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Un mar de dudas

La tablaEDUARDO CRUZ ACILLONA | Parecía algo inevitable que, quien se hace llamar en las redes sociales “El NáuGrafo”, acabara escribiendo algo relacionado con los naufragios. Quizás no con la grandilocuencia del Relato de un náufrago de García Márquez, quizás no con la épica de otras aventuras marinas como El viejo y el mar o Moby Dick… Pero seguramente sí con esa franqueza y honestidad que ya demostró con su primera novela, también editada por Demipage Editorial, Luz de noviembre, por la tarde.

El 17 de abril de 1990, el Diario de Navarra se hacía eco de un suceso acaecido cerca de las costas de Salou (Tarragona) cuyo protagonista resultaba ser un paisano de la capital. Xabier Pérez Larrea, un joven de 17 años que disfrutaba de sus vacaciones de Semana Santa, se dispuso a abordar una nueva jornada de windsurf. Un mal golpe de viento hizo que el mástil de su vela se partiera y que ésta acabara hundiéndose, dejando al surfista y a su tabla a la deriva de las fuertes corrientes que la mar encerraba esa mañana. Durante casi un día entero, con su larga noche de por medio, estuvo el chaval perdido en el mar, peleando contras las olas, contra el miedo, contra la oscuridad y contra esa fuerza que le arrastraba hacia el fondo. Veinticinco años después, Eduardo Laporte recuperó aquella noticia del diario, localizó al protagonista, se entrevistó con él y después escribió un pequeño pero intenso y emotivo relato, a modo de testimonio en primera persona, de aquellas largas horas en las que el destino y la supervivencia se trataron de tú.

Pero más allá de esta historia de valentía, superación y lección de vida, La tabla tiene una segunda lectura que discurre paralela a la primera. Confiesa Laporte en el inicio del texto que, tras la publicación de su primera novela, no encontraba el proyecto ideal para que su agente literaria dejara de pensar que no estaba “al nivel que puedes estar”. Se encontraba, de alguna manera, perdido, abandonado por la inspiración. El folio en blanco era el mar en el que estaba naufragando e intuía que la noche que ya se adivinaba iba a ser muy larga… Barajó incluso abandonar la literatura por otros proyectos… Hasta que encontró la tabla… Le vino a la cabeza la historia de aquel muchacho que pasó una noche en el mar, “aferrado a su tabla de windsurf. Y que había vomitado sangre. (…) Y que volvió a clase como un pequeño héroe de diecisiete años”: entonces supo que ahí tenía una historia que contar y que le salvaría de su propio naufragio, que haría que su agente literaria volviera a sentirse orgullosa de él, que los lectores tuviéramos la suerte de volver a disfrutar de un texto repleto de intensidad y sensibilidad, y que el nombre de Eduardo Laporte volviera a reivindicar su sitio en esa exclusiva lista de “autores que realmente merecen la pena”.

El “náuGrafo” ha vuelto, pletórico de salud literaria, a la mesa de novedades de las librerías, esa bendita playa que todo escritor anhela alcanzar aferrado a la tabla de su manuscrito y sabiendo que, al menos por una noche, ha dejado atrás el proceloso y traicionero mar del folio en blanco.

La tabla (Demipage Editorial, 2016), de Eduardo Laporte | 104 páginas | 15 euros

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