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Un ser para el otro

MANUEL MACHUCA | La moralidad se mide en relación con el grado de justicia y de igualdad que una sociedad llega a instaurar. Esa es la verdadera moralidad, a decir de la filósofa y escritora francesa Simone de Beauvoir, a la que dedica este ensayo el pensador, filósofo y politólogo francés de origen argelino Sami Naïr, compañero en el comité de redacción de Les Tempes Modernes de esta icono del feminismo mundial.

He destacado esta frase de Beauvoir porque entiendo que es difícil mirar a otro lado al leerla por su actualidad. Me resulta del todo imposible soslayar una reflexión acerca de esta sociedad de la pandemia, hoy víctima de sus propios miembros, unos por su acción depredadora que puede acabar engulléndolos a ellos mismos, aunque sean los últimos, y otros por omisión, por mirar hacia otro lado, por su equidistancia, por abrazar un pestilente sentido de patriotismo o, simplemente, por replicar con los de más abajo lo que los de más arriba hacen con ellos. Sí, el fascismo ha sabido hoy adoptar nuevas máscaras tras las que ocultarse, ampliando de nuevo un fondo de armario el suyo que carece de eso, de fondo, y que precisa para combatirlo de personalidades independientes, incómodas, siempre prestas a desenmascararlo desde que resurge ávido de sangre y de muerte.

Consumado este primer desahogo, continúo con la reseña. Simone de Beauvoir fue una de estas personas incómodas que se niegan a abrazar conceptos vaciados de sentido por su amoralidad, por su mezquina utilización en beneficio propio o de sus ensoñaciones. Fue una de las escasas personalidades de la grandeur que se reveló contra las masacres, torturas y prácticas nazis que Francia y sus ejércitos, recién salidos de un sufrimiento parecido durante la ocupación alemana, desarrollaron en Argelia y aplicaron metódicamente contra sus ciudadanos no franceses apenas diez años después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Unas prácticas en las que destacó un militar llamado Jean- Marie Le Pen, que ya saben quién fue —quién es, porque todavía vive, porque no solo en España mueren ni morirán ciertos personajes plácidamente en la cama—, y quien le ha sucedido y puede que llegue a ostentar en el futuro la presidencia de la república de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Sí, en las repúblicas también hay dinastías ominosas.

La filósofa y escritora protagonista de este ensayo anticipaba ya al final de su vida, en la década de los ochenta del siglo pasado, el regreso del fascismo, y experimentaba con angustia la evanescencia de las ideologías, la desaparición de la idea de futuro, la mutación de la política en cortoplacismo, sin ninguna representación del porvenir. Como destaca Naïr, Beauvoir se lamentaba de que una sociedad sin idea de futuro colectivo era una sociedad sin capacidad de resolver seriamente los problemas del presente. No sé si les suena.

La escritora francesa, conocida por su feminismo, por su relación con Jean- Paul Sartre, por sus controversias con el Nobel franco- argelino Albert Camus, y no siempre valorada por el conjunto de su obra y pensamiento, adoptó desde el principio una promesa de transparencia consigo misma, de convertirse en un ser para el otro, si en una frase puede resumirse su pensamiento, y cuyas aparentes contradicciones motivaron críticas feroces por gran parte de la intelectualidad de su país, que siempre prefirió señalar unos errores consecuencia de su transparencia, antes que mirarse, y olerse, su propia podredumbre. Ejemplos de esto en versión hispánica los podemos encontrar, como dicen en mi tierra, a manojitos, a poco que se bucee en internet o se manchen los dedos, en su doble sentido, con las hojas de cualquier medio periodístico en papel (higiénico), que tanta materia fecal produce a diario.

Sami Naïr analiza, acompaña, el pensamiento de Beauvoir a través de los veinte capítulos del libro, dentro de los cuales solo uno se centra en el pensamiento feminista, universalista, de su compatriota, por el que apostar por la unidad del género humano, por su universalidad concreta, no significa abolir la diferencia de los sexos, sino considerar que esta diferencia no puede para nada fundar distinciones ni superioridades legítimas, tanto en un sentido como en otro. La pensadora francesa defendía que una liberación de la mujer también provocaría la del hombre, esclavo por otra parte de posturas que le impiden su progreso verdadero.

Resulta oportuna la revisión que Sami Naïr realiza al pensamiento de Simone de Beauvoir. Como señala el filósofo francés, del mismo modo que los fundadores de las religiones son en general malinterpretados después de su predicación, los autores como su compañera en Les Tempes Modernes, que inauguran una teoría, son siempre (no a menudo, siempre) condenados a ser entendidos más en función de los deseos de sus seguidores o lectores que según el espíritu de sus propias enseñanzas. Es por ello que este libro, comedido y respetuoso, comprensivo y constructivo en torno a la escritora, contribuye sin duda a conocer más sobre la persona y la pensadora, quizás en detrimento del mito, del que, pasado el tiempo, siempre pretenderán hacer suyos los carroñeros, y carroñeras, una especie que en este mundo jamás estará en peligro de extinción.

Acompañando a Simone de Beauvoir (Galaxia Gutenberg, 2019) | Sami Naïr| 220 páginas| 19,90 €

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