fronteras para tener presencia en América Latina.

A los grandes logros de Tierra negra con alas es difícil ponerle grandes pegas -alguna desairada le ha caído recientemente- que no oculte cierta cortedad o esquinadas intenciones. Pero no puedo resistirme a señalar una pequeña deficiencia que, personalmente, me parece importante: el reducido tamaño de la tipografía -abigarrada aún más en las fichas sobre los autores- dificulta la lectura de personas que, como yo, vamos acumulando años y agotamiento en la vista.

La revista Amauta, cuyo primer número salió en setiembre de 1926, marcó un hito en la historia intelectual y cultural peruana, ya que fue un punto de encuentro y debate de las más diversas vanguardias culturales: las peruanas, las latinoamericanas e incluso las europeas. “Esta revista en el campo intelectual, no representa un grupo. Representa, más bien, un movimiento, un espíritu”, escribió José Carlos Mariátegui en la presentación de su primer número. Que ese espíritu haya vuelto a ponerse en movimiento, gracias al talento y la pasión de Juan Bonilla y Juan Manuel Bonet, no puede por menos que ser saludado como un acontecimiento, editorial y literario, de primer orden.

Tierra negra con alas. Antología de la poesía vanguardista latinoamericana (Fundación José Manuel Lara. Colección Vandalia, 2019) | Edición de Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla | 960 páginas | 25 euros.

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