No hay bestia tan feroz
Edward Bunker
Sajalín Editores, 2009
ISBN: 978-84-937-4131-0
414 páginas
22 €
Traducción de Laura Sales
Fran G. Matute
El nombre de Max Dembo resuena en mi quijotera como un eco. He comenzado a leer No hay bestia tan feroz (publicada originariamente en 1973) de Edward Bunker, uno de esos rescates editoriales que se agradecen de por vida. Bunker, novelista poco prolífico e ignoto en este país, tiene más fama como hombre de cine que como literato. Pero el nombre de Max Dembo, el protagonista de esta novela, me sigue resultando familiar.
La prosa de Edward Bunker ha sido alabada por personalidades como Quentin Tarantino (quien lo rescató para su Reservoir Dogs -1992-), James Ellroy o nuestro Montero Glez. Y No hay bestia tan feroz, dicen, es su cumbre literaria. Pero la fuerza, incontestable, de una novela como ésta no reside sólo en su virtuosismo literario sino en el verismo de las escenas que la componen. El día a día de un expresidiario; su lucha por incorporarse a la sociedad, por validar esa segunda oportunidad que «el sistema» le ofrece; su ánimo de no corromperse y sin embargo seguir siendo fiel a sí mismo; el reencuentro con su pasado y con su naturaleza; el sentimiento de impotencia e inutilidad; el reconocimiento de que sólo hay una salida para este tipo de personas…
No hay bestia tan feroz, título extraído de la obra de Shakespeare, es así de profunda y por ello trasciende del típico cliché de la novela negra. Max Dembo cuenta en primera persona su odisea. Así que esta narración es un trasunto de sus memorias. No hay bestia tan feroz resulta, por este motivo, cercana. Demasiado. Te arrastra hasta sus infiernos, te obliga a engancharte a Max Dembo y te identifica con un ser humano marginal pero humano al fin y al cabo. Y es que la historia de Max Dembo no debe ser muy distinta a la de Edward Bunker, que llevó una vida de delincuente antes de dedicarse a la cultura, que comenzó a apreciar la literatura en la cárcel, que se ilustró en los bajos fondos para luego contárselo al resto de los mortales.
Pero a Max Dembo ya lo conocíamos de antes. Para cuando termino, o mejor dicho, engullo No hay bestia tan feroz, me viene a la memoria un fotograma de Dustin Hoffman en una película antigua. Un Hoffman musculoso, luciendo un atrevido bigote, saliendo de una cárcel, intentando rehacer su vida. Lo llamaban Max. Hablo de Libertad condicional (Ulu Grosbard, 1978). Y no es la única adaptación cinematográfica que descubro de la obra de Bunker. Ahí queda ese Animal factory (Steve Buscemi, 2000), basada en su segunda novela aún inédita en España.
Personaje total, actor secundario de lujo (destacable su relación con el cineasta ruso Andrei Konchalovsky en cintas como El tren del infierno -1985-, Vidas distantes -1987- y Tango y Cash -1989-) y novelista de culto, no nos queda otra que celebrar la labor de rescate editorial de la obra de Edward Bunker, un autor natural. Una bestia literaria.
Para más detalle, ¿no era el Señor Azul?
Su novela más enteramente biográfica (y la única que le he leído), es «La educación de un ladrón», donde cuenta todas sus miserias como ladronzuelo y mafioso, antes de dedicarse a escribir por una carambola. Es un autor con mucho nervio.
Esta caerá durante las vacaciones. Más aún después de leer tu excelente reseña. ¡Bienvenido!
Y yo leeré «La educación de un ladrón» este verano, y de paso comprobamos cómo de parecida es la realidad a la ficción…
También se ha publicdo «Stark», que parece ser una novela inédita de Bunker y que se recupera ahora que está el hombre en el «candelabro»… Bienvenidas sean todas las cosas que ha escrito este hombre!
Precisamente estoy pillándoles el gusto a las novelas negras que se salgan del cliché y esta, según cuentas, es una de ellas. Gracias por la sugerencia y bienvenido.