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Un placer mediterráneo

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Personal & político

Aurora Luque

Fundación José Manuel Lara, 2015. Colección «Vandalia»

ISBN: 978-84-1567-306-4

112 páginas

11,90 €

 

 

 

Alejandro Luque

Pocas poetas pueden presumir de ser más mediterráneas que Aurora Luque: almeriense de nacimiento, malagueña de adopción, griega de vocación, italiana por elección… El proteico mar es una constante en su obra, que es en sí misma una inagotable propuesta de viaje; pero sobre todo ejerce la mediterraneidad afiliándose sin ambages al epicureísmo, que es algo más que una simple búsqueda de los placeres: una forma de mirar, de entender y compartir la vida. Una filosofía que vuelve a hacerse presente en su recién alumbrado poemario Personal & político, título tomado de un conocido lema feminista que sirve para marcar las coordenadas del contenido: del yo al nosotros, de lo íntimo a lo colectivo.

Un viaje, dijimos. Desde la playa de Carboneras que remite a la infancia o la Chanca que retrató Pérez Siquier con su cámara (y Juan Goytisolo, por cierto, con su pluma) a los viajes eternos de la literatura: Simbad, Don Quijote, Odiseo. Pero también hay aquí un cuestionamiento del viaje, o de las modernas acepciones de este concepto: la frívola banalidad del crucero, donde la autora se dirige al turista para recordarle que “las fotos son su meta”, o la argonáutica y entrañable incomodidad de los autobuses Alsina, reflejados en un poema memorable.  Antes de que quiera darse cuenta, el lector se halla sumergido en el libro y en movimiento, traído y llevado por extrañas mareas, cambiando sin aviso de medio de transporte, dudando acerca de si se desplaza sobre la geografía o sobre la historia.

Quienes conozcan la trayectoria  de Aurora Luque, sabrán que hace mucho fue perezosamente clasificada como poeta “grecolatina”, y es cierto que buena parte de su producción ha gustado de recrear cierta Antigüedad que conoce más que bien. Ese aire está presente de nuevo en Personal & político, pero Luque está muy lejos de parecer secuestrada por esos clichés. Como hicieron sabiamente otras colegas –pienso en Ana Rossetti, o en Mercedes Escolano sin salir de Gades, Gadir, Cádiz–, aquí los guiños clásicos no son elementos de un decorado de cartón piedra, sino una herramienta, un instrumento para explorar zonas de nuestro tiempo que tal vez los antepasados sepan iluminar. Al fin y al cabo, sus viejos mitos, sus ruinas polvorientas y sus hexámetros sobrevivirán a cualquiera de nuestras eventuales hazañas.

He disfrutado mucho comprobando el buen pulso de Aurora Luque, pero sobre todo constatando su espléndida madurez, incluso en los poemas que no me han gustado tanto. Me refiero a una Aurora Luque que tal vez prefiere errar arriesgando, a recoger aplausos fáciles a base de ensayar, como hacen tantos, variaciones de sus grandes éxitos. Un poema como «Quirópteros», por ejemplo, donde traza un triángulo entre los vampiros de Bram Stoker, los de las sagas cinematográficas más recientes y los niños africanos que sufren el ébola, me resulta un tanto forzado en su resolución. Otro como «Pasatiempo español», juego vanguardista en el que espiga definiciones de un crucigrama, se antoja extraño en el conjunto, como ocurre con un par de haikus incluidos en el sumario. También se la juega con homenajes a series televisivas con Breaking Bad, y no porque no sea de recibo hacer poesía con ellas, sino precisamente porque es muy difícil ponerse a la altura de la potencia poética de algunos de estos productos, y se corre el riesgo de quedarse corto.

Estas son en mi opinión las piezas más débiles, pero vienen compensadas con creces por otras tan deliciosas y desinhibidas como «Melkart en la audioguía del museo», «Selfie de Nochevieja», o ese impagable «Rap para la romería de Steve Jobs», por no citar los numerosos y bellísimos homenajes a Virginia Woolf, Emily Dickinson o el matrimonio Bowles. Perderán el tiempo, sin embargo, quienes quieran señalar en ellos vacuos alardes de culturalismo: aquí hay una escritora decidida a ejercer su trabajo con materiales de palpitante actualidad, poesía del aquí y el ahora que no teme a la posible caducidad de algunos fenómenos, ni al eventual prosaísmo de ciertos temas.

La política del libro, en fin, no tiene tanto que ver con las polémicas de diputados y senadores como con una sólida conciencia ciudadana, que participa por igual de la defensa contra las trampas de la publicidad y de la prensa que de la necesidad de hallar otros ritmos de vida, otros objetivos diferentes de hacer dinero y otros dioses a los que venerar que no sean el Progreso. Si el lector decide seguir también la senda de Epicuro, no olvide echar en su equipaje de placeres seguros un libro como este.    

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